Estamos acostumbrados a que la cárceles estén llenas de inocentes. Es como si el sistema penitenciario sólo tuviera como función encarcelar. Nos conformamos con saber que el precio de este sistema es que de vez en cuando un pobre inocente tiene que pagar por todos los demás. No somos perfectos, decimos, todos nos equivocamos. Por si esto fuera poco, el documento “México Evalúa” (Centro de Análisis de Políticas Públicas), explica cómo la vida social se esta criminalizando cada vez más.
“A pesar de que se dice que el derecho penal es el último recurso de la sociedad,” apunta el documento publicado en 2013, “en México se suele tratar de resolver problemas sociales con el derecho penal.” En otras palabras, si no pagas impuestos, o si no respetas el reglamento de tránsito, o si tiras basura, o si manejas borracho, te llevan al bote.
Ya es nuestra costumbre y se nos olvida que existen otras clases de opciones al momento de declarar sentencia. “Sanciones como tratamiento en libertad, trabajo a favor de la comunidad o semilibertad” son prácticamente nulas. La razón que se da es la carencia de una infraestructura para dar seguimiento a estas sanciones y como resultado ir a la cárcel es lo normal.
Hace algunos años, me metieron al bote por andar pintando paredes. Una vez en la cárcel de piedra, en el centro de Juárez, me di cuenta que muchos de los encarcelados ni si quiera sabían porque estaban ahí. Supongo que había entre 50 o 60 presos y lo que más me sorprendió fue que varios eran tarahumaras. Algunos de ellos, ya tenían hasta seis meses. Esto me lo explicó uno de los guardias porque los tarahumaras no solamente no hablaban español, sino que no tenían la menor idea de porqué estaban ahí.
Tuve suerte de vivir esta experiencia porque para la mayoría de la gente, la cárcel es un lugar donde solamente están los culpables. No es sino hasta que tienen que pasar por la “legalidad” penal cuando se dan cuenta de que se meten a un infierno sin lógica y sin salida alguna.
Sin mecanismos alternos que puedan ayudar al proceso legal/penal, a los ciudadanos no nos queda otra más que aguantarnos. De vez en cuando, la prensa se involucra y nos disgusta el sistema, pero no pasa de ahí.
Desde los mil ochocientos, han sido los periódicos o revistas las que se han encargado de “defender” a los que se consideran inocentes. Pero hoy en día, este trabajo ha caído sobre las redes sociales digitales. Ahora es en youtube, o facebook, o twitter donde se llevan a cabo juicios “sociales.”
Mientras los canales televisivos y las radiodifusoras por lo regular se enfocan en los casos más populares, existen casos más personales donde personas civiles llevan su propia investigación cuando se trata de la inocencia de un individuo. De igual forma, los avances tecnológicos, como las pruebas de DNA, han sido usados para liberar a presos que de otra manera hubieran pasado el resto de sus vidas en la cárcel o puestos en la silla eléctrica.
Hoy existe de posibilidad de hacer una prueba de DNA en casa y las investigaciones criminales han tomado un camino diferente. Se trata de personas que con
una cámara graban, investigan, y enjuician los casos que se consideran llenos de corrupción.
Quizá el ejemplo más concreto y mas importante es la serie “Hacer un Asesino” (Making a Murderer), una serie de 10 episodios filmado por Laura Ricciardy y Moira Demos. Durante diez años, se sigue la vida Steven Avery, sentenciado a la cárcel de por vida. Sólo después de 18 años, y gracias a una prueba de DNA, se comprueba que es inocente y se le deja en libertad.
Al salir de la cárcel, Avery empieza un procedimiento civil en contra del departamento de policía en el condado de Manitowoc, en el estado de Wisconsin. Mientras el juicio civil continua, y después de dos años, Avery es arrestado acusado de asesinato.
La pregunta es, ¿Qué es lo la experiencia de un acusado sea mas importante que otra?
(continuará)