Dijimos en nuestra columna anterior respecto de los factores que deben tomarse en consideración para medir la productividad de una empresa de manufactura que se mueve en los mercados internacionales, que los elementos necesarios para manufacturar productos de calidad en cualquier empresa, básicamente son: recursos materiales, capital físico, recursos humanos y financieros. También mencionamos que la mezcla adecuada de estos dependerá de las habilidades gerenciales de cada planta y la cultura que prevalezca al interior.
Pero también hay que tomar en cuenta el entorno en el cual las empresas se desarrollan, que causa múltiples efectos directos e indirectos que impactan a las mismas. Por ejemplo, los imprevistos que existen respecto a situaciones como elementos climáticos que se ven aumentados por la carencia de infraestructura. Al existir una infraestructura inadecuada, una simple lluvia puede generar grandes atrasos en entregas de materiales de producción o de producto terminado, al existir retrasos por calles inundadas, o los cuellos de botella que generan retrasos en las operaciones de importación y exportación, por la mala infraestructura en los puertos fronterizos.
Un entorno que es difícil de medir, pero tiene un gran impacto en la productividad, es la existencia de una estado de derecho robusto y eficiente, su carencia ocasiona altas tasas de interés y
aumento de costos administrativos, fiscales y por la generación de ineficiencias operativas que impactan a los proveedores de bienes y servicios de las empresas que apoyan a las exportadoras. Por desgracia el factor que se ve más afectado son los sueldos y salarios aunque la mano de obra sea altamente eficiente y capacitada. Éstos, en otros lugares del mundo son más elevados porque las empresas tiene márgenes para otorgarlos por la eficiencia del entorno empresarial en donde se desenvuelven.
Para poder hacer que las empresas exportadoras sean más competitivas, sin que se le cargue a los trabajadores las ineficiencias del entorno en donde las empresas se desarrollan, el gobierno debe, en primer término, mejorar las instituciones para que exista un ambiente favorable a la operación y creación de empresas.
Al generarse un ambiente de certidumbre jurídica, de reducción a las barreras arancelarias y no arancelarias, leyes fiscales que impulsen a los negocios en lugar de exprimirlos, disposiciones laborales justas que no abran la puerta a acusaciones frívolas ni movimientos sociales sin sustentación; al generar sistemas de control gubernamental que sean creativos y prácticos que eviten duplicidades y contradicciones entre las diferentes dependencias; al tener un sistema judicial imparcial que resuelva los diferendos sin favoritismos en un tiempo razonable, al otorgar facilidades para abrir empresas, sin tener que pasar por altos costos y retrasos inexcusables; al otorgar certidumbre fiscal en las normas tributarias que no estén cambiando cada vez que hay un nuevo
gobierno; al reducir la complejidad fiscal, generamos el abatimiento de costos que hacen a las empresas competitivas y por lo tanto dan un margen para el aumento de salarios que generan un circulo virtuoso en la fuerza de trabajo que labora en el entorno de las empresas exportadoras y en las que alimentan y apoyan a las mismas.
Según el pensamiento de Friedrich August von Hayek, conocido defensor del liberalismo económico, las reglas del estado de derecho tienen que ser estables, y carecer de contradicciones y deben de estar libres de disposiciones que otorguen discrecionalidad en su aplicación. Nuestra industria exportadora sufre una pléyade de normas discrecionales, tanto administrativas como fiscales. El corazón de la regulación de las maquiladoras se encuentra basada en decretos presidenciales, disposiciones administrativas misceláneas y normas e interpretaciones que cambian constantemente, por lo que están por debajo de los estándares establecidos por F.A. von Hayek.
El Estado de derecho, de acuerdo con F.A. von Hayek, debe estar basado en normas e interpretaciones para su aplicación que sean previsibles, para que las empresas y personas puedan planificar sus vidas dentro de un régimen jurídico estable. Las leyes no deben ser arbitrarias y deben ser consistentes con nuestras tradiciones, usos y costumbres de libre comercio y tan libres como sea posible de acciones discrecionales por parte del gobierno.
En ese ambiente de incertidumbre es difícil planear a largo plazo para crear compañías que sean proveedores a las maquiladoras.
No es necesario tirarle dinero a los problemas con subsidios si no se cambia el entorno incierto de la industria exportadora.
Es por ello indispensable que empecemos a generar círculos virtuosos en torno al motor más grande que tiene nuestra economía, el de la industria exportadora. Esto ya existe, después de más de 50 años de esfuerzos y vicisitudes en esta área de la economía. En lugar de despreciarla e incomprender a nuestra industria exportadora, denostándola y echándole la culpa de nuestros males, debemos de aprovecharla, conectando a nuestras empresas con la misma, pero para ello, debemos empezar por darle certeza y seguridad jurídica y simplificarle su sistema regulatorio.