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La inepta cultura: Graduación

  • Antonio CANCHOLA CASTRO
  • Oct 10, 2015
  • 2 min read

Una sobrina nos invita a una graduación de egresados de ingeniería. Llegamos temprano. Mientras comienza el evento miramos a los lados viendo a las familias gozosas pero a mi izquierda está una que no parece en armonía; el hombre se nota enfadado y de mala gana mientras que su mujer alegre platica con unos muchachos que seguramente son sus hijos. El hombre de pronto se vuelve y me dice:

-Pura perdedera de tiempo y dinero-

Incómodo, no sé que responder y le hago una pregunta de respuesta obvia:

-¿Se gradúa alguno de sus hijos?-

-Sí, pero ¿para qué? Mis hijos mayores también estudiaron y ¡nada! El mayor no terminó de contador, se casó porque embarazó a la muchacha y ahora trabaja en un comercio ganando cualquier cosa; el otro se metió a trabajar a un taller con un compadre. Y ahora este a ver cómo sale.-

-Además- continúa, los jóvenes ya no son como antes, ahora son argüenderos y andan de agitadores como esos de Ahizinapa. Se merecen lo que les pasó.-

El desagrado me invade pero creo que discutir es inútil y luego de un “ahi compermiso” optamos por cambiar de lugar.

Nos sentamos cerca de una escalera y miro a los lados. Pasando un pasillo se encuentra una señora sola con mirada triste. Comienzo a imaginar que su familia llega pero conforme pasa el tiempo nadie se acerca y su rostro sigue sombrío en contraste con la algarabía circundante. Hacemos los honores a la bandera y entonamos el himno nacional. Una dama con una voz hermosa canta el himno de Chihuahua mientras pasa un video con imágenes de los habitantes del estado, excepto tarahumaras.

Comienza la entrega de títulos. Pasan primero los mejores alumnos y uno de ellos, Juan Carlos Vela o Villa, con un promedio cercano al 10, resulta ser el hijo menor del hombre desagradable a quien ahora veo de lejos sin que su molestia se vea modificada mientras que sus familiares brincan y gritan de alegría. Poco a poco pasan los muchachos a recibir su título. La señora a mi lado permanece seria pero llega un momento en que los estudiantes que concluyen ingeniería civil comienzan a pasar y veo gruesas lágrimas en sus mejillas. Me invade una rara curiosidad. Al finalizar la entrega un grupo de alumnos con cascos nuevos se acerca a ella para tomarse una foto y le obsequian un casco en el que alcanzo a leer el nombre de Ramón. Ella no resiste más y llora amargamente abrazando el casco siendo confortada por los muchachos del grupo.

Antes de salir me acerco a uno de los empleados de la Universidad para preguntarle si sabe algo de esto que pasó y me dice:

-El hijo de la señora era un buen estudiante. Hace tres o cuatro meses, un sábado en la mañana fue por unos burritos y lo secuestraron sin que se tenga noticia suya desde entonces. Sus compañeros

le rinden homenaje de esperanza y por eso le regalan el casco con el nombre de su hijo confiando en su regreso.-

El empleado tenía ya los ojos llenos de lágrimas. Salgo emocionado y a lo lejos veo al hombre desagradable discutiendo con su familia sin darse cuenta de lo afortunado que es.

canchol@prodigy.net.mx

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