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¿El Futuro de La Educación? (Parte uno)

“Trato de que mi escuela

no me eche a perder mi educación”-Mark Twain

El pasado 11 de septiembre, tuve la oportunidad de asistir a una plática, en el teatro Plaza de El Paso, Texas, del educador teórico Sir Ken Robinson. Se trata de un universitario retirado que era el encargado de las artes en El Reino Unido y Hong Kong (entre sus múltiples asignaturas) que se ha convertido en una estrella de YouTube, o sea un youtuber; específicamente en la serie de TED Talks.

El cine/teatro estaba lleno. El boleto tuvo un costo de 30 dólares y varias escuelas repartieron boletos a sus maestros. Así que el público estaba atento a lo que tenía que decir. ¿Quién es este inglés que nos viene a decir cómo enseñar?

Antes de entrar de lleno, creo que es necesario aclarar la situación educativa en la ciudad de El Paso. El estado de Texas exige a todo alumno en las escuelas públicas a tomar una serie de prueba desde el primer año escolar. Los resultados de esos exámenes se usan para decidir si la escuela es “buena” o “mala” y para que sea reconocida por el gobierno Federal y por el gobierno Estatal. Esto ha causado una gran revolución educacional, puesto que pasar la prueba se ha convertido en lo más importante, y en algunas ocasiones, la única razón para educar.

La idea de una prueba empezó con el George Bush (hijo) que cuando se volvió presidente, se convirtió en la ley “No kid left behind” (ningún niño se queda atrás) y fue acogida con grandes esperanzas. Por fin un presidente hacía que un estado tan pobre, como el de Texas, tuviera las mismas oportunidades educativas que Nueva York, o Washington. Se trataba de nivelar la experiencia educativa sin importar donde se vivía.

Pero la forma de “medir” el progreso, como ya se hacía en Texas, fue utilizar las pruebas nacionales para calificar a los maestros y maestras, a las escuelas, a los distritos escolares, y a los estados. Se puede decir que la educación nacional empezó en Texas.

De esta manera, las pruebas federales se convirtieron en el arma política más importante. Ha llegado a tal grado, que las compañías que preparan, hacen, y califican estas pruebas se han convertido en las que más ganancias han logrado a nivel mundial.

En otras palabras, mientras la NFL gana entre 6 mil millones de dólares al año por todos los juegos de futbol americano que organiza, la compañía Pearson, ganó alrededor de 20 mil millones de dólares en el 2014 (Financial Times) al proporcionar las pruebas a todo el Reino Unido, a los Estados Unidos, a Brasil, y a China.

Como están las cosas, un pobre maestro o maestra no puede competir contra una corporación tan poderosa que tiene entre sus líneas a presidentes, gobernadores, y a la mayoría de los políticos. Las críticas a dicho sistema son apagadas muy fácilmente, y pues, no queda otra mas que enseñar a los alumnos a pasar la prueba de matemáticas, ciencias, lectura y escritura sin tiempo de instruir otras materias.

Pero mientras el sistema educativo no ha cambiado, el mundo en que habitamos, sí. La educación pública nace en el siglo XIX con dos propósitos primordiales:

1. Asegurar que los “educados” obtengan un trabajo.

2. Asegura que los “educados” vayan a la universidad (y aseguren otro trabajo)

Pero hoy la realidad es otra, los que tienen su diploma de licenciatura, ahora necesitan una maestría y hasta un doctorado, pero ningún título asegura alguna plaza. Enseñamos lo que se necesitaba hace 50 años para sobrevivir.

Si pensamos, explica Robinson, que los estudiantes de hoy van a graduarse en 2035 de la universidad, no tenemos ni la mas mínima idea de los trabajos que van a ser necesarios.

Como un ejemplo, cito el anuncio de la compañía Cisco, quien afirma no poder llenar 1 millón de plazas, si UN MILLÓN de trabajos, porque las universidades no cuentan con la estructura para llenar los requerimientos (eweek news). La universidad como institución, se encuentra ante el fracaso. El título no tiene valor laboral.

Pasar una prueba, se ha convertido en sólo pasar una prueba.

Algo esta muy mal, y no son los alumnos, ni las alumnas.

(continuará)

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