Que gran lección nos han dado a los mexicanos y a muchos latinoamericanos las instituciones democráticas de los Estados Unidos, con las derrotas que ha tenido el autoritario de Trump ante sus jueces y legisladores.
Hemos visto como en nuestros países latinoamericanos, cuando llega un líder mesiánico autoritario, a través de procesos democráticos, a ocupar el poder Ejecutivo, como se enderezan, supuestamente las instituciones democráticas, a los caprichos del poder del gobernante autoritario.
Tanto los tribunales, como sus legisladores, inmediatamente se alinean para cumplir con sus caprichos, independientemente de que se vulneren derechos humanos y principios democráticos, se enmiendan de inmediato las constituciones, se resuelven conflictos judiciales al contentillo del gobernante, se eliminan impedimentos legales y la prensa de inmediato se alinea, y en muchas ocasiones, los poderes económicos también lo hacen.
Ya lo vimos con Peña Nieto, como se alineó el Poder Legislativo con aberraciones como la reforma fiscal, como la Suprema Corte hizo caso omiso de las inmensas violaciones constitucionales que se dieron con la misma. También pasó con las leyes secundarias de telecomunicaciones y las de competencia económica, en la que particularmente, en este último tema se alinearon los integrantes de la COFECE a los caprichos de los monopolios.
También tenemos los casos de las propias dependencias del Ejecutivo en México como la Secretaría de Gobernación que de inmediato concedió a diestra y siniestra canonjías a los sindicatos corruptos de maestros.
Así constantemente vemos, como la Procuraduría General de la República reparte impunidad a conveniencia del Ejecutivo, y como los integrantes del Congreso, hacen pactos entre los grupos fácticos de poder para alinear la legislación a conveniencia de los intereses que son ajenos a los de los ciudadanos.
Pero veamos como las instituciones de los Estados Unidos reaccionaron de inmediato ante las locuras autoritarias de un personaje autoritario e impulsivo como Trump. Para empezar, los primeros en reaccionar virulentamente en su contra fueron la mayoría de los medios de comunicación, sumándose masivamente la academia.
Y ante el embate de las famosas órdenes ejecutivas de Trump, el sistema judicial lo paró en seco, con los ilegales vetos migratorios que impuso a países islámicos.
El más reciente ejemplo de como operaron las instituciones democráticas estadounidenses en contra de Trump, lo hemos visto en el revés que recibió de su Congreso que es dominado por miembros de su propio partido, negándole su voto para el desmantelamiento del sistema de seguros médicos conocido como el Obama Care.
¿Qué fue lo que pasó, por qué una promesa de campaña tan fuerte e importante para Trump y sus seguidores, es rechazada por su propio partido? Pues, simple y sencillamente, porque operó su sistema democrático.
En México jamás hubiera ocurrido esto, que un Presidente ganador le fuera rechazado por su propio partido uno de sus ejes principales de su campaña ganadora.
¿Cuál es la diferencia esencial que existe entre México y Estados Unidos para que esto no se dé con nosotros y sí suceda con ellos?
Creo que es la fuerza ciudadana que los estadounidenses tienen sobre sus legisladores, misma que no existe en México con la potencia necesaria.
Para empezar, en Estados Unidos hay elecciones legislativas cada dos años, en donde un partido político puede perder su mayoría. Además, en Estados Unidos, hay reelecciones sin límite. Pero lo más importante es que en Estados Unidos los partidos políticos, por sistema, no tienen las facultades de postulación de candidatos que tienen los partidos en México. En la Unión Americana existen las elecciones primarias que le quitan a los partidos gran parte de su poder decisivo para postular candidatos.
Por estas razones, los republicanos votaron en contra del cambio del Obama Care, porque sus representantes en sus Distritos fueron fuertemente criticados por sus electores respecto a que votaran el eliminar estos beneficios que otorga su sistema de salud, y por ello prefirieron no seguir la directriz de Trump al respecto, por más vociferante que dicha directriz fuera.
Mientras sea ley en México, la línea del Señor Presidente, Gobernador o Alcalde, no hay la posibilidad de que elector sea el que mande. Y dicha pauta es ley porque el gobernante en turno tiene gran poder hacia el interior de su partido, porque los electores no deciden dentro de su partido; quienes deciden son pequeños grupos cerrados comandados por los gobernantes en turno.
Por esto, nuestros electores no tienen fuerza, y por ello, el sistema de partidos en México y en muchos lugares de Latinoamérica está desprestigiado. Si le damos al ciudadano instrumentos fuertes de decisión e intervención en la vida pública, a través de elecciones primarias y sistemas de Gobierno Abierto, entonces podremos tener la esperanza de evitar populistas y dictadores autoritarios y hacer que nuestros gobiernos trabajen para el bien común.