Última Instancia
Cierto que nos encontramos en tiempos turbulentos, indudablemente que son épocas de cambio, en donde se presentan las peores calamidades humanas como resultado de personas que se aprovechan de estas turbulencias, causadas por situaciones múltiples, en donde se identifican claramente los efectos y pocas veces las causas. Sabemos que la democracia se agota en sus concepciones que creíamos modernas, pero revisamos y tienen un poco más de doscientos años.
Por ello empiezan a surgir fenómenos como el Brexit, como el triunfo de Trump en los Estados Unidos, como la caída de los gobiernos socialistas de Argentina y Brasil, como las turbulencias en Irán y en el Medio Oriente, como las dictaduras de Rusia, Corea del Norte y Venezuela.
En nuestro México, tenemos el desencanto por los partidos tradicionales, por las candidaturas independientes, aderezados con las amenazas de López Obrador, con el temor hacia Trump, al crimen organizado que cada día amenaza más a las instituciones y se encuentra más cerca de empezar a tener un dominio más directo de nuestras vidas.
Pero pocas veces nos ponemos a reflexionar qué es lo que debemos de cambiar, y, sobre todo, para sustituirlo por qué sistema. Ahora, como nunca antes en la historia, nos encontramos con una gran oportunidad para cambiar paradigmas políticos; esa oportunidad es la forma en que nos comunicamos entre nosotros. En ningún tiempo habíamos tenido las facilidades con las que ahora contamos para poder compartir instantáneamente información. Sin embargo, ello, si no es bien llevado y conducido, nos puede dirigir a grandes calamidades, porque la comunicación como puede ser buena, que nos lleve a la reflexión creativa, puede ser dirigida para manipular y causar grandes inquietudes, generar odios y llevarnos a enormes convulsiones sociales.
Tenemos, por ejemplo, el caso de la llamada primavera árabe, que ha conducido a muchos países islámicos al caos, con divisiones raciales, sociales, fanatismos religiosos, que han provocado nuevas dictaduras. El caso más emblemático por lo patético, es el de Siria, que se ha convertido en escenario de confrontación y de amenaza a la paz mundial, ya que las dos grandes potencias militares del mundo han tomado lados opuestos en este conflicto.
Pero, regresando a nuestro México, lo deseo plantear para la reflexión, es revisar a fondo el rol que tiene el gobierno en crear a la sociedad un entorno que la lleve al bien común.
Primeramente, considero que todos los gobiernos tienen un tamaño que no debe ser, por lo tanto, cada día necesitan más dinero para desplegar sus actividades, mismas que en su inmensa mayoría no son necesarias para crear condiciones de bien común, sino más bien, se utilizan para hacer que los gobernantes se mantengan en el poder; por lo que los gobiernos, en lugar de tener como fin la generación de bien común, tiene como objetivo perpetrar en el poder a los gobernantes.
Por esta falla esencial en el enfoque de gobierno, se derivan múltiples calamidades y distorsiones que nos han llevado a nivel mundial a que el ciudadano visualice al gobierno como un gran problema con el que cotidianamente tiene que lidiar, en lugar de que sea una instrumento creado para darnos el entorno adecuado para llevar nuestras vidas hacia donde queremos.
Es por ello (sin pretender ser exhaustivo, sino empezar una primera reflexión sobre lo que tenemos que cambiar en el enfoque de gobierno), que tenemos que empezar a visualizar en convertir al gobierno en lo que debe ser: un generador de seguridad y justicia, un facilitador, no de trabajo para la gente, sino de condiciones para que exista un entorno adecuado para la inversión que genera empleo.
En materia presupuestal, lo primero que tenemos que hacer es recortar el gasto de gobierno de cosas que no generan condiciones de bien común, es necesario adelgazar al gobierno para dejarle al ciudadano más espacio para que libremente utilice su dinero. Lo que pagamos en impuestos es una cantidad enorme que no se justifica por ningún lado.
En materia de seguridad pública, debemos bajar al ciudadano para que participe de una manera solidaria con el gobierno, que debe actuar de una manera subsidiaria, es decir, hasta donde es necesario. Gobierno y sociedad deben crear en conjunto la policía comunitaria. La famosa policía de barrio, en donde el gendarme de la colonia conocía a sus vecinos, conocía lo que pasaba en su vecindario y sabía actuar en consecuencia cuando había una disrupción que pudiera causar mayores problemas.
También debemos generar policías especializadas para turistas, para la industria, para el comercio, para los bancos y escuelas. Que sean personas cercanas a esos sectores.
Debemos descentralizar a las policías para regresar a la verdadera prevención.
En columnas posteriores seguiré presentando aspectos a reflexionar de la necesidad de este cambio de paradigma en la política.