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No esperes a que yazgan

Esta semana asistimos a las honras fúnebres del licenciado Sergio Reaza Arriaga quien falleció en la ciudad de Chihuahua. Acompañamos a su familia, nuestra también, en ese momento doloroso y esto me anima a escribir sobre el amor a los padres y la muerte. Lo considero un tema cultural porque la manifestación externa del dolor es una forma de expresión determinada socialmente. Aprecié mucho al licenciado Reaza y lamento su partida.

Cuando mi padre murió yo no había logrado resolver muchas diferencias con él; fui casi hijo único, aunque con dos hermanos, y muchas veces sentí su cuidado sobre mí como un peso insoportable y mi comportamiento fue igualmente odioso. Recuerdo que a él le gustaba citar el caso del niño que ve a su padre como un héroe o como un modelo; más tarde ya adolescente, lo ve un poco fuera de onda; en la edad adulta temprana, siento que puedo hacer mucho más de lo que él hizo y conforme llega el otoño, se llenan los ojos de lágrimas y reconoce y reconozco la sabiduría que tanto tiempo me ha tomado aceptar y sobre todo, por orgullo, reconocer. ¿Fue acaso un presagio? Sí y no y quien sabe.

De lo que estoy seguro es que me gustaría que mi padre viviera ahora; caminaría con él, hablaríamos de muchas cosas y comeríamos en los mercados como a él le gustaba. Estoy seguro que estaría orgulloso de mí (aunque yo no) y vería en su orgullo su cariño por mí sin descalificarlo o sentirme incómodo. No se si coincidiríamos en política; en deportes no tengo duda porque nos gustaba el mismo equipo de beisbol. La vida me dio una nueva oportunidad con mi suegro.

La esposa del licenciado Reaza, a quien podemos llamar con afecto Sergio, nos narra que en sus últimos momentos Sergio le pidió un abrazo y poco a poco se desvaneció entre sus brazos. ¡Toda una vida en un momento!

Todo esto me lleva a recordar el poema Si tienes una madre todavía de Neumann en el que se describe el amor materno recibido y la tristeza de la muerte. Un equivalente para el padre, supongo que lo puede ser el poema de Jaime Sabines a su padre titulado Algo sobre la muerte del mayor Sabines.

Sin embargo, dejando de lado la poesía, que es producto del intelecto y las emociones unidos en una obra, lo que me gustaría subrayar es el privilegio que tienen lo que lo tienen, de contar con sus padres. No siempre las relaciones son buenas o por resentimientos o por fastidio, por abuso o por indiferencia o por razones varias todas ellas respetables pero lo que es cierto es que una vez que parten lamentamos mucho no haber expresado nuestro afecto sin condiciones.

No esperemos a la partida para rememorar tantos momentos lo mismo alegres que penosos; muchas veces los padres nos sentimos como un potencial o real estorbo para nuestros hijos y no queremos molestarlos.

Más que una sensiblería, acercarnos a ellos, escuchar sus recuerdos, aburridos o no, saber de sus gustos, anacrónicos o presentes, lo que hacemos es enhebrar el pasado con el futuro porque si tenemos hijos, gran bendición, somos un puente sobre el que puede transitar el amor y el respeto entre generaciones.

canchol@prodigy.net.mx

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