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La narrativa del “nuevo” gobierno (Mexicanos por Trump)

Aunque parezca imposible de creer, existen mexicanos que viven en los Estados Unidos que van a votar por el Donald. Y a pesar de todas las predicciones, inclusive la mía, parece que Trump tiene el camino abierto para ser el candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el partido Republicano.

Se debe aclarar los Republicanos no están de acuerdo con Donald. No solamente por sus inconsistencias (donó millones a los Demócratas, sus planes no tienen el mismo fondo ideológico) sino por su comportamiento. Al señor Trump le falta educación política y no sabe las reglas del juego que él mismo pagó para jugar.

Pero a pesar de todos los obstáculos, el candidato sigue ganando representantes y sigue causando noticia. Se habla mucho de las razones por las cuales se ha “fracasado” en detenerlo, se explica cómo es una burla para la sociedad (y para el mundo) que alguien como él sea candidato para presidente, y se descalifican sus logros al no tener un marco claro para “explicar” su popularidad. Inclusive se habla de cómo Donald es un síntoma de lo mala que es la educación en el país del norte.

No creo que se pueda entender los avances políticos de una figura tan peculiar sin entender el marco donde suceden tales atrocidades. Tampoco se pueden enfocar nuestros esfuerzos en pretender conectar un problema a una sola causa. En esta ocasión me enfocaré a la narrativa política que se usa en este momento.

De alguna manera, el sistema político de cualquier país se ha venido juzgando como bueno o malo según sus finanzas. Esto es, si un país está endeudado se le tacha de malo y si tiene dinero para gastar se le califica de bueno. El gobierno, debido a esta percepción, se ha convertido en el “negocio” más grande del mundo. Ya no se habla de servir, o de asistir, o de proveer a los y las ciudadanas con la mejor educación, los mejores salarios, los mejores servicios médicos, o las mejores oportunidades empresariales, sino de cómo los recursos producen más ganancias para el Estado. El bien común se ha transformado en un aparato de ingresos. Ya no se maneja el gobierno como un “servidor” publico, sino como un “negocio” redondo.

Así, los seguidores de Trump afirman que su candidato es el mejor porque sus negocios tuvieron éxito y se cree que el gobierno tiene como propósito principal ganar dinero, ganar contratos con otros países, y acabar con los que están en contra. Se olvida que los servicios públicos, para ser efectivos, tienen que perder dinero y no ser costeables.

Bajo estas circunstancias, nuestra realidad política asemeja una fantasía donde Donald puede decir y hacer lo que la gente que piensa igual no puede hacerlo. De los peligros más eminentes del candidato republicano es su lema: “hacer América grande otra vez.” La connotación de “grande” oculta cierta ideología: ¿A que grandeza se refiere? ¿A la grandeza durante la guerra civil? ¿A la grandeza cuando las mujeres no tenían derecho a votar? ¿A la grandeza cuando sólo los “blancos” mantenían el poder”?

Nos asombra como Trump puede ser racista, xenofóbico, machista, y llegar a tan alto puesto de poder. Más bien, nos debería de sorprender que sus victorias no son mayores. Donald refleja la ideología que cree la mayoría de la gente frustrada con su

medio ambiente. Se trata una distorsión emocional donde la situación personal se debe a los extranjeros, o de las mujeres, o de la sociedad donde YO no estoy en control.

Me recordó a un tío mexicano, que después de vivir de “ilegal” en El Paso logró hacerse ciudadano “Americano.” Una vez segura su posición, expresaba cómo Estados Unidos debería cerrar la frontera para no dejar pasar a los ilegales.

Donald representa la misma fantasía, el mismo cuento, la misma ideología de mi tío que al sentirse inferior y alejado del grupo del “poder” se dedicó a culpar a los de su misma situación económica y social.

Los mexicanos que votarán por Trump sufren del mismo mal que los gringos que se sientes aislados y fuera del sistema de poder. Donald es la oportunidad para escapar la responsabilidad personal y reflejar sus miedos abiertamente sin el temor de ser juzgados.

Después de todo, ¿A quién le gusta sentirse que no es importante?

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