Desde que Salinas se entronizaba en el poder, algo de lo primero que hizo fue manipular estadísticamente los datos para demostrar que la economía crecía.
Y es que es muy atractivo manipular la estadística para que diga lo que los políticos quieren que diga.
La medición de la pobreza no ha sido la excepción en este juego de números. Primero el gobierno inventó diversas categorías de pobreza, pensando con ello que podía distraer la atención sobre un problema fundamental.
Ahora se han atorado en la medición, pero como se ha perdido la uniformidad, ahora un área del gobierno contradice a otra área de gobierno. El caso es que los pobres siguen igual o peor de pobres.
No se trata de indicar las culpas por el pésimo uso de una fortuna gastada en una lucha contra la pobreza que no derrota a la pobreza. Porque esos fondos sirvieron para alimentar a una burocracia golosa que no tiene llenadera.
Los problemas contra la pobreza son simples placebos, que sirven para calmar iras, y atar a la gente a la voluntad del gobierno. Asistencialismo puro y duro. Y con esa postura, ese problema estructural no es derrotable.
La pobreza postra al sistema económico, previene la creación y crecimiento del mercado interno, y expulsa a la población. Esto a su vez introduce tensiones internacionales.
Pero más que nada, la pobreza, condena a millones de personas a la inopia, les arrebata el futuro y les quita la posibilidad de tener una vida mejor. Y esos elementos son una función ineludible del gobierno.