Continúo la entrega anterior sobre algunas cartas entre Octavio Paz y Carlos Fuentes durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (LEA).
Me parece importante divulgarlas no sólo por su intrínseco valor documental, sino como contrapeso a una opinión cuya redituable simpleza no le impide fortalecerse, desde hace tiempo, en la opinión callejera o tweetera o titiritera: creer que Paz se convirtió en aliado del “poder” después de 1968. Un sólo ejemplo, que traslada ese dogma de fe en academia: en las Cartas cruzadas. 1965-1979 entre Fuentes y Arnaldo Orfila (México, Siglo XXI Editores, 2013), el responsable del prólogo y las notas, Ignacio Padilla, escribe (p. 95) que “la crisis económica y las acciones represivas de Echeverría habrían sido señaladas por Carlos Fuentes, no así por Paz.”
Qué país tan raro.
En fin. No creo necesario advertir que este material epistolar complementa información sobre un asunto de enorme complejidad que se ha estudiado y discutido a fondo en libros y ensayos, como el de John King “Octavio Paz: pasión crítica”; el libro de Christopher Domínguez Michael (pp. 344 y ss) Octavio Paz en su siglo; el de Enrique Krauze (p. 234 y ss), Redentores; el ensayo de Carlos Ramírez “Las estaciones políticas de Octavio Paz”; el libro (p. 43 y ss) de Xavier Rodríguez Ledesma: El pensamiento político de Octavio Paz: las trampas de la ideología; el de Maarten Van Delden (p. 120 y ss) sobre Carlos Fuentes, Mexico and Modernity; el de Yvon Grenier From Art to Politics: Octavio Paz and the Pursuit of Freedom y muchos, muchos más que no aportan los mismos servicios eficientes que los compactos tweets de los pequeños neopopes que repiensan.
Lo que hay en estas cartas puede leerse por lo pronto como notas al margen o a pie de página de esos trabajos y los que habrán de venir; de los propios escritos de los corresponsales –que escribieron abundantemente sobre la política del periodo (lo de Paz se recoge en El peregrino en su patria. Historia y política de México, volumen 8 de sus Obras completas)–, así como de las muchas polémicas que marcaron esos años, como las de Paz con Krauze y Héctor Aguilar Camín o con Carlos Monsiváis.
1972: abriendo la Apertura
En la entrega previa vimos cómo Fuentes abraza la “apertura democrática” de LEA. Paz expresa sus reticencias y ejerce la crítica junto a otros colaboradores de la revista Plural, que aparece en septiembre de 1971. Ante la incumplida promesa de LEA de llevar ante la justicia a los responsables del “halconazo” del día de Corpus, Paz ha retirado su inicial disposición a esperarla, lo mismo que Daniel Cosío Villegas.
El 18 de febrero de 1972, Fuentes le escribe a Paz que Tiempo mexicano –libro de 1971 en el que apoya el proyecto de LEA– va en su cuarta edición, lo que
me ha procurado graves dolores de cabeza: toda una campaña por teléfono de gente que dice hablar a nombre de GDO [Díaz Ordaz] (lo cual prueba que no es así), insultándome, amenazándome, amenazando a la niña. Hice lo que había que hacer: informar a las autoridades y pedir protección, cosa que en seguida hizo Fausto Zapata [subsecretario de la presidencia]. ¿[Carlo] Coccioli, Novo, Corona del Rosal, Martínez Domínguez? No me atrevo a seguir con esta suma: nuestros enemigos (sí, tuyos también) suman legiones y no se caracterizan por su valentía ni moral ni física.
Según Fuentes, “toda la vieja y podrida estructura” del PRI –representada por Fidel Velázquez, líder de la CTM; Manuel Sánchez Vite, presidente del PRI; la economista Ifigenia Martínez de Navarrete– “ha acabado por señalar como sus verdaderos enemigos a los intelectuales críticos”. Fuentes se empeña en separar a LEA de esa estructura heredada. Mientras suceden los ataques, dice,
LEA enuncia constantemente toda clase de excelentes intenciones, pero todas las “instituciones” establecidas del país, ligadas a intereses económicos muy concretos, le dan el mentís. Creo que jamás, en nuestra historia contemporánea, ha habido un divorcio más evidente entre las intenciones presidenciales y los actos de las organizaciones oficiales.
Fuentes celebra de nuevo la apertura de LEA y que reúna intelectuales a platicar en Los Pinos “durante trece horas”, a la vez que deplora que sus adversarios “cometen actos de represión e ilegalidad en todo el país” (según Fuentes: el asesinato de Genaro Vázquez Rojas y la crisis en la Universidad de Sinaloa). Su conclusión es que
La derecha quiere establecerse abiertamente: pueden intentar un golpe a Echeverría o, lo que sería más lógico, capturarlo, desdibujarlo, hacerlo inocuo. Mi impresión de las pláticas con el presidente es que quiere cambiar muchas cosas, pero sin tocar las existentes: algo así como la creación de situaciones y organizaciones paralelas que, si tienen éxito y se muestran vigorosas, demuestran la invalidez de lo viejo.
Y mientras tanto en la UNAM, “una masa de clase media, desesperados, que quieren ser halagados a toda costa, que en los intelectuales buscan el sustituto de la teta […] clase media de desesperación organizable en falanges y SS”, abuchearon a Susan Sontag por criticar a la mota, al rock y a las melenas, y obligaron a Ernest Mandel a interrumpir su conferencia por hacer una crítica al maoísmo…
Es curioso que en el archivo se guarde otra versión de la misma carta, pero ahora fechada el 21 de febrero de 1972. La diferencia es que en esta versión da los nombres de quienes estuvieron esas trece horas con LEA y él en Los Pinos (Fernando Benítez, José Luis Cuevas, Víctor Flores Olea y Abel Quezada) y que durante esa reunión de “hace tres semanas” le dijo a LEA que para salvar “el divorcio patente entre la política presidencial y la del PRI y las viejas organizaciones verticales” lo que conviene es que el PRI esté en nuevas manos, como las de Jesús Reyes Heroles, Enrique González Pedrero o Porfirio Muñoz Ledo.
Et voilà! En esa versión del 21, el ufano Fuentes escribe: “hoy salió Sánchez Vite y entraron al PRI Reyes Heroles como presidente y Enrique como secretario”. Para el nuevo consejero áulico se trata de un triunfo “de la tendencia Echeverría”, lo que lo lleva a predecir la muerte del viejo PRI con su Fidel Velázquez (quien continuó al mando de la CTM hasta su muerte en 1997 a los 97 años de edad…)
Las discrepancias no impedían la amistad ni la colaboración. En un artículo en Plural (“Opciones críticas en el verano de nuestro descontento”) publicado en agosto de 1972, Fuentes reafirma su fe en LEA –“me sumo al aplauso [de Allende, Castro y los intelectuales norteamericanos] al Presidente de México”– y reitera que el 10 de junio fue “una trampa” que le pusieron a LEA “todas las fuerzas de la reacción mexicana”. Una respuesta de Gabriel Zaid en el número siguiente (“Carta a Carlos Fuentes”) lamentaba que Fuentes optase por la tenebra y no por la claridad, “pues utilizaba su prestigio para reforzar al poder ejecutivo y no la independencia respecto del ejecutivo” (como abrevia John King). Terminaba Zaid:
Si eres amigo de Echeverría, ¿por qué no le ayudas privadamente con el mayor servicio que nadie le puede hacer: convencerlo de que Corpus no es un pelo cualquiera en la sopa de la Apertura, sino la prueba pública de si cree que podemos democratizarnos o si cree, como don Porfirio, que todavía no estamos preparados?
El número siguiente de Plural (13, octubre de 1972 sobre “Los escritores y el poder” marcó la postura de Paz y los principales colaboradores de la revista ante el sexenio. “El sistema político que desde hace más de cuarenta años nos rige está en quiebra”, comienza Paz. Luego de mencionar la “larga pasión desdichada” entre los escritores y la política, Paz reitera (con sus cursivas) que
mi deber es preservar mi marginalidad frente al Estado, los partidos, las ideologías y la sociedad misma. Contra el poder y sus abusos, contra la seducción de la autoridad, contra la fascinación de la ortodoxia. Ni el sillón del consejero del Príncipe ni el asiento en el capítulo de los doctores de las Santas Escrituras revolucionarias.
En ese mismo número, Fuentes defendió nuevamente a LEA: criticarlo era cosa de “liberales”, es decir, de opositores a un gobierno popular de izquierda…
1973: el liberal como criminal
La correspondencia se detiene durante casi un año, pues los amigos están juntos en México. Luego, Fuentes viaja a fines de 1972 a Europa y ahora es Paz quien le cuenta cómo van las cosas en México. Las dizque reformas del PRI –le dice Paz al consejero– han sido “más bien decepcionantes”. En Plural las han criticado Cosío Villegas, Luis Villoro y Gastón García Cantú. Lo único bueno es que les contestaron Reyes Heroles y González Pedrero: “una polémica política que se convierte casi en una discusión intelectual”, celebra Paz.
En la carta del 7 de febrero de 1973 resume sus inquietudes ante Fuentes: que la clase media mexicana no sabe qué quiere; que la clase obrera sea conservadora (“el ala derecha del PRI”); que la izquierda esté saboteando (con su subrayado) la posibilidad “de un movimiento independiente”, y el problema universitario (82 días de huelga en la UNAM, declarada por el naciente sindicato y la renuncia de Pablo González Casanova, sobre lo que Paz escribe varias en Plural):
Vivimos ahora una tregua, pero no tardará en estallar el cohete, aquí y/o en Puebla y Monterrey. El Partido Comunista y los grupitos se han lanzado a una carrera que no los llevará a ninguna parte, salvo a estrellarse contra un muro. Lo grave es que las universidades saldrán aún más maltrechas –y la derecha fortificada. En esto la responsabilidad de los “intelectuales de izquierda” ha sido y es muy grande.
Esos intelectuales son “tus otros amigos”, le dice Paz: Carlos Pereyra y Carlos Monsiváis, sobre quien agrega: “no lo entiendo, a pesar del aprecio que le tengo”.
En la carta del 28 de agosto de 1973, Paz no disimula su enfado general con el estado de cosas:
Frente al hostil panorama mexicano debemos cerrar filas. Perdona la estúpida expresión militar pero aquí, intelectual y literariamente, vivimos en una suerte de guerrilla generalizada. La vida literaria e intelectual –y no solo la literatura, el arte y el pensamiento-- se atomiza. No sé a dónde vamos, pero sí que el rencor disgrega todo y que los que no tienen rabia tienen miedo. La antigua nación del águila y la serpiente se ha convertido en un país habitados por dos razas: los perros rabiosos y los perros falderos. En la Universidad y en el mundo de la cultura la izquierda ha logrado imponer una suerte de terror ideológico y nadie se atreve a disentir por temor a que lo llamen reaccionario o liberal. Este último es el adjetivo que más espanta. El espectáculo es grotesco: Villoro, Flores Olea, Monsiváis, Pacheco y otros muchos tiemblan ante [Hugo] Gutiérrez Vega, [Froylán] López Narvaez y [Porfirio Martínez] Peñalosa. El Comité de Salud Pública intelectual está compuesto por farsantes, resentidos y engendros. Resumo la situación en el poema que te envío y que aparecerá en el próximo número, el de septiembre, al frente de la revista.
(Se trata de una primera versión del largo y furioso “Petrificada petrificante”, en cuya parte final dice
El parque de los enamorados es un muladar
La biblioteca es una madriguera de ratas feroces
La universidad es el charco de las ranas
Los cerebros están manchados de tinta
Los doctores discuten en la ladronera
Los hombres de negocios
manos rápidas pensamientos lentos
ofician en el santuario
los dialécticos exaltan la sutileza de la soga
Amamantan a la violencia con leche dogmática
El 16 de septiembre de 1973, Paz envía otra “carta lúgubre”. Su ánimo ha empeorado por el golpe militar en Chile. La situación en México empeora en manos de un gobierno “desconcertado”, sin dirección ni iniciativa :
Al entusiasmo y al horror de 1968 ha sucedido una suerte de mal humor nacional. Somos un pueblo al que se le ha derramado la bilis y que no logra ni serenarse ni, lo que es peor, pensar con claridad. Incertidumbre arriba y abajo, desconcierto en la clase media, rencor en el pueblo, miedo y rabia en la burguesía; una clase rica sin ideas pero cínicamente decidida a no soltar un centavo ni a sacrificar un alfiler; un gobierno desconcertado y que (me parece) ha perdido la dirección y la iniciativa; una clase obrera obtusa y sólidamente unida bajo Fidel Velázquez, una izquierda vociferante y que confunde la epilepsia con la violencia, movida más por el rencor que por la justicia. Una izquierda que odia pensar y que odia a los que piensan. Por fortuna tiene muy poco poder y lo más que puede hacer es destruir la Universidad de Puebla (¿pero hubo alguna vez Universidad de Puebla?), despotricar en Excélsior y degradar la vida universitaria en México y en casi todo el país. En suma, la izquierda no puede provocar una catástrofe como la de Chile y que terminaría en una dictadura militar, pero sí ha dañado gravemente la educación superior, ha envenenado a muchos jóvenes y ha envilecido la vida intelectual. Los resentidos, los envidiosos, los baldados, los tartamudos y los tuertos se han unido en esa izquierda y algunos se han convertido en sus voceros. Increíble pero cierto: López Narváez, Hugo Gutiérrez Vega, Peñalosa, Villegas (no Cosío, ¡Abelardo!). Muchos de nuestros amigos no sólo se han mostrado débiles y obsequiosos con esa gente (Flores Olea, por ejemplo) sino que algunos justifican y apoyan sus posiciones (Villoro –pero su mujer se ha vuelto maoísta y cree en [Carlos] Pereyra como en un avatar de Valentino y de Lenin: ¡el tango y la revolución!). El caso peor es el de Monsiváis. ¿Has leído el suplemento de Siempre!? Sin embargo hay una justicia poética en esto. Recordarás que una tarde se presentaron ustedes en mi casa –tú, Benítez, García Cantú y Pacheco-- para decirme que habían decidido continuar la publicación del suplemento para “no perder una tribuna”. Yo les dije que la verdadera tribuna era Plural y que ustedes deberían colaborar allí. Y ahora el suplemento en manos de Monsiváis, al que llamaron ustedes para que no cayese en manos extrañas (!) se ha convertido en la tribuna donde han atacado y atacan a Fuentes, Benítez y García Cantú. El caso de Pacheco es más triste: a pesar de sus exaltados golpes de pecho para probar su fidelidad, los estudiantes de Puebla lo insultaron, le impidieron que continuase su conferencia y estuvieron a punto de emplumarlo para ejemplo de novelistas “aperturistas” y poetas retrógrados… Yo no he roto con Monsiváis pero no hablo con él desde hace meses. ¿Y los otros? La mayoría de nuestros escritores y artistas siguen siendo víctimas del terror a ser criticados por la izquierda. Es una enfermedad universal de los escritores de Occidente y del Tercer Mundo…
Y Fuentes, como veremos, responderá que no, que lo que sucede es que nadie se da cuenta de las cosas importantes que está haciendo Echeverría….
(Continuará…)