A partir del inicio de este 2017 comenzó la liberación de los precios de combustibles y energía en México. Este paso es la continuación lógica de los cambios legales impulsados por el gobierno de Peña Nieto y avalados en el congreso de la unión por la mayoría de los legisladores. Desde ahora y hasta que los miserables lleguen al hartazgo generalizado, quienes más ganan, ganarán más y quienes nunca ganamos, seguiremos perdiendo. ¿Se trata de un principio natural? ¿Tan arraigada es la normalidad que cargamos? El mundo entero parece en crisis. Las señales de decadencia son más que evidentes, pero las cosas no caen por su propio peso. Al amigo Newton no le podemos confiar todo.
En nombre de la economía de las familias, de la estabilidad económica y del diálogo constructivo, los incrementos se decidieron para evitar costos más dolorosos. Ajustémonos, comprendamos, asumamos, reflexionemos… las gasolinas aumentaron porque los precios internacionales así lo hicieron. Somos muy internacionales y nuestro gobierno participa en los foros donde los representantes de las economías más importantes del planeta determinan los rumbos, las estrategias y a quién joden primero, a quiénes después and so on. ¿Por qué no se ajustan los salarios con el G7 o con el G20? Los salarios no son materia de homogenización. He ahí la magia liberal.
Poco a poco, los ciudadanos de las economías jodidas incrementarán su cuota de sangre y darán paso a la victoria de las decisiones de quienes siempre han decidido. Las autoridades hacen un llamado a manifestarse en santa paz, no recurrir a la violencia para plantear su incomodidad. ¿Acaso no es violencia el deterioro del poder adquisitivo de la clase asalariada? ¿No es violento el organismo que determina los salarios mínimos? En América Latina, África y Asia, donde se concentra la mayor cantidad de muertos de hambre en el mundo, la garantía de los salarios de miseria y las pocas reservas de recursos que quedan por explotar para beneficio de la centésima parte de los habitantes del mundo, eso de asumir con estoicismo los sacrificios por el bien de la nación, de la civilización, de dios o de la mano del muerto, ha sido constante desde hace siglos. ¿Qué tanto es tantito más?
Hoy, el grueso de la población mexicana muestra indignación por los aumentos. Quienes hicieron fila para terminar con las mercancías en el buen fin, los mismos que gastaron sus míseros ingresos en hacer fiestas de fin de año y en engordar las cuentas corporativas de los medios de telecomunicación, hoy se indignan por los nuevos precios. Cierto es que con el aumento de las gasolinas, de la electricidad, del gas y de todo lo demás, se esfuma la posibilidad de alimentarse y alcanzar tan sólo un poco de dignidad en el vivir diario.
No podemos quedarnos callados, pero tampoco se trata de regresar a los precios del 31 de diciembre. El títere en los pinos y sus achichincles siempre argumentarán que las “reformas” no son las culpables. Su tarea es esa y la cumplen a cabalidad. La oposición también pega de gritos, aunque mientras hubo pacto, allí estaban sosteniendo los cojones de los promotores del cambio legal. No es sorpresivo lo que ahora pasa, es consecuencia del proyecto económico dentro del que nos han conducido desde hace más de un siglo. Ahora vivimos un momento de angustia que habrá de olvidarse con otra Rubí, con el inicio del campeonato de futbol, con el superbowl o con el día del amor y la amistad.
Seguirá siendo absurdo para los ciudadanos que el Estado haya tenido como meta el desmantelamiento de PEMEX. Además de todo lo que han dado a los dueños del mundo, ahora también se entrega lo poco que quedaba en manos de ese ente que llamamos nación y que ha sido
manejado de manera patrimonialista por un puñado de rufianes que se venden a cualquier postor. Lo mismo sucede con la CFE, con el IMSS, con todo cuanto pueda ser de beneficio para las grandes corporaciones, que paguen los jodidos y si no tienen para pagar, que se chinguen.
Los de a pie, ¿qué queremos? ¿Gasolina subsidiada para ir al antro a pistear como jefes y regresar a la hora que se nos pegue la gana? ¿Créditos accesibles para gastar y seguir haciendo el caldo gordo a quienes más tienen? A final de cuentas, la mayoría seguirá pretendiendo vivir como las familias de las series de televisión, como los personajes de telenovela. ¿Queremos ir a la escuela para conseguir la base en el SNTE o un lugarcito en algún partido político y convertirnos en vividores, como lo hacen miles ya colocados?
Alcanzar una vida mejor es una prioridad individual e individualizada. Eso del bien común proviene de alguna ideología extranjerizante. Si alguien protesta, es un alborotador, un holgazán que no quiere trabajar. Y me cae que hay muchos así, no me cabe duda.
Por todo el país hay protestas. No tardaron en promover desde el Estado los saqueos para desvirtuar las acciones de enojo. A contrarreloj trabajan los legisladores para legalizar la labor policiaca de las fuerzas armadas. El miedo no anda en burro. La decadencia de esta forma de vida tiende a violentar la situación, a enfrentar a los unos contra los otros y a imaginarse nuevas formas de distracción para evitar soluciones de fondo.
El 2017 nos llega con nubarrones grises. Capear el temporal tendrá que hacerse con inteligencia y determinación. Sin embargo, debemos estar conscientes de lo que queremos.
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