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Vergüenza olímpica

Cada cuatro años escuchamos las mismas quejas sobre la vergüenza olímpica mexicana.

Es cosa de esconder la cara cuando un solo deportista logra más medallas que toda la delegación mexicana junta. Un meme le pedía a Michael Phelps que le donara cinco medallas a la delegación mexicana. Obvio es preguntar por qué un solo atleta tiene mejor desempeño que todos los mexicanos juntos.

Tal vez la novedad ahora es que el director de la CONADE se atrevió a llevar a su novia, masajista personal y parejas de amigos dentro de la delegación oficial. Y si, también en ese medio, México hace el ridículo, tanto por la mediocridad de sus atletas como por la corrupción de sus directivos. Pero no hay que sorprenderse mucho. Algunos medios en California sostienen que Peña Nieto ha sido el peor presidente en la historia de México y esa competencia no es nada fácil.

Desde el 2000 vamos en caída libre en la importancia económica del país y en todos los índices de competitividad. No hay ninguna razón para que el deporte sea la excepción.

Como siempre, también en breve empezaremos a descubrir que el gasto público para el deporte es superior al de muchos países que les va mejor que a México.

Seguramente preparar a Phelps costó menos que llevar a una enorme delegación de atletas, entrenadores, funcionarios, novias, esposas, compadres. Cómo siempre llevamos escuchando de atletas que tienen que dormir en el suelo, que hicieron enormes esfuerzos para poder entrenar, y llegaron a la gesta olímpica a dar resultados mediocres. ¿Había mejores? Si no, ¿por qué no los hay? Si el dinero se lo entregaran a los atletas, ¿les iría mejor?

En Estados Unidos invierten fortunas en los programas atléticos universitarios de dónde salen los campeones olímpicos. En México una universidad despidió a un entrenador que había llevado a los atletas al campeonato nacional cinco años seguidos, porque había que reemplazarlo con un mediocre amigo de la directora que supervisaba el deporte.

En Cuba, Rusia, China, el Estado se encarga de financiar y promover a sus deportistas, tal vez porque buscan una ganancia político-ideológica mostrando que sus sistemas pueden competir con el capitalismo, y sus atletas dan resultados. Algunos jocosamente dicen que si no sacan medalla sacan

encierro. En México el Estado financia al deporte, pero no hay resultados positivos porque el gasto sirve para engrosar burocracias glotonas y funcionarios corruptos, y los atletas aparentemente no dan para más. La pregunta, claro está, es, si acaso el dinero bien invertido en los atletas daría un resultado distinto. Para aquellos que creen que el habría no existe, basta con mostrar el control faccioso, algunos dirían mafioso, del Comité Olímpico Mexicanos, de las federaciones respectivas, donde predomina el negocio de los dirigentes en detrimento de los atletas. ¿Se podrá revertir este cuadro?

El deporte no debe ser para beneficio de unos cuántos. Debe ser una práctica social amplia, dónde la sociedad se beneficie del “mente sana en cuerpo sano”. El deporte debe ser una política de Estado aplicada desde kínder hasta los niveles más elevados de educación. El país debe estar cubierto de ligas deportivas de todo tipo de disciplina deportiva, y la sociedad debe supervisar todos aquellos espacios dónde se invierte o gasta el dinero público.

La batalla es contra las burocracias privadas y públicas que actúan como vampiros y los políticos que sangran los recursos nacionales como si fuera su bolsillo personal. Todo esto, por supuesto, sin rendir cuentas. En un país donde la opacidad domina, no hay razón para que ninguna actividad sea la excepción.

Una auditora me dijo que tenía que emitirme una observación, porque, aunque no había encontrado nada, creerían que no había hecho su trabajo.

En México se audita y re audita aquello dónde no habrá nada, para no tener energías de auditar ahí dónde se medra con los recursos nacionales.

Esta vez, con el desastre olímpico, la mofa llegó a las redes sociales, porque como siempre, el humor es la mejor salida para la frustración.

Y ante la impunidad pasada, presente y futura, en unas semanas más el tema quedará atrás. Tendremos un nuevo escándalo. Otra casa blanca, departamento en Miami, gobernador impune ante sus desperfectos, o lo que se acumule. A final de cuentas escándalo mata escándalo.

Y dentro de cuatro años, tendremos oportunidad de repetir, los mismos argumentos que hemos venido escuchando en las últimas olimpiadas sobre el desempeño mediocre de atletas mal cuidados, mal tratados y peor entrenados, que, en lugar de dar medallas, dan lástima.

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