Un día, una joven escritora me sorprendió cuando se sentó a mi lado mientras disfrutaba de un pastel en el viejo Café Central. Entra las pequeñas cucarachas me platicó que un amigo de ambos, estaba buscando poemas para una revista nueva a punto de publicarse. Le dije que con mucho gusto y sacó un cuaderno donde había escrito más de 100 poemas.
La mayoría de los poemas rimaban y el tema que trataba era, como era de esperarse, el amor. Leí con cuidado la mayoría y me di cuenta de que se trataba de una principiante. Antes de comentar, me miró con un poco de miedo. Sonreí y le dije que me gustaban mucho, pero que no creía que deberían de publicarse.
“Le falta que los tallerees”, le dije.
“¿Qué es eso?” me pregunto preocupada.
Le explique que antes de publicar era una buena idea que alguien más leyera sus poemas y sugerí, de la mejor manera que leyera los poemas de Alfonsina Storni, Emilia Pardo, Gabriela Mistral, Rosario San Miguel, y otras tantas. Fui lo mas cuidadoso posible. La muchacha sonrió y se fue. Me sentí orgulloso pensando que le había hecho un favor.
Pasado algunos días y llegó a mis manos la nueva revista. La tristeza no me ha dejado desde entonces. Los poemas publicados eran mucho más malos de los que me había mostrado la muchacha. Se trataba de una revista de aficionados y se me quebró el corazón. Por mi culpa esa muchacha no había visto publicados sus poemas, y tal vez no los mostraría a nadie más. No recuerdo el nombre de la muchacha, y sólo espero que no me haya hecho caso. Me he sentido tan mal por tanto tiempo.
Esa es la advertencia sobre los talleres literarios. No debemos olvidar que por lo regular las personas que participan han tenido algún estudio formal. Es raro encontrar un taller en línea este conformado completamente por principiantes y no es extraño que a la primera participación se sienta uno decepcionado.
Es por eso que si no nos sentimos a gusto en el taller, por importante que sea, debemos abandonarlo. Si tenemos la suerte de que el director o directora del taller tenga la suficiente experiencia para manejar cuidadosamente a un principiante, corremos el riesgo de terminar con la carrera de un escritor antes de que empiece. No son pocas las víctimas de la literatura formal en la universidad. He visto demasiado casos cuando llegan muchachos con sus cuadernos llenos de rimas y son descalificados.
Es por eso que la guía de entrar a un taller tiene en primer lugar tener una meta concreta. Se que entender que como novatos no vamos a ser aceptados, al principio. Son gajes del oficio.
Es segundo lugar tenemos que aprender a no corregir a los demás. Es muy importante enfocar nuestras respuesta a cómo nos sentimos ante el texto. No se dice, “me gustaría que cambiaras esto o aquello” sino “en este capítulo me confundí, lo que hace el personaje me hace sentir como que no lo conozco, al final sentí que no entendí el mensaje”. De esta manera, estamos informando al autor o autora si logró su objetivo o no.
El tercer punto es “No Defender lo que escribimos”
Cualquier opinión sobre nuestro texto no se debe defender. Sólo se debe escuchar y tomar notas. Si alguien comenta “no entendí esta parte” no debemos contestar con un “es que…” Si el lector esta confundido, o no entiende un pasaje, o siente algo, nuestro trabajo de escritor es aclarar esos puntos. Tenemos que aprender a ser lectores objetivos aun de nuestros propios textos. No es fácil, pero es necesario.
Siguiendo estos puntos lograremos crear un lugar y espacio donde todos los participantes se sientan seguros de compartir sus textos y de recibir criticas.
Buena suerte, y adelante.