No me ayudes, compadre
- Ricardo León García
- Aug 6, 2016
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La institución modelo de la democracia mexicana logró que a partir de julio del año 2015 entraran en vigor unos parches que se redactaron dentro de la Ley General de Vida Silvestre. El resto de los institutos políticos, paladines de la democracia y del sentido común, negociaron con los verdes la aprobación en las cámaras. La Academia Mundial de Animales Silvestres aplaudió la medida y hasta se atrevió a mandar al comité del Premio Nobel la propuesta para candidatear al PVEM para el premio de la paz, de física o de lo que resulte primero.
El punto culminante de la ingeniosa, trascendental, vital, protectora y sapientísima reforma a la ley, es el párrafo añadido al final del artículo 78, cuya poderosa frase admonitoria y condenatoria, a más de estar caracterizada por un portentoso uso de la retórica jurídica para la sustentabilidad ecológica y la remembranza franciscana, dice a la letra: “Queda prohibido el uso de ejemplares de vida silvestre en circos.”
De todos es conocido el debate posterior a la aprobación de la dichosa reforma. Los ambientalistas por moda se sumaron al espíritu protector. Los empresarios y todos los que dependían de los ingresos por la actividad circense, protestaron por los nubarrones de tormenta que se avecinaban. A otros, la tristeza les hizo mella y no aceptaban la resignación. Los legisladores provenientes de la franquicia del oportunismo y las cero convicciones ecológicas, les vino como anillo al dedo para producir decenas de anuncios en los medios y seguir dilapidando los recursos que los ciudadanos gustosos aportamos para seguir manteniendo mentes brillantes y preocupadas por el futuro de los y las mexicanos y mexicanas.
Milenio, citando fuentes de la SEMARNAT, informó hace días que fueron censados 1298 animales que los circos entregaron vivos a santuarios (sic), zoológicos (que carecen del calificativo de santuario), que los vendieron a coleccionistas, taxidermistas y traficantes de especies salvajes. Un año después, en julio de 2016, se tiene noticia de que no hay más de 300 ejemplares vivos.
Es decir, el objetivo de los verdes se cumplió a cabalidad: cero animales en los circos, se dejó de “poner en riesgo el bienestar de los animales” (dentro del circo), para “dar cabida al talento humano”, según expone con orgullo en la sección Propuestas cumplidas la página electrónica oficial del PVEM. En otra parte de la misma página, el partiducho se autoalaba diciendo: “Hoy México se pone a la vanguardia en el bienestar y trato digno animal”.
¡Recórcholis! Se ufanan de una reforma que evitó el maltrato de los animales dentro de los circos para que terminaran convertidos en tapetes y trofeos de cacería, en mascotas exóticas de algún narco o de algún politiquillo con ínfulas faraónicas, sino es que ya dejaron de sufrir con el final de su vida.
La ley se cumplió. ¡Bienvenido el estado de derecho! Los que vivían del circo ahora tienen como alternativa vivir protegiendo la vida animal or something like that. La ley es tan benévola que transforma radicalmente a las personas. Quienes portan harta conciencia de la sustentabilidad y de la conservación de los ecosistemas en el exilio, además de seguir aplaudiendo la reforma, deben estar satisfechos de la bendición que han recibido los exanimales de circo. Los susodichos seres salvajes en cautiverio, hoy gozan de la plenitud de la dignidad otorgada graciosamente por los dadores de bienestar a diestra y siniestra, en medio de alguna sala, en un rincón de la recepción de alguna oficina,
retacados de borra o alimentando la curiosidad de los visitantes de los santuarios de la vida silvestre o de las casas de algún mafioso legal o ilegal, qdg.
Cierto es que las condiciones de vida de muchos de esos animales era deplorable. Después de haber sido arrancados de sus formas naturales de vida, de los entornos en los que luchan cada día contra la ambición de la persona humana, sufrieron el cautiverio con alimentos procesados y poca agua. No es raro suponer su estado de depresión por el encierro y las constantes vejaciones en sus masas corpóreas para obligarlos a hacer las gracias para solaz y esparcimiento de los mamíferos bípedos que se jactan de racionales.
Aunque las reformas a la ley sean atribuidas únicamente a una parte de los legisladores del verde, la responsabilidad es de todos y cada uno de los miembros del congreso de la unión por aprobarlas. Hayan estado o no en las sesiones en las que se discutió y votó el cambio. ¿Cómo se les ocurre emitir una ley sin siquiera medir las consecuencias a corto y mediano plazo? Nadie está obligado por ley alguna a dar seguimiento a la nueva vida digna de los animales que alguna vez formaron parte de los circos.
La SEMARNAT tan sólo debió verificar que los circos no conservaran animales. Su responsabilidad, por ley, no va más allá de eso. Aplausos al legislativo. Aplausos para los que presentaron la iniciativa. Aplausos para los encargados de las instituciones que no emiten alertas cuando los diputados y senadores redactan leyes de manera estúpida.
¿A quiénes hacer responsables por la desaparición de todos esos animales arrebatados a la indignidad del espectáculo circense? Es responsabilidad del partido verde. También son responsables todos los partidos que mandaron votar a sus legisladores de acuerdo con el partido satélite del prianismo. De manera individual, son responsables esos diputados y senadores. También lo son esas pomposamente llamadas organizaciones de la sociedad civil, preocupadas día y noche por la salvaguarda de la vida silvestre.
¿Fin de una tradición? Es probable. Pero para seguir moviendo a México, los animales son necesarios. El circo de la política sigue pletórico de animales, caiga quien caiga.
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