Hace unos días asistí como invitado a una ¿competencia? ¿certamen? ¿exhibición? de físico cul-turismo. En este evento participó por primera ocasión una joven sobrina que hizo muy buen papel. Su nombres es Emma. ¡Felicidades!
Era la primera vez para mi de una experiencia como esta. El auditorio donde se llevó a cabo el evento estaba hasta el tope y el ambiente hervía lleno de porras y gritos de apoyo a los participantes de diferentes categorías. En las afueras del lugar, mientras hacía fila para ingresar, los contendien-tes se paseaban solo en pequeños calzoncillos desplegando sus espaldas y abdómenes sin grasa. Conmovido e inundado de una rara empatía no pude menos de lamentar que nunca hubieran co-mido una pizza rociada con cerveza o bien devorado una hamburguesa con papas fritas. Esto lo pensaba mientras me sobaba la panza, trofeo bizarro al decadente epicureísmo.
Ya adentro, el evento fue, como desfile de modas, una pasarela de músculos cubiertos con un maquillaje oscuro para darles mayor presencia. El físico culturismo no es considerado como un deporte, al menos no de carácter olímpico, aunque implica mucho ejercicio. Tiene sus detractores que se refieren a él como una manifestación acentuada de narcisismo, que sospechan de las mus-culaturas y las atribuyen a sustancias indeseables y que ven con menosprecio/envidia a los muscu-losos. Vi participantes de todas las edades, desde jóvenes adolescentes hasta adultos casi mayores muy bien conservados. Ahí decidí reducir mis raciones de golosinas.
Dejando de lado a los críticos, debe resaltarse que todos los participantes deben ceñirse a una rutina de ejercicios que les requiere varias horas al día varios días a la semana. en el gimnasio bajo la supervisión de un instructor no siempre bien reconocido. EL ejercicio se torna celoso y segura-mente no pueden tomarse unos días sin sentir o sufrir un retroceso en sus medidas. De igual manera, la alimentación está sumamente cuidada y casi no ingieren nada que no sean proteínas y vitaminas. A veces las dietas, en las que predomina el atún y el huevo cocido, llegan a resultar casi incomibles porque el cuerpo rechaza el mismo alimento por hartazgo. No pueden tomarse liberta-des porque éstas serían más que evidentes en el porcentaje de grasa que de seguro no llega al 10%.
Todos los participantes lo hacen convencidos de su práctica y se esmeran en exaltar mediante posturas su musculatura girando de 90 en 90 grados a la derecha y de esa manera muestran los grupos musculares: espalda, pecho, pierna, brazos, abdómen. Puro six pack; puro lavadero y en cambio mucha lavadora entre el respetable que grita a los jueces los números de los favoritos. Jueces. Los villanos. Los que no reconocen a quienes decidimos son los ganadores.
Esta experiencia nos permite observar que en cada competencia solo queda satisfecho el primer lugar; los otros, frustrados casi no resisten el llanto y el enojo. Después de la competencia escu-chamos críticas a los jueces; se habla de favoritos y de rencillas: puede ser, pero lo cierto es que muchos son los que se sienten enojados cuando tendrían, por salud y estéica que sentirse felices. El hecho de estar allí luego de sus rutinas y sus esfuerzos los hace triunfadores si no ante los demás, si ante ellos mismos.
Antonio Canchola Castro
canchol@prodigy.net.mx