Divagaciones de la Manzana
Martha Chapa
Tengo la impresión de que estas fiestas patrias mantienen desde el año pasado esos sinsabores de nuestra realidad social y económica, disminuyendo ánimos y fervores.
Es evidente, que la pandemia que ya se ha prolongado y transita de un año a otro con cuantiosas pérdidas humanas y económicas, ha afectado el júbilo con que tradicionalmente celebramos los históricos días del 15 y 16 de septiembre, a lo que se agrega por igual la crisis económica con cierre de empresas y pérdida de empleos, sin dejar de tener presente la violencia imperante o la polarización social que día a día se atiza desde Palacio Nacional en las susodichas conferencias mañaneras del presidente López Obrador.
Tristes y preocupantes realidades, entre otras, que inciden en la psicología individual y colectiva, menguando también la cohesión familiar y social en el contexto de a los festejos populares.
Una predisposición que incluso está a la vista y se exterioriza, por ejemplo, con la omisión ciudadana de colocar una bandera en las fachadas de sus casas e igual en oficinas, restaurantes o automóviles.
Además, en esta ocasión no dejó de gravitar e incidir polémicamente en las celebraciones patrias, la presencia inoportuna e injustificable del Presidente de Cuba, cuyo sistema político es autocrático, verticalista y calificado mayoritariamente como dictatorial, y en sí, antítesis de un movimiento libertario como el nuestro de 1810. E igual, el disparate de AMLO de pedir que sea considerado tal sistema dictatorial como patrimonio histórico-cultural de la humanidad
Así también, el hecho de que la llamada Ceremonia del Grito de Independencia resultó deslucida frente a un Zócalo desierto, que no dejó de ser una medida contradictoria en tanto que hoy prevalece la modalidad del semáforo en color amarillo, lo que ha permitido incluso la liberación de las restricciones a discotecas y antros que lucen repletos de clientela. Por tanto, no han faltado opiniones y críticas en el sentido de que de paso se cuidó al presidente de posibles rechiflas y abucheos de un creciente número de ciudadanos que se inconforman con su gobierno, la falta de logros y pobres resultados en los más diversos rubros. Y que decir de los pobres resultados que arrojó la Reunión del CELAC con una América dividida y polarizada, además del frustrado por inoportuno e injustificable capricho presidencial de desaparecer a la OEA.
Eso sí, se armó el consabido show para la televisión, que cada vez influye menos y hasta evidencia las contradicciones en que cae el régimen actual, como sus llamados a la austeridad, como la construcción de una artificiosa pirámide teniendo en frente al original Templo Mayor, al que se le ha negado un presupuesto para que el INAH amplíe sus proyectos de investigación y restauración.
En fin, un septiembre deslucido, opaco y depresivo
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