El teatro ha abarcado todos los temas, todos los asuntos, desde los triviales o particulares, hasta los graves y universales. Los conflictos amorosos, o de cualquier otro tipo, aparecen representados de diversas maneras, desde la trágica de los griegos, pasando por las románticas, hasta llegar a las absurdas, o las esperpénticas, o las naturalistas. Sin importar las nuevas formas de manifestaciones artísticas, las cuestiones que interesan a los humanos no dejan de manifestarse en los textos dramáticos. Uno de esos intereses es el religioso.
Los temas religiosos fueron tratados en el Siglo de Oro en dos clases de textos, las comedias y los autos sacramentales. Éste último, por lo general de un solo acto, es un drama litúrgico, principalmente de tema eucarístico, pero no sólo eso trata. El más antiguo conocido es el Auto de los Reyes Magos (1145); una obra anónima y que se tiene como representante del teatro medieval.
Existe una colección de 95 piezas religiosas y una profana, conocida como Códice de Autos Viejos, datada entre 1550-1575. Se trata de un repertorio dramático para la festividad del Corpus, antecedente de la formación y configuración del auto sacramental en la segunda mitad del siglo XVI, género que se desarrolla ampliamente a causa de la lucha antiherética.
Hagamos un poco de historia. A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un movimiento eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón, fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la exposición y bendición del Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la misa y la fiesta del Corpus Christi.
Esta ceremonia dio pie también a las procesiones, como la mostrada en un grabado de 1623, la procesión del Corpus Christi en Madrid, y las que todavía se llevan a cabo en muchos lugares como en Estados Unidos (Carolina del Norte), en España, Argentina o México.
Numerosos autores de los siglos XVI y XVII –después del Concilio de Trento–, entre ellos Lope de Vega y Calderón de la Barca, compusieron autos, que fueron destinados a consolidar las ideas de la Contrarreforma. Después fueron combatidos durante la Ilustración, hasta que se prohibieron en 1765.
Como estas representaciones comprendían episodios bíblicos, misterios de la religión o conflictos de carácter moral y teológico, empezaron por representarse en los templos o en los pórticos de las iglesias. Pero después tomaron una forma más y más elaborada, hasta llegar a servirse de escenas ambulantes: carros arrastrados por bueyes, que
representaban imágenes hasta entonces inimaginables para el pueblo. Por lo que para la puesta en escena, para el espectáculo, era necesario un gran aparato escenográfico. Según Vincent Martin, este tipo de puesta de escena servía para "hacer patente las cosas divinas ante los sentidos y percepciones humanas". Los creyentes necesitaban ver lo invisible para comprender lo misterioso.
La lucha de la virtud contra el vicio está en la forma clásica del auto sacramental, por ello encontramos en esos textos personajes simbólicos, alegóricos, que encarnan conceptos, sentimientos. Por supuesto, en ocasiones tienen una connotación filosófica.
Entre los antecedentes del auto sacramental también se puede contar los miracle plays, misterios, teatro religioso medieval europeo de los siglos XIII y XIV, que ponía en escena pasajes de las Sagradas Escrituras, cuya preferencia consistía en representar la vida, pasión y muerte de Jesucristo.
Lope de Vega dejó una definición de este género en la loa introductoria de su auto El dulce nombre de Jesús, que dice:
Y ¿qué son autos?- Comedias / a honor y gloria del pan / que tan devota celebra / esta coronada Villa / por su alabanza sea / confusión de la herejía / y gloria de la fe nuestra / todas historias divinas.
También Calderón de la Barca nos dio la suya, que se encuentra en la loa de La segunda esposa:
Sermones / puestos en verso, en idea / representables cuestiones / de la sacra Teología, / que no alcanzan mis razones / a explicar ni comprender / y el regocijo dispone / en aplauso de este día.
Entre los autores que figuran en este género también se encuentra Antonio Mira de Amescua, con Los autos de Navidad: Coloquio del Nacimiento de nuestro Señor, Auto del Santo Nacimiento, intitulado los pastores de Belén y el Auto famoso del Nacimiento de Cristo nuestro Bien y Sol a medianoche. Por supuesto, el muy famoso El gran teatro del mundo, es de Pedro Calderón de la Barca.
El auto sacramental tuvo su auge en la época de Calderón de la Barca, cuando la escenografía llegó a un nivel muy complejo, y colaboraban carpinteros y técnicos. Para conocer mejor este tipo de puesta en escena, las fuentes más importantes son las Memorias de apariencias de Calderón, en las que describe cómo tiene que ser la representación de sus propios autos. Estas memorias nos hacen conocer las verdaderas dimensiones de los carros y las diferentes tramoyas que se utilizaban para la representación.
La representación era cuidada por un equipo de trabajo que cumplía con varias actividades: contratar a las compañías -compuestas por los mismos cómicos que actuaban en los corrales-; ajustar las producciones de músicos y poetas; cuidar y revisar
la construcción de los carros, las gradas y tablados; y determinar los sitios, horas y circunstancias en que se representaban los autos.
Así pues, el auto sacramental es un género español, de carácter religioso, enlazado a la fiesta del Corpus Christi, se compone normalmente de un acto y es una representación alegórica.