Actriz a escritor: “Me encantó tu libro. ¿Quién te lo escribió?”. Escritor: “¡Qué bueno que te gustó! ¿Quién te lo leyó?”.
COUP EN TURQUÍA
Tras el frustrado golpe de Estado en Turquía, Eric Margolis (73 años, periodista y escritor gringo muy conocedor del Oriente Medio) dice: “Baluartes de los neocons en la opinión pública, como el Wall Street Journal, el Washington Post y el New York Times, de inmediato comenzaron a soltar veneno contra Erdogan (que no es ninguna perita en dulce, pero es el presidente ‘democráticamente’ elegido). La cobertura de CNN fue excepcionalmente sesgada y asquerosa, digna del viejo (periódico soviético Pravda)”. En fin, los presstitutes gringos pierden cada día una rebanada más de la ya muy escasa credibilidad que les queda en la opinión pública mundial. Por cierto, el lugar en que Erdogan estaba vacacionando al momento del golpe era Marmaris, un puerto turístico en el Mediterráneo. Estambul es la novena ciudad del mundo con más multimillonarios (28), después de Nueva York (98), Moscú (58), Hong Kong (54), Londres (46), Pekín (45), Mumbai (33), Dallas (32) y Seúl (29); y por arriba de París (27), San Francisco (26), Sao Paulo (25), Shenzhen (25), Taipei (24), Los Ángeles (22), Singapur (22), Shanghai (19), Delhi (17), Tokio (16) y Yakarta (15). Nuestra venerable Corruptitlán ni pinta en esa lista (pero no te equivoques: nuestros ricos no son menos, nada más son más discretos).
TARTAMUDEZ
A propósito de Marmaris hay otras ciudades que parecen haber sido bautizadas por un tartamudo: Baden Baden, Bora Bora, Hohhot, Amecameca, Cincinati, Hamamatsu, etc. Por cierto, leo que “la tartamudez es un trastorno permanente o circunstancial del habla (o más bien de la comunicación oral, distinguen algunos), que puede tener un impacto emocional grave en las personas que lo padecen y se caracteriza por las repeticiones e interrupciones involuntarias en la emisión de palabras. Pero hay gente que convierte este defecto en su mayor motor. La disfluencia, mejor conocida como tartamudez, es un trastorno de la fluidez al hablar. No se trata de una enfermedad sino de una dificultad involuntaria en el dominio de la comunicación oral, que se caracteriza por interrupciones que vienen acompañadas de tensión y estrés. Entre los muchos tartamudos que superaron el problema y alcanzaron la celebridad están los actores James Earl Jones, Bruce Willis y Anthony Hopkins (disléxico, además), el gran escritor William Somerset Maugham, Lewis Carroll (autor de Alicia en el País de las Maravillas), el político Winston Churchill (psicópata, además) y en la historia el emperador romano Claudio, el patriarca Moisés, curiosamente el mayor orador de todos los tiempos, el griego Demóstenes, y millones de personajes más.
MICHAEL CAINE
Te cuento ooootro de los enemil absurdos que produce la demencial situación política global de hoy. A sus 83 años el gran actor británico-cockney y ahora “sir”, se vio obligado a cambiar legalmente su nombre a… Michael Caine. Y es que nació Maurice Joseph Micklewhite, el nombre que él mismo ha usado siempre en su vida cotidiana y que aparece en todos sus documentos oficiales. Cuando llegó a un aeropuerto, el oficial de migración lo saludó con un respetuoso “¡Hola, Michael!”, y luego quedó petrificado al ver que el pasaporte estaba expedido a otro nombre. ¿Qué hacer? Su manualito decía que no podía permitir esa clase de discrepancias (eso ocurre cuando los burócratas-robot y las naciones consideran que tú eres “propiedad” de ellas, eso es un pasaporte). Pero esta no fue la primera vez que el actor tuvo que cambiarse el nombre. Cuando comenzó su carrera actoral se había puesto Michael Scott como nombre artístico, pero descubrió de pronto que ya había otro Michael Scott en el mundo teatral. El apellido lo escogió de prisa, al teléfono con su agente, al ver anunciada en la pared de enfrente la película El Motín del Caine (1954, adaptación de la novela de Herman Wouk de 1951) protagonizada por su actor favorito, Humphrey Bogart.