Como siempre, al servicio de las grandes causas nacionales, el INEGI maquiló hace unos meses para la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (sic) una interesantísima encuesta gracias a la cual sabemos que el 56 por ciento de los ciudadanos mexicanos viven sin tener una cuenta bancaria. ¡Santo Niño de Atocha! ¿Cómo puede ser que en estos tiempos haya tantos mexicanos bajo tan miserables condiciones?
“Eso es más pior que si nos dijieran quel veinteporsiento de la jente no tiene para comer en el diario”, me respondió por email el doctor Epifanio Malaparte Zorrilla, investigador nacional nivel III ½ y hoy profesor huésped en Oxford donde tiene a su cargo el seminario Finanzas y emprendedurismo en el Mundo Contemporáneo de Hoy, y mientras se toma un descanso de sus labores como profesor emérito de la Duck University en la ciudad de México, de la cual es socio mayoritario fundador y rector vitalicio.
La CNBV, bueno, sus dirigentes se encuentran hasta el tope de preocupaciones por tanta gente que no alcanza los beneficios del servicio bancario en el país. El presidente de la dicha ceenebeuvé ha dicho que también se ocupan y que el resultado de la encuesta es así, aunque “se ha avanzado mucho en la penetración [¡joder, ya lo decía yo!], pero hay un área de oportunidad muy grande”. Busque en Milenio del 15 de junio de 2016 la nota “No tiene cuenta bancaria 56% de la población en México”. Así que seguirán tratando de obligar a los despistados para que se bancaricen. Perdón, ¿dije obligar? No, me equivoqué. Intentarán convencerlos de entrar de una vez por todas a la modernización financiera que siempre es símbolo de la vitalidad y empuje de una sociedad con el rumbo bien trazado hacia la consecución de lo mejor para la sociedad en su conjunto.
El pasado 31 de octubre se “conmemoró” el día mundial del ahorro. Las empresas bancarias se sueltan promoviendo una práctica que no practicamos por desidiosos, por ignorantes, por despilfarradores, por no querer ver más allá de nuestras narices, por importarnos un carajo el futuro y porque no se nos pega la gana. ¿Qué nos cuesta ahorrar? ¿Por qué no pensamos en las emergencias? Si usted lee esto en el estado de Chihuahua, solamente piense si al jefe del gabinete de la actual administración estatal se le ocurre seguir la huella que ya trazó como principal aliado de Peña Nieto con las mentadas reformas estructurales en el pacto por México y nos coge (again) sin un centavo ahorrado.
Tan sólo debemos seguir el ejemplo de ilustres mexicanos que tienen fama y fortuna por ser ahorradores y previsores: los Moreira, Padrés, los Duarte, Bobby Borge, Anaya el de Atlanta, Romero Deschamps, Elba Esther, los Hank… y podríamos seguir enumerando a tanto digno ejemplo de mexicana tenacidad y visión a futuro. Si todos fuésemos previsores como ellos, otro gallo le cantaría a este país. Los bancos impulsarían el desarrollo, todo mundo tendría crédito fácil y barato para comprar cuanta cosa nos ofrezca un mercado siempre ávido de satisfacer nuestras más urgentes necesidades.
El impulso promotor de la ceenebeuvé (no olvide el sic) ha sido replicado por bancos, casas de bolsa, organismos empresariales y el mismísimo SAT. No alcanzo a imaginar por qué les interesa tanto eso de la cultura del ahorro y el uso de los servicios bancarios. ¿Usted, lector, tiene idea? Andan desatados por doquier acosando a quien se deje para echarles su rollo. Pretenden lavar el cerebro con
conceptos poscoloniales como esos de toma de decisiones, mitos y realidades de la banca y los seguros, formación de capital humano, emprendedurismo, cómo tener éxito financiero, derechos del consumidor, finanzas personales, etcétera (que es lo verdaderamente trascendente y posmoderno).
“Las gentes de todas las edades y al interior de cualesquier clase social tiene la oportunidad de iniciar una vida de aorro para que el futuro no lo tome por sorpresa porque nadie sabe lo que pasará en la vida de las gentes”, afirma contundentemente el doctor Malaparte Zorrilla desde Oxford. “Si ojala y las institusiones espesialisadas haci lo entendieran, se pucieran las pilas y fueran a todas las escuelas, bisitaran todas las empresas, combensieran a todas y todos para aorrar”.
‘El banco fuerte de México’ ya dio el primer paso, siguiendo quizá a sus asesores de imagen. Se acaba de abrir el programa para que los menores de edad, desde los muy menores y hasta los 18 años, abran su cuenta de ahorro para el retiro. Que comiencen a juntar su dinerito en la Afore XXI Banorte para que cuando llegue el tiempo puedan tener asegurada su ancianidad con lo que van guardando desde ahora (vea Milenio del 3 de noviembre del 2016).
Imagínese a esos niños que ahora comienzan (vía sus ingenuos padres) a entregar dinero a las empresas privadas que dentro de cinco o seis décadas van a decir que ya se acabó o que no pueden entregar todo lo que prometieron por culpa de los avatares del sistema financiero internacional, como está sucediendo a los trabajadores chilenos, mexicanos, argentinos, brasileños... Pero son recomendaciones del FMI que los gobiernos nacionales han seguido al pie de la letra y entregado todos esos sistemas de ahorro a los pulpos financieros trasnacionales. Del dinero de los trabajadores no queda más nada.
Ahorrar para abrirse paso en la vida, para lograr ser alguien, siempre ha sido la meta, al menos la que nos ponen en los insoportables anuncios que vemos por dondequiera que andemos. Todo el dineral que acumulan las empresas bancarias es el mismo que prestan a tasas de interés criminales. Jinetean nuestro dinero a cambio de migajas. Se convierten en cómplices de los saqueadores de los estados nacionales para luego llorar y ser rescatados por los mismos contribuyentes que, con su trabajo y ahorro, seguiremos manteniendo a esa punta de zánganos que siguen insistiendo en la modernidad disfrazada de banco, de caja de ahorro, de compañía de seguros, de casa de bolsa… de cultura bancaria y financiera.
¿Hasta cuándo?
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