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El cine mexicano

El 5 de agosto de 1896 apareció en México una de las primeras notas publicadas sobre el cine, que anunciaba que pronto se establecería en nuestro país el aparato óptico del que tanto se hablaba en Europa. Fue Porfirio Díaz el primer espectador en una función privada que se ofreció en el Castillo de Chapultepec, por los representantes de los hermanos Lumière. La primera función pública ocurrió unos días después en la calle de Plateros, y el éxito, desde entonces, fue rotundo.

Además de las películas que traían de Francia, los enviados de los Lumière también filmaron y proyectaron pequeños cortos en México: Escena en los baños de Pane, Alumnos del colegio militar, Doña Carmen Romero Rubio de Díaz en carruaje, Duelo a pistola en el bosque de Chapultepec, entre otras. Porfirio Díaz tuvo la fortuna de ser uno de los primeros personajes de ese cine mexicano: El general Díaz despidiéndose de sus ministros, El general Díaz paseando a caballo en el bosque de Chapultepec, El general Díaz recorriendo el zócalo, etcétera. Luego, muchos empresarios llevaron el cinematógrafo itinerante a todos los recovecos del país. Para 1899 el cinematógrafo era un gran espectáculo popular; y en 1900 la ciudad de México contaba ya con 22 locales, unos para la gente decente y carpas para el vulgo.

En 1917, Mimí Derba y Enrique Rosas fundaron la Azteca Films, la primera compañía totalmente mexicana; y quizá Derba haya sido la primera directora del cine nacional. De ahí surgió El automóvil gris (1919), el filme más famoso de la época muda del cine mexicano, aunque no se trata de una película sino de una serie de doce episodios, que cuentan las aventuras de una banda de ladrones de joyas, que fue muy célebre en la ciudad de México, hacia 1915.

Poco se puede decir del cine mexicano de los veinte. Pero debemos recordar que en 1927 el cine habló por primera vez. Mientras tanto, Emilio Fernández –y otros directores– recibió su educación cinematográfica en Hollywood. Se cocinaba ya la que sería la época de oro, comprendida entre 1930 y 1959 e inaugurada con la película Vámonos con Pancho Villa (1935). Luego, del mismo director, Fernando de Fuentes, fue el éxito taquillero Allá en el Rancho Grande (1936). La internacionalización se da en 1941 con la cinta ¡Ay, Jalisco, no te rajes! El final de esta época se marcó con la muerte de Pedro Infante, en 1957.

En 1943, Emilio el Indio Fernández estrena su obra Flor silvestre. Pero sus cintas María Candelaria y La perla son consideradas lo mejor de su obra. Esto dio un gran prestigio al cine mexicano. En esta época se da el culto al actor, y ni siquiera es necesario mencionar sus nombres (Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, María Félix y Dolores del Río).

También encontramos a los comediantes: Cantinflas, que grabó desde 1936 a 1981; Tin Tan, que trabajó en el cine desde 1953 a 1973; Viruta y Capulina, quienes se unieron a partir de 1952.

La producción cinematográfica mexicana se redujo -durante la década de 1960- tanto a dramas familiares con guiones de baja calidad, como a escenarios para cantantes de rock and roll (recordemos a Angélica María, César Costa y Enrique Guzmán). Luego, esta actividad tocó fondo, gracias a los manejos nepotistas de Luis Echeverría (1970-1976) y de José López Portillo (1976-1982). Después del 80 las películas picarescas se volvieron monótonas, propiciando el cine de ficheras, género caracterizado por el uso del albur, muy popular en México.

El cine de acción predomina entre 1980 y 1990, con películas de los hermanos Almada, por ejemplo; este género desembocó después en la producción de filmes sobre sobre narcotráfico.

Es oportuno anotar el nombre del director Arturo Ripstein y Rosen, quien debutó a los 21 años, con un guión escrito por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, titulado El charro, cuyo resultado fue un western, Tiempo de morir (1965). Se consolidó durante los sesenta; en los setenta aparecen, bajo su dirección, tres de las películas más importantes del cine mexicano: El castillo de la pureza (1972), El lugar sin límites (1977) y Cadena perpetua (1978) –época en la que se estrena también El apando (1975)–; las dos últimas lograron colocarlo en el selecto grupo de jóvenes cuya filmografía comenzó a ser estudiada con detenimiento por especialistas nacionales y extranjeros. Después de un periodo poco afortunado, Ripstein se casa con la escritora Paz Alicia Garciadiego, con quien ha trabajado desde entonces.

Llegamos así al llamado “nuevo cine mexicano”, en el que se pretendía retratar la realidad social. Muestra de ese momento fueron Rojo amanecer (1989) y La tarea (1990). En los años siguientes, el cine mexicano fue recobrando, paulatinamente, un nuevo prestigio con la aparición de películas como La ley de Herodes (1999), de Luis Estrada.

Ahora se ha dado un incremento de jóvenes directores, entre los que podemos nombrar a Alejandro González Iñárritu, Diego Quemada-Díez y Andrés Clariond, y en varios casos, se trata de su opera prima.

Aunque el cine mexicano está muy lejos de las grandes potencias cinematográficas, parece que comienza a resurgir. Amores perros (2000), El crimen del padre Amaro (2002), Babel (2005), El laberinto del fauno (2006), el documental Presunto culpable (2011), La jaula de oro (2013), Heli (2013), Hilda (2014), En el último trago (2015), contribuyen a dignificar al cine nacional.

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