Me imagino que una vez que sonaron las doce campanadas (no se donde porque ya no hay campanas en los relojes), tomamos nuestras respectivas uvas y mordiendo una tras otra (juntas hubiera sido chistoso y ridículo), mientras suena la metralla afuera, hacemos doce deseos: ¿cuáles son en materia cultural?
Lo primero que te quiero decir es que para poder alcanzar algo necesita tener la forma de meta. Un deseo es una evocación; un propósito es un intento pero una meta puede ser una determinación y este año estamos determinados a lograr nuestras metas. Ya no circula ese oscuro tranvía llamado deseo.
Lo primero es confiar en que contamos con los elementos culturales suficientes. Esto es, podemos leer, escuchar, razonar e imaginar; si no, entonces con urgencia nos comemos otra uva u otro racimo y fervientemente lo pedimos hasta conseguirlo o indigestarnos. Luego nos asumimos con el control de nuestro presente (porque ni el pasado ni el futuro se pueden controlar obviamente) y con ese dominio nos orientamos hacia el futuro. Hubo un tiempo en que esta destreza se llamó planeación estratégica, de manera un poquito pleonástica porque en cierta medida un plan es siempre una estrategia (recomiendo mucho el poema Táctica y estrategia de Benedetti); de aquí revisamos nuestros valores (no los bursátiles) y qué es lo que nos parece importante. Llegados a este punto, hacemos nuestra lista de metas, que en inglés se ha expresado como bucket list, que es una especie de lista de pendientes antes de morir, como esa peli con Freeman y Nicholson.
Le damos prioridades a la lista y ponemos primero lo primero; esto nos puede llevar tiempo por lo que pasadas las dos y media de la mañana del día tres
de enero podemos estar todavía jerarquizando nuestros deseos y propósitos y metas como quien juega Jenga sobre el lomo de un saltimbanqui epiléptico. Los cánones ordenan comenzar por el principio y ante tal sapiencia, sabiduría y sabihondez ponemos primero al buey y después a la carreta (nosotros nos somos aludidos). Enseguida viene el momento de medir los progresos al evaluar las metas. Para esto si nos gusta la precisión, requeriremos una calculadora científica con funciones muy avanzadas que nos indiquen que al leer un poema hemos avanzado un 2.179865% en nuestro objetivo de conocer el modernismo o el porcentaje que salga de dividir un libro entre el acervo de la biblioteca del Congreso. Tomamos impulso para alcanzar cuando menos un 15% si leemos completa la obra de Rubén Darío. No conozco quien tenga el récord de velocidad de leer Cien años de soledad.. Tu no corras.
Otro consejo fundamental es eliminar los obstáculos. Aquí lo que procede es abolir de tajo, como lo hacen los próceres, la pereza y la abulia, la inconsistencia y la distracción, el hastío y el sueño.
Nos dicen que tenemos que volvernos expertos en nuestro campo. Una vez que avanzamos aunque sea un poco ya podemos asumirnos como conocedores profundos de un estilo, de una corriente, de una moda o de una revelación y en cualquier fiesta familiar podremos reconocer una pieza de música clásica no popular con gran soltura (si es que alguna vez en estas fiestas se toca alguna). Feliz año.
canchol@prodigy.net.mx
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