La envidia es un sentimiento de descontento o avaricia, es la tristeza o pesar por el bien ajeno y el deseo de algo que no se posee.
Bertrand Russell en su libro El jardín de los placeres humanos habla de la envidia: “De todas las características de la ordinaria naturaleza humana, la envidia es la más desafortunada; la persona envidiosa no solo desea infligir desgracia, y cuando lo hace, lo hace con impunidad, pero también dicta su propio descontento por la envidia. En lugar de obtener placer de lo que él tiene, se deriva el dolor de lo que otros tienen.”
A pesar de que la envidia es generalmente vista como algo negativo, Russell también cree que la envidia fue la fuerza impulsora detrás del movimiento hacia la democracia y debe ser soportada para lograr un sistema social más justo.
Los psicólogos han sugerido recientemente que puede haber dos tipos de envidia: la envidia socarrona y la envidia benigna, la benigna se expresa como un impulso de motivación positiva.La biblia habla extensamente sobre la envidia, y nos invita a sacarla de nuestra vida y poder amar a los demás sin ver ni querer lo que ellos tienen, ya que nuestras posesiones vienen de Dios. En el libro de Job 5:4 leemos “Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia”, todo ese esfuerzo de envidiar a otra persona cae en la vanidad y se alimenta de celo, de un sentimiento de derecho que se merece y escatima su humildad convirtiéndose en egoísta, como leemos en el libro de Eclesiastés 4:4 “He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.”
Bíblicamente hablando, somos entes espirituales; fuimos creados por Dios como cuerpo y alma, Dios sopló su espíritu de vida sobre nosotros y fuimos creados como seres vivientes, así trataremos a la envidia y al celo como espíritus que influencian el comportamiento de las personas. El celo es un sentimiento negativo de inseguridad, una ansiedad que anticipa la perdida de algo que es de mucho valor en referencia a una conexión humana, una mezcolanza de emociones de impotencia y disgusto. El diablo es celoso del lugar en el que Dios nos tiene (Bajo la sombra de sus alas Salmo 17:8), recordemos que la Palabra Divina dice que Satanás fue desplazado del lugar de Alabanza creado para él (era un ángel de adoración a Dios) y al momento de su rebelión fue echado no solo de ese lugar sino de los lugares Celestiales y va a usar todos estos malestares (espíritus) para venir en contra de la humanidad.
El espíritu de la envidia y el espíritu de los celos son muy diferentes, pero trabajan juntos en connivencia, porque los celos son el miedo a la sustitución y la envidia es el descontento de la gracia especial y la habilidad que otra persona puede tener y el deseo de tenerlo. Somos envidiosos de las
posesiones de otro hombre y celosamente temerosos de perder lo que tenemos. La envidia aflige ver lo que los demás tienen.
Los celos entran en la escena dentro de la esfera de los negocios, religión, y en especial en los medios sociales, debido al temor de la gente a ser desplazados o cuando la envidia incita a tener lo que los demás tienen, la gente piensa que tiene el derecho a la misma devoción y llamado de los demás como si fuera de ellos mismos, eso lleva a una falsa humildad y egoísmo, oponiéndose a las instrucciones de Yeshua en la Biblia, de tratar de llevar su carácter en nuestra vida.
Justamente te conviertes en el conducto del odio permanente de Satanás odiando a los que te rodean, te vuelves el canal que bombea odio en tu casa, trabajo y lugar de culto alrededor de tu vida, te alienas por tu celo y envidia de todo lo bueno y positivo en la vida.
Una persona celosa y envidiosa tiene un entendimiento muy estrecho de los demás, con un egoísmo narcisista que nunca tiene una buena palabra para aquellos que le rodean, les tratará de robar el corazón para sus propios propósitos, y la falsa humildad le dirá en su mente: nadie me quiere y nadie me entiende, además yo soy mejor que todos y nadie lo puede ver, nadie me reconoce.
Hoy quiero alentarte lector a que mires a los que te rodean con ojos de gracia por lo que han logrado y no dejes que el celo y la envidia estropeen lo que Dios te ha dado en tu vida.
Se gozoso de lo que tienes, no siempre el pasto del vecino es más verde, nunca sabes por las que está pasando.