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Sarcasmos

Salvar al mundo sólo es posible salvando a una persona a la vez; todo lo demás es megalomanía: narcisismo romántico, fantasía política o retórica demagógica.

LA ROSA BLANCA

A propósito del sombrío Edward Doheny, que según Control tuvo un rol determinante en el estallido de la Revolución Mexicana, leo que La Rosa Blanca es una de las novelas más importantes e interesantes de B. Traven (Otto Feige, o Berhard Traven Torsvan, o Hal Croves, o Res Merut, o vete tú a saber su “verdadero” nombre, 1882-1969, al parecer de origen polaco o alemán o danés, quien fue vecino de esta colonia Cuauhtémoc los últimos años de su vida). Dentro de la habitual denuncia de Traven de las condiciones de opresión y pobreza de los desarraigados y sometidos, esta novela fue escrita en alemán en 1929 y es para la visión izquierdista ortodoxa un demoledor retrato del capitalismo petrolero gringo de principios del Siglo XX. Fue traducida del inglés en 1951 por Esperanza, la anarquista-sindicalista y combativa hermana incómoda del presidente López Mateos, muerta providencialmente ese mismo año, a los 44, antes de ser don Adolfo “destapado” por el presidente Ruiz Cortines en 1957.

“A diferencia de lo que el lector pueda esperar, ésta no es una historia que caiga en la división entre buenos y malos, simplemente es un relato fiel a la realidad donde vemos cómo todos los personajes implicados sólo son víctimas de las circunstancias. Entre las principales: la falta de educación y el miedo a la miseria. Hay que destacar el año de publicación, el cual coincide con la mayor crisis económica de la humanidad y sirve como factor detonante que usa B. Traven para explicarnos cómo la ambición es un monstruo que va carcomiendo el alma al grado de la desesperación. Esto terminará por mezclarnos el terror y la lástima hacia el personaje del Mr. Collins, víctima y victimario del sistema. Y por otro lado a don Jacinto, el dueño de la finca La Rosa Blanca, líder y patriarca, hombre forjado en los valores antiguos, alejado de cualquier tipo de fuerza moderna, que nos enseña lo despiadado que puede ser el mundo cuando no tenemos educación formal y la prudencia hacia la modernidad como a las intenciones del progreso, las cuales pueden destruir completamente el mundo que conocemos y amamos”.

MR. COLLINS Y DOHENY

El personaje de Traven está basado en el modelo del tenebroso Edward Doheny (1856-1935) que en 1925 era el hombre más rico de EUA (más que Rockefeller, incluso). Que llevaba una vida turbia lo sugiere el hecho de que en 1900 su esposa Carrie súbitamente “desapareció” y él se volvió a casar de inmediato, y la muy extraña muerte de su hijo, a balazos, en su propia mansión de Beverly Hills, mientras Doheny estaba de visita. En 1926 Doheny tenía cinco compañías petroleras en México (Huasteca Petroleum Company, Mexican Petroleum Company y otras) y producía el 36% del petróleo mexicano (Rockefeller, su gran rival, también tenía importantes inversiones en México). A la sazón, la embajada de EUA en México ocupaba un predio donado por Doheny, de modo que se entiende que el nefasto embajador Henry Lane Wilson alabara por escrito la “benévola y generosa” administración que Doheny aplicaba en sus empresas, y el trato “correcto y justo” que éste les daba a sus trabajadores y a sus familias. Por algo este Wilson tiene pésima fama como intrigante “alcohólico inveterado, apóstol de la diplomacia del dólar y el garrote, conspirador en los asuntos internos de México, considerado el peor embajador que EUA ha mandado jamás al extranjero” (bueno, creo que este último galardón ya tiene tenedores más gloriosos hoy, muy superiores a Wilson en malicia y sevicia). Con todo y sus profundas convicciones socialistas, Traven no era ningún ingenuo soñador. Decía, por ejemplo, “muéstrale a un trabajador en billete de $20 dólares y se vuelve un capitalista” y entendía que “una gran y rapaz empresa es usualmente más eficaz que un gobierno”.

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