Con ganas de parafrasear a los clásicos me permito suponer lo que diría el conocido pensador Perogrullo, de los más citados sin saberlo igual que lo es hablar en prosa; que cada país con base en su historia tiene una realidad propia o bien realidades propias de las que lo dicho en los libros de texto son solo modestas aproximaciones escolares. Muchas de las naciones actuales son recientes convenciones de conveniencia con un grado diverso de estabilidad; sus idiomas son una creación unificadora pero perviven los dialectos; baste hojear el periódico para percatarse de la plasticidad histórica. Nacen países y otros, desaparecen; se entretejen integraciones y otras se deshilachan. Para efectos de estudio las ciencias sociales recurren a la generalización pero si le aplicamos una lente de aumento a cada realidad nos asombrarán las multiplicidades que hallaremos. El conocimiento está en los detalles.
Es el caso de México que está compuesto por diferentes circunstancias: lingüísticas, gastronómicas, jurídicas, musicales, históricas y políticas. Conocer México no es fácil por su complejidad. El conocimiento es un presupuesto del gobierno.
Por lo que toca a la población, es fácil simplificar la composición poblacional y menospreciar el porcentaje de indigenismo lo que explica su olvido y marginación. A pocos interesa aprender una lengua indígena no valorar el conocimiento acumulado.
La gastronomía tan diversa tiene todavía un campo enorme para su desarrollo. México tiene el privilegio de contar no con una cocina sino con un sistema culinario que tal vez solo Francia y China puedan rivalizar con uno parecido y admiro el esfuerzo que hay en varias localidades para retomar y transmitir este saber que nos identifica y distingue en el mundo.
En el caso jurídico en México coexisten formas de tenencia de la tierra, de gobierno y de participación que proceden de una trayectoria de siglos, previas a la conquista española, que han subsistido. Nuestra historia rebasa los cánones estrechos y por ello es importante conocerla. Caso similar es la historia de otros países de América Latina.
En lo musical, los diferentes géneros populares son ricos y se transmiten por generaciones y esa riqueza ha podido trascender al campo de la música sinfónica en la que descuella la obra de compositores como Juventino Rosas, Revueltas, Momcayo, Chávez y otros más que enriquecen el panorama.
Todo lo hasta aquí leído resalta como siempre por su obviedad. Lo que es preocupante es el escaso ambiente de distribución de todo este conocimiento. Hay programas y decisiones de gobierno pero son insuficientes. Las fuerzas libres del mercado tienen en poco a los jaraneros de la huasteca, la vida y obra de los Revueltas y la cocina prehispánica, yucateca o tarasca les tiene sin cuidado. El mercado distribuye productos desechables, superficiales y coyunturales. Los anaqueles de la cultura debieran rebosar de oferta pero esta es escasa y desaprovechada.
Aparte de obvio, este artículo sería injusto si desconociera los empeños varios para enseñar y difundir música, lenguas, cocinas, normas pero frente al número de habitantes del país, apenas son pequeños esfuerzos. Toda esa riqueza ancestral y comon de la que nos sentimos orgullosos y herederos debe ser nuestra y de todos y para ello requiere ser distribuida con toda la fuerza de un acto de gobierno. La cultura es una prioridad.
Antonio Canchola Castro
canchol@prodigy.net.mx