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Con el sudor de la frente

Doquiera que circulemos por esta ciudad, encontraremos que se ofrecen empleos. Como en los buenos tiempos, los dueños del mundo llaman a los ejércitos de desempleados a ocuparse dentro del régimen ciento por cien legal y “con prestaciones superiores a las de la ley”. El crecimiento anunciado por Agustín Carstens y Luis Videgaray, así como por Christine Lagarde o Luis Alberto Moreno parecería materializarse con la cantidad de puestos de trabajo anunciados en la frontera.

Y ni modo… si para tragar debe uno trabajar, a ponerle al jale con ganas. Así puede uno comenzar, con muchas ganas. Pero hay que enfrentarse a la presión de los compañeros, al alma jodativa de supervisores de ambos sexos (o de uno por uno), a las cuotas de producción, a los horarios de esclavo, a las maravillosas condiciones de trabajo y a los fantásticos salarios.

Las trasnacionales, las locales de largo impulso y los medianos y pequeños negocios, casi todos, piden gente, ofrecen las perlas de la virgen y, encima, hay que trabajar.

Pedro acaba de conseguir un jalecillo de limpieza en el hospital. Además de que no le gusta el horario, está acostumbrado a que su amá haga la limpieza de la casa cuando sale del trabajo. Nunca había limpiado algo. Llegó al lugar porque un amigo le dijo que buscaban gente por la ampliación de los servicios de salud y suponía que le darían el puesto de guardia de seguridad, de enfermero o de ayudante de algún médico. Pero no terminó la secundaria… Hoy, cuando no se esconde en el cuarto de aseo mientras guasapea con sus compas de la clica, deambula con un mechudo cambiando de lugar la basura del piso, de un rincón a otro, esperando a que llegue la hora de su salida.

Sanjuana llegó a Juárez dos meses ha y ya se colocó en una planta de una trasnacional que se dedica a armar componentes de cable de cobre. Termina con los dedos inflamados por estar haciendo una y otra vez lo mismo a lo largo de ocho a diez horas de lunes a viernes. No sabe para qué sirven, ¿servirán de algo?, a ella le da lo mismo si son veinte o quince tramos de cobre en cada mazo que fija. Varias veces el supervisor le ha regresado piezas porque van incompletas. “¿A quién carajos le puede importar semejante estupidez?”, se lo pregunta cuando va en el camión de regreso a casa, mientras se frota las manos a modo de terapia para disminuir su cansancio y su frustración.

Abandonó el bachillerato por aburrimiento. Brallan sentía que iba de oquis a la escuela y decidió buscar un jale para comprarse un nuevo celular. Es ayudante en una empresa dedicada a colocar y dar mantenimiento a ornamentaciones de granito, mármol, ónix, cantera y esas cosas. Avienta las máquinas, esparce los químicos de mala gana, se niega a usar mascarilla, siempre anda con la música a todo volumen y no puede sostener los materiales y el equipo con la seguridad requerida porque a cada momento siente que debe sujetarse el pantalón que siempre amenaza con descender más abajo del medio escote nalgatorio.

Rosenda siempre quiso ser profesora en un jardín de niños, sin embargo, nunca hizo nada por aprender, por empaparse de conocimiento y supuso que su amor a la infancia era suficiente argumento para graduarse como educadora. Ya ni siquiera reclamó el lugar que había ganado en la normal. Ahora es mesera en una negociación dedicada a servir desayunos. Camina entre las mesas arrastrando los pies, siempre se le olvida algo al momento de levantar una orden, dos o tres veces por semana derrama el café sobre algún comensal. Se queja del poco monto de las propinas y ahora exige

que se junten las de todos los meseros y se repartan por partes iguales. La idea de democracia surtió el efecto deseado.

Susi siempre está pletórica de entusiasmo, pero cuando debe hacer lo que le corresponde en la chamba, cae en un estado profundo de depresión. Además de llevar la cuenta de la producción de cada panadero, le corresponde tratar con los compradores. Nunca aprendió a calcular correctamente el tamaño de bolsa necesaria para la cantidad de piezas de pan elegidas por cada persona. Suele lanzar en un movimiento horizontal de derecha a izquierda, todos y cada uno de los panes, aunque hay veces que el orificio de entrada de la bolsa se le hace pequeño y el cuerno, la chorreada o el churro salen volando debajo del mostrador. Hay quien le ha escuchado decir que lo más odioso en la vida es contar piezas de pan, por lo que mejor sería dedicar su tiempo como posicionadora y diseñadora de uñas esculturales.

Monchito se siente todo un gigoló. Desde que lo expulsaron de la primaria se ha dedicado a tratar de conquistar niñas. Por cierto, se sospecha que pagó una cantidad muy alta para que desaparecieran su expediente de primaria y consiguiera un certificado hechizo con el cual fue aceptado en la secundaria. Lleno de labia, rollero a más no poder, envuelve a sus víctimas y las convence de que él ha sido el artífice del gran desarrollo de la empresa, aunque es incapaz de explicar cómo con su título de abogado y maestría en relaciones internacionales con un doctorado en psicología animal y un posdoctorado en tecnología de la comunicación trascendental, no ha pasado de ser el subjefe de contrataciones para el área de talleres en la fábrica. Nadie le conoce una actividad productiva específica, salvo que siempre está en constante intercambio de sandeces con los demás.

Kitty ha fracasado en todo trabajo que ha logrado obtener, siempre la han despedido antes de completar el primer mes. Está segura de su extrema mala suerte, aunque ahora que tiene tres semanas ya como encargada de entregar los boletos a la entrada del estacionamiento del centro de convenciones, parece que podría romper su propia marca. Hoy es un día especial, parece que habrá más gente que de costumbre y Kitty ya se hartó de estirar el brazo para entregar tan vital documento a los visitantes. No ha dejado de guasapear con sus primas. Ya se le han caído varios boletos porque no se fija dónde está la mano del conductor. A dos de ellos, cuando le reclamaron que pusiera atención a su trabajo, los mandó a checar su mail. Ahí va el gerente de personal del lugar... Kitty se encuentra desempleada nuevamente.

Génesis, 3:19

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