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Entrecruces

Es común que los conocedores se expresen acerca de la relación entre las diversas manifestaciones artísticas, argumentando que poseen algunos rasgos en común; y que incluso se dan cruces entre ellas. Veamos algo al respecto.

Los siguientes versos son parte de un poema escrito por sor Juana Inés de la Cruz, y publicado en el Segundo Volumen de sus obras (1692),

«Óyeme con los ojos,

ya que están tan distantes los oídos.»

La sinestesia es el tropo mediante el cual se atribuye una sensación a un sentido que no le corresponde, aunque en las líneas anteriores resulte tan lógico a nuestro intelecto, tal como cuando “oímos” lo que nos dice un pintor, así, en este poema de sor Juana se oye a través de la vista, al leer, las quejas del amante. Algo similar sucede en ese concurrir de dos de las artes en una misma obra.

Las relaciones entre distintas disciplinas y expresiones artísticas constituyen una amplia red para la investigación, y son un excelente ejemplo de lo anterior. No es de extrañar, entonces, que encontremos en la historia del arte constantes encuentros entre, por ejemplo, música y pintura, pintura y escultura, literatura y música, etcétera, etcétera, expresado de múltiples formas, una de las cuales es lo dicho por Friedrich Shlegel: “Miguel Ángel es en cierto sentido un escultor; Rafael, un arquitecto; Correggio, un músico”.

Así también lo atestigua la innumerable cantidad de imágenes de que disponemos, como las pinturas con músicos, bailarines y hasta la orquesta completa. Incluso podemos mencionar el caso del concierto barroco no sólo en su primera acepción, en la música, sino en la pintura de la cubana Diana Balboa y en la novela de Alejo Carpentier –como vemos, una confluencia entre diversas manifestaciones del arte–. Este autor cubano tiene otra novela de su autoría titulada El arpa y la sombra, ¿debemos pensar en música y pintura dentro de la literatura?

“La poesía [dijo Lope de Vega] es pintura de los oídos, como la pintura es poesía de los ojos”, misma idea expresada por Leonardo Da Vinci de otra manera: “La pintura es poesía muda y la poesía es pintura ciega”; Horacio la formula así: “Una pintura es un poema sin palabras”.

Roman Jakobson –en su obra titulada Ensayos de poética– escribió un texto –“Sobre el arte verbal de los poetas pintores Blake, Rousseau y Klee”. Y Paul Klee pintó un cuadro al que llamó «Polifonía», un término surgido en la música; así mismo, Adolph Menzel (1815-1905) tiene un «Concierto de flauta»; Francesco Guardi, un «Concierto de gala en

Venecia» (1782), y Jean Brueghel el Viejo (1568-1625) uno titulado «El oído». En todas esas pinturas podemos observar músicos e instrumentos.

El Concierto barroco de Carpentier es un excelente ejemplo del dominio de una disciplina e incrustada en otra. Abundan en esta pequeña novela menciones de compositores, conciertos, óperas. Por ejemplo, el protagonista entabla conversación con un fraile (Vivaldi), "el sajón de cara roja" (Haendel) y "el joven napolitano" (Scarlatti); descubren la tumba de Igor Stravinsky y presencian el entierro de un músico alemán que murió de apoplejía (Wagner).

El cubano ha utilizado su erudición histórica y musical para ambientar los escenarios. El argumento gira en torno a la interpretación de la ópera «Montezuma» de Vivaldi, cuyo libreto fue escrito por Giusti, quien –a su vez– hace una adaptación de la Historia dela conquista de América, del cronista mayor de las Indias, Mosén Antonio de Solís; y es el propio autor esquíen dirige la ópera. Lo mejor del asunto es que la narración posee una estructura plenamente musical, los movimientos del concierto –alegro, adagio y vivace– determinan los capítulos de la novela.

Casi para finalizar la novela el protagonista y su criado asisten al ensayo de la nueva ópera de Vivaldi, Montezuma, estrenada en 1709, que trata sobre la conquista de México por Hernán Cortés. Toda vez que lo contado no es muy fidedigno que digamos, el criollo se indigna y cuando la representación concluye, grita de manera desaforada: "¡Falso, falso, falso, todo falso!"

No les cuento más, mejor léanla, pero mientras eso sucede, les dejo aquí estos versos de Salvador Díaz Mirón, primer cuarteto de su soneto titulado “Música fúnebre”.

Mi corazón percibe, sueña y presume.

Y como envuelta en oro tejido en gasa,

la tristeza de Verdi suspira y pasa

en la cadencia fina como un perfume.

Y de un soneto titulado “A la pintura”, de Rafael Alberti, estas siete líneas:

A ti, línea impensada o concebida.

A ti, pincel heroico, roca o cera,

obediente al estilo o la manera,

dócil a la medida o desmedida.

A ti, forma; color, sonoro empeño

porque la vida ya volumen hable,

sombra entre luz, luz entre sol, oscura.

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