Domingo común y corriente
- Ricardo León García
- Apr 14, 2016
- 4 min read
Es el día que todos esperamos. Nos levantamos a la hora que se nos pega la gana, si no queremos, no nos vestimos (mucho menos nos bañamos). Seguramente sucede en mucha gente, que se trastorna la digestión por cambiar el horario, por haber bebido en demasía el sábado (o desde antes), por excederse en todo cuanto no deberíamos consumir o hasta por no ayudarle al cuerpo a concluir la digestión y pasar el domingo tragando como niño dios…picio y evitar ante todo cualquier forma de movimiento corporal.
Hasta la médula de los huesos me ha llegado el anuncio de que el domingo es el día para estar con la familia. Si le hago caso, entonces el resto de la semana será para mandarla al carajo y solamente este día de holganza recordaré que formo parte de un núcleo social del que miles de veces en mi corta vida he escuchado que le llaman “la célula básica de la sociedad”. Pero es día de no hacer nada.
Si es en familia, el domingo es para estar echados viendo tele. Cualquier porquería es buena para cumplir con el precepto del domingo familiar, el chiste es estar todos juntos alrededor del principal elemento cohesionante de la familia: el televisor.
El día comenzaba hasta hace poco con Chabelo. Los bodoques levantados desde temprano, echando su desmadre jocosamente a falta de escuela y en ausencia de quienes todavía se encuentran babeando la almohada. Pero ya sé que me dirán que la vida cambia y ahora en muchas familias se tiene un televisor en cada habitación de la casa. Pues bien, los afortunados que cuentan con más de una habitación, no se han desprendido del rollo ese de que todo es mejor en familia y cada quien ve lo que se le pega la gana en la tele, pero bajo el mismo techo, sintiéndose en familia.
Lo anterior se relaciona con que siempre hubo y habrá adultos reacios al canto de las sirenas chabelinas y mejor miran como lelos su deporte favorito, rodeados de cerveza y comida chatarra… ah, y de su familia (no se descarta que después de un entretenidísimo espectáculo deportivo que duró x tiempo, se pase el aficionado de tres a cuatro veces x recetándole a sus familiares contertulios los programas de excelsos comentarios analíticos y siempre categóricos de quienes tienen como función en esta sociedad recordarnos que después de ver un estúpido juego de no sé qué, nos lo deben explicar puesto que seguramente no entendimos una chingada de algo tan complejo y trascendental para la especie humana. ¡Chido tu día de asueto!
Pero no hemos de generalizar. Hay familias que en realidad toman el domingo como un relax, siempre y cuando formen parte de esa mítica masa amorfa a la que pomposamente llamamos “clase media” (autosic, como alguna vez escribiría Monsiváis, qepd y similares). Para pasarla a todas emes, basta salir en familia y desayunar un menudo en bola o unos tamales o ir al brunch (suena como a vómito, pero da la impresión a quien lo dice, de que se trata de algo espectacular, de mucho mundo y caro).
Para quedar bien con la tradición o con quien sea, se pasean un ratillo por la sede de su religiosidad y una vez lograda la purificación, viene el paseo –siempre en familia, of course– por el mall o centro
comercial, donde lo principal es coincidir con conocidos, que se les vea felices en familia y llenando bolsas –a veces reutilizadas– como si estuvieran dejando la vida financiera en un solo domingo. Claro, hay gente que se lo toma en serio y verdaderamente llena bolsas nuevas con nuevas compras, ya posteriormente se arreglará con los buitres del banco, al cabo que para eso son los meses sin intereses, ¿o no?
Para los jodidos que no les gusta hacer bola en las tiendas, existe la opción de hacer una carne asada. Pero está todo tan caro en el país maravilla de Luis Videgaray y el panzón Carsterns, que si compra uno carne, ya no alcanza para las birrias –o viceversa–. La solución es hacer caso a los ofertones de sabadomingo, cuando los supermercados se ponen grandiosamente espléndidos y le bajan el precio a los huesos con pellejo. El deseo de la carne es satisfecho con la ilusión provocada por el aroma de la manteca que se va derritiendo mientras más tiempo pasa al calor de las brasas. Así, un domingo familiar se convierte en un bello día en el que echamos toneladas de desechos tóxicos a la atmósfera e invitamos a los cientos de moscas de alrededor a compartir el pan y la sal, siempre en familia.
A propósito del humo finsemanero, hay que imaginar la cantidad de felices familias que se reúnen a asar carne. De contar en Juaritos con autoridades municipales con el rango de visión de las de la ciudad de México, hace mucho que habrían impuesto el “Hoy no circula” a los asadores, aunque permiten y seguirán permitiendo circular a los miles vehículos yonke que lo hacen a diario y mantener sin control a las empresas que contaminan aire, agua y todo lo demás. Las lecturas de partículas suspendidas en el aire no se hacen, y si en verdad ocurre, nos hacemos pendejos solos.
Pero a todos nos debe quedar claro que la familia tiene múltiples formas y en mi ciudad las familias de motociclistas se reúnen a rodar por estas calles de dios cada fin de semana. La ciudad se revitaliza –¡neta!– cuando cada que los grupos de motociclistas van de un lado a otro, felices y contentos, haciendo rugir sus poderosas máquinas expulsoras de humos inocuos y falsos decibeles. Pendejean un rato en algún sitio y cual manada de ñus en el Serengeti, se arrancan con sus ruidos y sus vapores venenosos hacia otra parte del universo para regresar al rato y seguir así, horas y horas, quemando combustibles fósiles como mero ritual purificador y liberador de las almas en tortura.
Ah, el beautiful Sunday, I love it.
mawyaka@hotmail.com
http://www.semanarioelreto.com http://lascotidianas.wordpress.com