Recientemente, El Colegio de Chihuahua otorgó el doctorado Honoris Causa a la poeta Dolores Castro Varela (Aguascalientes, 1923). En el 2010, el Fondo de Cultura Económica publicó su Obra reunida, edición cuyo prólogo y compilación corrieron a cargo de Benjamín Barajas. Posteriormente, en el 2012, se hizo la edición electrónica.
Veamos un poco de “Salgo de aquel espacio”, el séptimo poema del libro titulado Siete poemas, de 1952. Dicho poema está dividido, a su vez, en tres partes, y su principal característica es el versolibrismo. La primera parte corresponde a una estrofa de 22 versos; la segunda, tiene 26; y la tercera está compuesta de tres estrofas con 5, 12 y 12 versos respectivamente. Además de tal organización, este poema –como toda obra literaria– muestra la ineludible fusión de fondo y forma. Esta última se integra por los artificios literarios que lo conforman, entre los que están incluidos el ritmo y la rima.
El ritmo, como ustedes pueden notar en esta gráfica, tiene una musicalidad, determinada precisamente por el patrón de los acentos que se repiten tanto al inicio de los versos como en su sexta sílaba. Sólo he analizado las siete primeras líneas para no extenderme, pero, obviamente, el análisis completo del poema arroja los resultados en que se puede fundamentar la aseveración de su calidad literaria.
Por lo que respecta a la rima, aunque en general es suelta, encontramos una serie de rima asonante, como en la primera estrofa, en la que predomina la –io, seguida por una –eo y después por un par, –aa y –ee, tal como ya lo están notando, quedando algunos versos sueltos y otros blancos.
Salgo de aquel espacio grávido de sonido, de luz y de sentido, ―io pero nada recuerdo: ―eo era en la antigua noche de los siglos. ―io Algo traigo en la piel -que no pudo lavarme toda el agua ―aa cuando cayó en el barro de mi cuerpo- ―eo y apagará mi sangre lentamente. ―ee Pasarán los ríos, ―io callarán algún día para siempre. ―ee Nuevos caminos abrirán nuevos caminos, ―io y todas nuestras vidas, unidas en un solo luminoso haz, irán por el camino de único sentido. ―io Ahí recordaré la exacta fórmula de mi estructura y sabré de las arcas donde vibran los eternos sonidos ―io de la muerte, que ya nunca perseguirá mis noches. De la vida, hilo temporal de mis recuerdos. ―eo Cerraré los ojos y aún correré por las suaves praderas, me cercarán a veces olores de manzana. ―aa En medio de la paz de este silencio, ―eo contrastarán más bellas las luchas que ahora palpo.
Existen, por supuesto, otros artificios literarios en este texto, como la alusión incluida en los versos seis y siete: que no pudo lavarme toda el agua / cuando cayó en el barro de mi cuerpo; o la sinestesia en: apagará mi sangre, el tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales. Una más, y última, la personificación de que han sido objeto tanto el río como la muerte. Me detengo porque aquí sólo se trata de dar algunas muestras del examen de este aspecto.
Si comparamos este poema con el titulado “¿Qué es lo vivido?” (de su libro del mismo título), de inmediato nos percatamos que el primero está armado en versos más extensos, de arte mayor podríamos decir, y los del segundo, son más cortos, como podemos apreciar en este fragmento:
¿Qué es lo vivido, en qué poro ha quedado o en qué ráfaga?
Esto nos muestra la diversidad de ritmos que podemos encontrar en la poesía de Dolores Castro.
Por otra parte, las opiniones críticas, obviamente, se fundamentan en las marcas textuales. Para ello se empieza con la revisión de las palabras elegidas por el autor. Veamos esta gráfica de categorías gramaticales.
Aunque parezca un trabajo complicado, en realidad es muy sencillo, laborioso sí. Estamos ante el análisis de la riqueza léxica, en el que se cuentan las palabras, se clasifican por categoría gramatical, se obtienen porcentajes y llegamos así a conclusiones cuantitativas, cierto, pero ¿en qué otro elemento podríamos basar un juicio?
El sentido, pues, obtenido tanto del significado de las palabras como de su uso figurado, se vislumbra en el campo o campos semánticos que se detectan en el texto. En las palabras usadas en ese poema, detectamos claramente dos conjuntos de palabras, uno relativo al espacio y el otro relacionado con el espacio.
Ahondando en el significado de tales palabras –estamos en la estrofa primera–, y basándonos simplemente en los nombres y las acciones, vemos tres estadios emocionales: el primero algo oscuro, apesadumbrado; el segundo, cuya función es de transición, de camino; y el tercero, nos da la impresión de llegada y tranquilidad.
Concluyamos, aunque el análisis no esté terminado. Consideremos dos cuestiones, una real: la poesía está en la raíz de toda la literatura, es su núcleo, por una parte; por otra, y esto es actual, para todas las personas la vida es un torbellino. La poesía no es literatura de grupo, es un acercamiento individual. Leer poesía es tratar de entendernos, a nosotros mismos. Es buscar un sentido a la vida, tratar de saber cuál es nuestro lugar en el mundo. Ayuda a tener una visión de la historia, a explicar, disfrutar y sopesar emociones. Leer poesía es escapar por un momento de ese torbellino que es nuestra vida. Es el descanso requerido por nuestro espíritu. Ciudad Juárez estuvo de lujo, debido a la cantidad de poetas que se reunieron en honor de quien ha dedicado toda su vida a la poesía.