Suponemos que el gran perdedor con la salida del Acuerdo de Paris es Donald Trump, tal vez, porque buscó una ganancia de corto plazo que le permitiera demostrar que tiene poder. Se impusieron sus cálculos electorales, combinados con una alianza con los republicanos extremistas, muchos comprados por el lobby de la energía fósil. No siempre mostrar músculo es una decisión inteligente.
Entre los ganadores se cuentan muchos.
Los grandes de Europa: Alemania y Francia toman la batuta y se fortalecen. Están utilizando el rechazo generalizado a Estados Unidos y Trump en el mundo y la salida de París es un último agravio, precedido por el reclamo de pago a la OTAN. Trump trató a los líderes europeos como políticos menores, y no hay peor insulto para un político. Merkel podrá usar la protección climática y mover a segundo término el agravio que le produjo al sur de Europa con las políticas de austeridad y el abuso de los bancos alemanes ante la crisis financiera.
A Macron le acaba de regalar un combustible preciado justo al inicio de su presidencia, dándole tiempo para atender cuestiones internas complicadas.
El reclamo de Trump a Europa por no pagar los gastos de la OTAN tal vez tenga que ver con su mal entendimiento del costo para Estados Unidos de su fuerza de ocupación en Europa. Según David Vine, Estados Unidos tiene 800 instalaciones militares en 70 países, mientras que Inglaterra, Francia y Rusia, en conjunto las tienen en 30 países. Según Time tienen 80,000 tropas en 350 instalaciones en Europa, de los cuales según The Economist 38,000 soldados están en Alemania.
Mantener una fuerza de ocupación en el mundo les costó en 2014, según Vine, entre $85 a $100 miles de millones; si se agregan las zonas de guerra el costo se eleva a una cifra entre $160 y $200 miles de millones.
Imaginemos que haría Estados Unidos si Europa le exigiera pagar impuesto predial, o le pidieran cerrar sus bases. Porque aunque hay una cierta derrama económica alrededor de las bases, mucho en bares y vicio, también dejan su cuota de delitos y roces sociales que le cuesta a los paises ocupados.
Los chinos han aprovechado la pifia y anuncian su compromiso con el ambiente. Ya llegarán con dinero ahí a dónde sean rechazados los americanos. Igual han declarado los hindúes.
Estados Unidos carece de liderazgo político, tiene peso económico y veto en el Consejo de Seguridad pero no cuenta con muchos aliados. El aislacionismo de Trump exacerbará la debilidad política.
La otra gran perdida será doméstica.
Esta vez los demócratas reaccionaron a tiempo y plantearon su oposición por medio de la creación de coaliciones de protección ambiental y la continuación de medidas locales de reducción de gases. La paradoja es que Estados Unidos podrá cumplir con los compromisos de París sin estar en Paris.
La alianza doméstica entre ciudades, Estados y empresas le resta fuerza a la retórica Trumpiana y se la traspasa a la voz de la cordura.
Pero la política no es monotemática, ni la sociedad es homogenea. Trump podrá recuperar terreno bajandole impuestos a esas mismas empresas que lo contradicen en lo ambiental. Y la agenda ambiental tiene pesos diferenciados según el Estado y la ciudad.
Algunos comentaristas sugieren que al mercado del carbón lo tiró el gas y no Paris, y Trump tendrá que generar estímulos para reavivar a una industria disminuída, cosa que le será difícil con presupuestos recortados y posiblemente la eliminación de regulaciones sea insuficiente para ello.
En resúmen. Esta no parece ser una buena decisión porque lanza una gran sombra sobre su visión optimista de gran éxito en su gira internacional, ésta se vio marcada por desilusión, tensiones y hasta desaveniencias maritales mostradas en público y es que las agendas y actos presidenciales no tienen un corte preciso en el tiempo, las expectativas empiezan antes de salir y siguen al regresar. Trump sigue tropezándose con su propia lengua.