Quiero compartir unas palabras sobre la obra pictórica de un artista que llegó a México en calidad de exiliado hacia el año de 1939: me refiero al pintor Enrique Climent, nacido en Valencia en 1890 y fallecido en la ciudad de México en 1980. A diferencia de muchos exiliados que llegaron siendo niños, Climent llegó ya maduro como persona y como artista. Debió huir a pie desde Barcelona hasta Francia y pasó penurias de confinamiento. Se embarcó en otro de los barcos insignia de la generosidad mexicana: el Sinaia y llegó a Veracruz. El dibujo con plumilla que acompañamos a este texto tiene como tema la travesía en ese barco.
Cuando Climent llegó a Mexico ya era un artista formado como un producto de su historia personal y de las corrientes europeas imperantes. De seguro que el impacto con las tendencias mexicanas de aquel momento debe haber sido enorme; México vivía todavía un período de acendrado nacionalismo y repercutía el muralismo como la corriente en boga mientras que él traía un bagaje distinto.
Respecto a la obra de cualquier pintor, todo lo que se sepa sobre su estilo no deja cuando mucho de ser un indicio; la obra de un artista no es para entenderse en el sentido racional del entendimiento como luz en la conciencia sino por el contrario, como descubrimiento y empatía. La pintura habla formas, colores, dimensiones, proporciones y la obra de Climent es rica en colores pero a la vez seca y de dimensiones reducidas; la gran mayoría de los cuadros de la exposición es de formato pequeño. El visitante verá diferentes trabajos emprendidos por el artista: retrato, paisaje y naturalezas muertas en diferentes técnicas todas ellas dominadas con maestría: óleo, pastel, tempera, encáustica, grabado y serigrafía. Hay también bosquejos a lápiz que muestran su gran talento.
Como parte de la exposición se exhiben algunos libros, pinceles y un manuscrito que parece formar parte de un diario, en donde el pintor señala cómo su ánimo variaba: mientras un día trabajaba y se sentía cerca de lograr su cometido artístico, al día siguiente todo parecía en contra y sin embargo, y esto es muy importante, no dejaba de trabajar y aunque por la mañana sentía no tener inspiración o ánimo, por la tarde experimentaba la satisfacción del logro alcanzado.
Todos los cuadros expuestos revelan una consistente unidad pero agrupada por décadas lo que permite al visitante apreciar de forma elocuente su evolución y a la vez la
constancia, nunca monotonía, de su obra, que por lo demás es abundante, variada y peculiar.
Cuando Climent murió, el Palacio de Bellas Artes organizó una gran exposición seguida de un largo periodo de silencio y es hasta 2015 que el Museo de la Ciudad de México presenta nuevamente una muestra de la obra de Climent.
Es de reconocerse, celebrar y agradecer al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura esta exposición en Ciudad Juárez que se presentará hasta el mes de junio. El museo se encuentra en la zona Pronaf en las inmediaciones de la plaza de las Américas y la entrada en gratuita.
Ver esta obra y en ella, la visión de un artista arrancado de su patria pero arraigado en México es un privilegio. Aprovechémoslo.
Antonio Canchola Castro
canchol@prodigy.net.mx