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La experiencia estética

La monumental obra de Hans Robert Jauss, Experiencia estética y hermenéutica literaria, reúne sus textos publicados durante veinte años (desde mediados del siglo XX). Jauss centra su teoría del arte en la recepción inicial por parte del público y luego por los sucesivos públicos a través de la historia posterior de la obra.

El concepto “experiencia estética” es el punto central de su teoría del arte, con el que hace énfasis en la dimensión comunicativa de la relación entre el artista y su auditorio. Entre el escritor y la tradición literaria que lo precede, así como entre el texto y los públicos sucesivos de lectores, se instaura una relación fundamental para el arte mismo. Así, la recepción le da sentido a la obra, sin la recepción la obra sería letra muerta.

Antes de Jauss, Hans-Georg Gadamer propuso una inversión contra el discernimiento del juicio de Kant, porque éste último encaminó la obra de arte a una subjetividad a ultranza, que desemboca en la “conciencia estética”, y dio un viraje hacia la "estética de la obra".

Jauss corrige luego el juicio de Gadamer porque el hecho de conceder primacía a la obra presenta igualmente una desventaja: descuidar aquel componente, también esencial de la experiencia estética, que es el goce. Jauss ve en dicho componente la dimensión específica del arte, y hace de él el núcleo de su teoría de la experiencia estética.

El interés de Jauss por la tercera crítica kantiana no se limita únicamente a la "experiencia subjetiva" (aisthesis), que sigue siendo el punto de partida de toda estética, sino que se extiende a la "experiencia intersubjetiva" (catharsis), a la que necesariamente remite.

El juicio de Jauss se basa en el presupuesto de que la experiencia estética refiere primordialmente al gozo experimentado en el contacto con la obra. La experiencia es el modo específicamente humano de conocer. La experiencia no es únicamente una ocupación contemplativa; es un modo particular de conocer y en cuanto tal conlleva una dimensión de verdad que inicialmente sólo posee validez para quien la haya experimentado por sí mismo. Por ello, sostiene que el contacto con la obra contribuye a ampliar la "experiencia" propia del lector.

Para Jauss la obra no es totalmente autónoma, ya que hay una intervención del receptor; y se privilegia le pregunta respuesta que se da entre texto y lector. El modelo de la experiencia estética se confirma igualmente cuando se aborda la célebre tríada propuesta por la hermenéutica pietista y retomada por Gadamer: comprensión, interpretación y aplicación, lo que Jauss se esfuerza por distinguir.

Dice Jauss que “en los escritos estéticos y literarios de Mikhail M. Bajtín [hay] nuevas pistas en lo referente al problema de saber CÓMO la alteridad del otro puede ser

develada por el discurso poético”. Por ello, lo propio de la experiencia estética realizada en la obra de arte consiste en identificar el cómo (Wie) y no el qué (Was). La obra de arte no tiene en principio nada qué ver con la verdad o con el bien; no debe ocuparse del Was. La estética se interesa por el aspecto de la cosa o por el cómo de la alteridad del otro.

El interés se dirige a la "forma" y no al contenido, pues esta forma se encuentra estrictamente confinada al "carácter artístico" del objeto descrito –cuestión a la que Gadamer ha llamado la “distinción estética”–. Pero "La obra del pasado nos aparece entonces como 'letra viva' porque la forma, aprehendida como carácter artístico que trasciende la función práctica en cuanto testigo de una época determinada, mantiene presente y abierto, por sobre la alternancia de las épocas, el significado –comprendido como respuesta implícita– que hace que la obra todavía nos diga algo".

¿Cómo establecer normas para la acción práctica sobre la base de un consenso exclusivamente estético? Para Kant un modelo que sirve de canon estético nunca podría válidamente convertirse en un modelo de virtud. La acción bella no se transforma con facilidad en acción buena, asevera. No obstante, es esto precisamente lo sugerido por Jauss al afirmar que la normatividad no conceptual del consenso abierto en estética puede igualmente contribuir a la creación de normas éticas'.

Sostiene Jauss que la definición kantiana del juicio que genera el consenso muestra, en efecto, que para participar en la creación de normas, no es preciso condenar al arte a una degradación inevitable transformándolo en instrumento de adaptación sometido a la ideología dominante. La tentativa de Jauss se emparenta más bien al proyecto de educación estética de Schiller, seleccionar lo que es aceptable o no, en virtud del acuerdo de una intersubjetividad estética. En Gadamer toma el lugar del consenso: el célebre "acuerdo subyacente". No se trata en este caso de un consenso deliberadamente instituido, sino más bien de un consenso sustancial, siempre ya operante.

A pesar de las diferencias entre Kant, Gadamer, Habermas y Jauss, se abre con el arte un espacio privilegiado, protegido de las constricciones pragmáticas e institucionales; un ámbito de libertad, de libre adhesión, que permite redefinir" de manera inédita el "papel

 
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