Fue escandaloso cuándo Vicente Fox accedió y se sometió a las presiones de Estados Unidos para despedir al embajador de México ante Naciones Unidas y a la cónsul general en Denver. Le molestaba a Estados Unidos el nivel de activismo nacionalista de los diplomáticos.
Ahora Peña repite la dosis. Después de unos cuántos meses en el puesto despide al embajador en Washington. Por cierto, este embajador fue recibido con reservas en el país debido a su inexperiencia en las lides diplomáticas, especialmente para una embajada de esa importancia. Su caída les da la razón a sus críticos.
El gobierno filtró que el embajador fue despedido por un comentario a favor de Margarita Zavala, lo que de ser cierto es para horrorizar. Por un lado el comentario era inocuo, y por el otro muestra un espíritu represivo inaceptable. Filtraron que era para modificar la respuesta nacional frente a Trump, lo que es todavía peor, porque habla mal del gobierno el que una política dependa de una persona y que no lo pueda hacer escogido con tanto cuidado.
Extraoficialmente se supo que el gobierno de Estados Unidos reclamó su remoción justamente por comentarios sobre Trump. No importa que tan desatado este el fascista de Trump, ningún embajador puede intervenir en política doméstica, aunque ellos intervienen en todo el mundo.
Este desaguisado muestra la debilidad de la postura mexicana frente a su vecino y socio, y demuestra también la debilidad en que se encuentra el gobierno mexicano, que cede ante todo lo que le pide el vecino, aunque no recibe nada a cambio.
Llegará a Washington un diplomático de carrera que estará limitado al tener que representar a un gobierno timorato e inefectivo, que está más preocupado en proteger a sus protegidos económicos, que en gobernar para mejorar la calidad de vida de una sociedad empobrecida por la necedad neoliberal.