El francés Hippolyte Taine dijo que una idea creadora y universal, después de llenar el mundo con sus obras, palidece y muere, surgiendo después una nueva idea, destinada a la misma dominación y a la misma multiplicidad de creaciones, y al mismo destino final. De ahí que existe la obra que se ha realizado ya, y esa obra contribuye a su vez a producir la que sigue; así la primera obra ha determinado a la segunda. Esta idea de Taine ratifica, de forma general, la tradición, y específicamente explica así mismo, los diversos movimientos artístico-culturales (Edad Media, Renacimiento, el Barroco, Romanticismo, etc.), ampliamente dilucidados por Gilbert Highet. Sin embargo, hay algunas historias que no mueren, más bien, se mantienen vivitas y coleando, como dice el dicho; ellas dan a pie a un sinfín de obras artísticas diversas, y que, como en la música, debemos llamar variaciones. Ése es el caso del Quijote. Veamos algunos detalles curiosos sobre esta obra.
En el 2010 la Biblioteca Nacional de España echó a andar su proyecto del Quijote interactivo, que está a disposición de cualquiera a través de la web (quijote.bne.es). Para llevarlo a cabo se invirtieron más de 30 profesionales –programadores, bibliotecarios, diseñadores, expertos en música y arte– y más de cinco mil horas de trabajo. A este libro interactivo se le han incluido mapas, música e ilustraciones, además de otros elementos.
Por ejemplo, se puede escuchar el sonido real de las páginas al darles vuelta, se puede “palpar” –así lo anuncia la BNE– la primera edición del siglo XVII. Dicen que al ponerse en marcha se colapsó el sitio electrónico debido a la cantidad de internautas que intentaban llegar a la obra cervantina.
Hay muchas obras musicales basadas en esta historia, entre las cuales encontrarán óperas, ballet, zarzuelas, música sinfónica, música vocal, de cámara. Obviamente, sería muy cansado tratar de nombrarlas aquí por completo. Pero sí es oportuno mencionar el musical El hombre de La Mancha, estrenado en Broadway en 1965, y cuyo libreto es de Dale Wasserman y música de Mitch Leigh; es importante hacer notar lo que Wasserman dijo: que no es una adaptación ni una versión sobre la novela de Cervantes. Por supuesto, también se puede analizar el tema de la música que aparece en el Quijote, cosa que ya se ha estado llevando a cabo.
Entre la infinidad de dibujantes, pintores y grabadores que han tomado como motivo la historia de Don Quijote, se encuentran, por supuesto, las famosas ilustraciones de Francisco de Goya (1746-1828), Antonio Carnicero (1748-1814), Eugene Delacroix (1798-1863); del siglo XIX, Gustav Doré, quien más ilustraciones realizó sobre el tema, Vincent Van Gogh y Honoré Daumier; Paul Cézanne (1839-1906), Pablo Picasso (1881-1973), Salvador Dalí (s. xx); y por supuesto, Antonio Mingote. Para muchos el responsable de la primera aparición gráfica de don Quijote fue Andreas Bretschneider (1578-1640). Otro admitido como el primer ilustrador fue Léonard Gaultier (1570-1635), lo fue, sí, pero de la edición francesa publicada en París en 1618. Del siglo XVII es
Jacob Savery, también primer ilustrador del Quijote de una edición holandesa aparecida en Dordrecht en 1657. Aunque resulte curioso, los primeros modelos marcaron la estética de los personajes, que se mantuvo con poquísimos cambios a través del tiempo.
En el 2016 la Real Academia Española ha publicado el libro Autógrafos de Miguel de Cervantes Saavedra, compuesto de once documentos de su puño y letra, para conmemorar el cuarto centenario de su muerte. El autor firmaba “Miguel de Cerbantes Sa avedra y así quería ser reconocido; no usaba signos de puntuación, no ponía puntos sobre las íes, usaba mayúsculas de manera inmotivada y las letras eran espaciadas”.
Antes de la publicación del Quijote, ya eran conocidas sus aventuras, desde hacía unos cinco o seis años antes, a través de una novela corta. Pero en el verano de 1604, Francisco de Robles, que olió el negocio, le pidió el manuscrito a Cervantes, con la historia corregida y ampliada. Cervantes trabajó de prisa y le entregó el manuscrito y Robles, quien a su vez, le dio un recibo que podría cobrar cuando el rey concediera el permiso de publicación. Se sabe que no cobró más de cien ducados, equivalentes a unos 200 euros actuales. Robles remitió el manuscrito a la imprenta de Juan de la Cuesta, en Madrid, en la que trabajaban 11 oficiales, entre ellos el corrector Juan Álvarez, a quien se culpa de las innumerables erratas del libro; se avanzaba a razón de un pliego por día. ¡Imagínense! De ahí los errores que, se ha comentado, contiene el libro.
En el 2015 iniciaron las excavaciones en los arenales del subsuelo madrileño, exactamente en el convento de la Trinitarias Descalzas, para encontrar los restos de Miguel de Cervantes, en el que participa Francisco Etxeberria, médico forense. Por supuesto, esta “actividad científica” ha sido muy discutida debido a la cantidad de recursos necesarios en una época de crisis y cuyo fin será respetar el deseo de Cervantes –quien decidió reposar ahí– o trasladar los dichosos restos a un lugar determinado para rendirle los consabidos honores. ¿Usted qué opina?
Paramos aquí porque, ya saben, el espacio es limitado. Ya, en alguna ocasión posterior, comentaremos más cosillas al respecto.