El factor Trump ha disparado temores en ambos lados de la frontera pero con temas que son meros artificios de campaña: los estadunidenses racistas ven satisfechas sus pasiones de pureza de raza y los mexicanos usan a Trump como una risible bandera de campaña nacionalista.
El muro fronterizo que Trump va a construir y que costaría entre 5 mil y 10 mil millones de dólares -- como se lo confesó Trump a Bob Woodward y Robert Costa, del The Washington Post-- , estaría localizado del lado estadunidense y por tanto México no tendría justificaciones presupuestales para pagar una inversión en otro país. Y la amenaza de Trump de detener pago de remesas implicaría una decisión imposible de instrumentar.
Lo que queda es la declaración de guerra que señaló Trump para obligar a los mexicanos a pagar el muro, la cual significaría una segunda guerra de los pasteles que Francia decretó en 1839 contra México por una cuenta de 60 mil pesos en pasteles y daños al restaurante de un tal Remontel, aunque el fondo era aprovechar el caos mexicano durante el santanismo para apoderarse de su economía. Y si hay guerra con de los EE.UU. contra México, ¿qué pasaría si la La Guerra del Muro ha sido más bien un factor de campaña de Trump porque la frontera ya tiene varios kilómetros de muro que no han servido para
detener el flujo de migrantes y en Europa han comenzado a construir muros --como el de Melilla, en España-- contra migrantes africanos.
Lo que parece pasmar a los analistas estadunidenses es la convicción de Trump de que sí va a construir el muro. Woodward y Costa lo entrevistaron en abril y el aspirante republicano les entregó dos hojas manuscritas con el diseño de su estrategia de cobrarle el muro a los mexicanos.
Los dos periodistas del Post utilizan el sentido común para demostrar la irracionalidad de Trump: si México no paga el muro, entonces Trump como presidente de los EE.UU. deportaría a once millones de mexicanos ilegales y frenaría el flujo de remesas de mexicanos que envían a México y que constituyen el primer rubro de ingresos de divisas de la balanza de pagos mexicana; pero sin esas remesas, México entraría en una nueva zona de crisis porque frenaría su PIB sin remesas y entonces millones de mexicanos volverían a meterse ilegalmente a los EE.UU. en busca de empleo, con muro o sin muro.
Así, Trump no tendría muro, ni migrantes enviando remesas, ni dinero en México para pagar el muro y sí millones de más migrantes ilegales. Woodward y Costa dijeron: “¿puede alguien con un mandato tan risible de la aritmética básica ser un aspirante serio a la presidencia?” La indagación periodística revela
que la oficina Goverment Accountability Office -- Oficina de Responsabilidad Gubernamental-- de los EE.UU. ha señalado la imposibilidad de realizar seguimientos de los dineros que inmigrantes ilegales envían a México a través de miles de casas de transferencia de dinero. De ahí la imposibilidad práctica del muro y el cobro.
Lo malo de todo es que la estridencia nacionalista de Trump le ha dado a los políticos mexicanos una bandera de nacionalismo oportunista, burdo y patético a Vicente Fox, Felipe Calderón o Jorge Castañeda y otros rasgándose la bandera nacional contra el molino de viento de Trump.
Sólo queda que los mexicanos se preparen para una segunda guerra de los pasteles.
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