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Campos de reconcentración escolar

¡Es el sistema! No es Trump solamente, ni sus antecedentes reagan-thatcherianos. Tampoco se trata de su corrupta manipulación de las libertades capitalistas. El arribo de Steve Bannon a la cima del equipo del próximo presidente de los Estados Unidos no es casualidad ni exclusivo de ese país. Al mismo tiempo que los fundamentalistas liberales tienen como máximo objetivo luchar [autosic] por un lenguaje inclusivo y políticamente correcto, los supremacistas blancos (antiislam, antiafricanos, antisemitas, antitodo), van adquiriendo posiciones dentro de áreas estratégicas básicas para el ejercicio del poder dentro de las sociedades más influyentes de nuestros días.

Este avance se da en silencio y a gritos cada vez más descarados. Obviamente, siempre habrá hordas de muertos de hambre que ante el mejor postor se postran y venden sus servicios de perversidad a domicilio, con o sin testigos, pero con marcas indelebles que pueden ser leídas en cualquier parte del mundo en tiempo real. Y siguen avanzando.

Las consecuencias de este juego de palabras y de posicionamientos contra los demás, son solamente de una índole y todos la conocemos: violencia, reacción violenta a la violencia, escalada de la intolerancia, masacres, deportaciones, refugiados en fuga, más violencia, más masacres… Después vendrán los juicios, los arrepentimientos, los “se los dije”, los borrones, las cuentas nuevas, los chivos expiatorios y los golpes de pecho; los cambios estructurales para seguir igual y a darle de nuevo, en la construcción de nuevos supremacismos, de nuevas intolerancias.

Nos espanta el hecho de que los vecinos y los ni tan vecinos actúen como lo están haciendo. Y mientras nos damos nuestros golpes de pecho, seguimos regalando recursos para aprovecharlos mejor con los incrementos de precios en los combustibles, en la energía, en los frijoles, en todo.

Lo anterior siempre debe ir acompañado de discursitos enfáticos en los que se exigen los apretones de cinturón, los sacrificios, el estoico aguante, el clásico “nomás la puntita” y a seguirle.

Así como el mundo civilizados se derechiza bajo conceptos fundamentalistas y supremacistas, los ratones que se alimentan de las migas van más allá con el eterno afán de agradar a los amos y les hagan cosquillitas detrás de las orejas mientras se empinan para recibir la caña suya de cada día. Amén.

Aurelio Nuño Mayer, el mismo que sabe ler, ha lanzado con bombo y platillos la promesa de que para abril o para mayo o entre enero y febrero (¿qué hay entre enero y febrero? No sé ler, no me entero bien) se pondrá en marcha un programa de reconcentración de escuelas. La simple terminología nos lleva a recordar los campos de concentración dedicados originalmente a satisfacer las demandas de mano de obra esclava para el engrandecimiento de la industria alemana (Arbeit macht Frei).

¿Por qué no pensar en algo menos perverso? Está bien, podríamos llevar nuestra mente hacia la civilizada política estadounidense derivada del Thanksgiving day y que desemboca en los campos de concentración, perdón, en las reservaciones para la población originaria en ese territorio.

Lo grave de la reconcentración de escuelas, es romper con el esquema básico de la organización de la población mexicana que habita en localidades que no alcanzan el carácter de urbano, separar hijos de padres, partir las formas tradicionales de producción y organización social y cumplir con las grandiosas metas de un gasto mucho más eficiente –desde el punto de vista de ¿quién?-, además de “política de equidad con mucha fuerza” (La Jornada, 21 de noviembre de 2016).

La reforma educativa avanza a pasos agigantados: a nuestros niños epidemiados con diabetes producto de los programas alimentarios de las últimas siete décadas les corresponde una escuela donde lo importante es la genuflexión de un profesorado ignorante pero fiel al sindicalismo oficial, atado a los caprichos de la administración en turno, con escasos recursos didácticos pero con la suficiente convicción –sin un plan pedagógico a la vista- de que se transita por el camino correcto con rumbo a la calidad necesaria.

Dado que jamás nos han querido definir la calidad necesaria, debemos hacer apuestas. Formaremos jóvenes con las habilidades suficientes para que el muro de Trump en la frontera sea construido con diseño y supervisión de Magal Security Systems Ltd., con concretos vendidos por el grupo Cementos de Chihuahua y el aplauso de los opositores sobrevivientes a la represión obámica en North Dakota.

Cuando terminen el muro podrán inscribirse en el “programa permanente de espera por una oportunidad de empleo con salario mínimo en lo que resta de la economía mexicana”, una propuesta que ya viene trabajado Luis Videgaray junto con Agustín Carstens y Margarita Zavala.

La alternativa ideal para los egresados del sistema reubicatorio concentracional será engrosar las filas de la cruzada popular por la enésima candidatura del mesías tropical en una lucha a muerte con el Sup Galeano antes Marcos y la futura candidata indígena a la presidencia de la república. En medio de la bola, como quiera, algo agarran.

Aunque en realidad no debemos preocuparnos. Los recortes al presupuesto de atención a las necesidades básicas de la sociedad mexicana, donde se incluyen la educación, la salud y la función sabatina de box, son tan brutales, que ni oportunidad tendrá el Ñoño de explicarnos cuál era su plan de campos de reconcentración escolar Heil Führer.

Pero quién sabe… uno jamás entiende de (sus) prioridades.

mawyaka@hotmail.com

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