Acudí mensualmente ante la dra. (minúsculas deliberadas) familiar del IMSS para que me recetara mis medicamentos crónicos, me hacía ir cada mes porque según ella el IMSS no permitía dar una dotación de varios meses, la clínica no los tenía, o alguna otra burrada, escoja usted la que prefiera. Tal vez la redundancia tenía cierta finalidad.
Le dije que tenía un zumbido en el oído pero no hizo nada, después de varias quejas/meses finalmente se digno a explorar y diagnosticó: hay un tapón de cerilla. No crea usted que lo sacó, o instruyó a una enfermera que lo sacara, me envió con el especialista. Eso no es tan fácil. Hay que ir a otra clínica para sacar la cita que se la darán en varios meses. En la tarde.
Mientras tanto llamé a mi hermano el médico y me dijo por teléfono que tengo tinitis, al parecer un malestar que llega con la edad.
Llegado el momento fui con el especialista y tuve que esperar varias horas, porque le dan la cita a las 3 de la tarde junto con 20 personas más y el que llega primero entra antes. El especialista acometió la compleja tarea de usar una pinza para sacar el tapón. Bravo. ¿Y sobre el zumbido? Para eso había que hacer varios estudios.
Regresé con la dra. y le reporté que sacaron el tapón y que mi hermano diagnóstico en 10 minutos por teléfono, pero el especialista del IMSS me mandó a hacer estudios, los que tardarían varios meses.
La dra. se quejaba con frecuencia de los pacientes enojados que le decían que ellos pagaban su salario, siendo que ella era doctora y los menospreciaba porque veía su condición socio-económica. El día que le di la razón a sus pacientes fue el fin de la historia. Escribió en mi historia clínica que soy paciente problemático, cosa que me leyó otro especialista entre risas. Imagino que buscaba predisponer a otros médicos para que prestarán un servicio peor del que prestan, y eso es muy posible en el IMSS. Imagino que recurría ella a la cortesía profesional entre burócratas de la medicina.
Empecé a buscar si había alguna lógica detrás de esa conducta y procedimientos, éstas son algunas de mis conclusiones. La mayoría de la gente de mi edad que va al IMSS están jubilados, así que no les hace mal estar ocupados esperando en salas de espera. La redundancia sirve para inflar las estadísticas del IMSS que reporta ver a millones de pacientes, aunque al repetirse cierto número por lo menos 12 veces al año habrá que ajustar las cifras del salvamento de la nación.
Está la calidad de los médicos contratados. Un dermatólogo me dijo que en el IMSS hacía verdadera medicina porque veía casos raros, mientras que en su consulta privada veía cosas estándar. Pero a juzgar por los especialistas que me tocaron, el dermatólogo es un bicho raro. Un cardiólogo me regaño por solicitar un electrocardiograma cada seis meses y por no haber incluido una forma en el expediente que nunca me entregó, el paciente era culpable de su falla. ¿Para qué quiero un electro, si además el IMSS no me da las medicinas para la hipertensión porque no están en el cuadro autorizado?
Tengo la suerte de tener un hermano que sabe medicina y diagnostica cosas bien conocidas por teléfono. Pero aquellos que dependen de la negligencia de los médicos, ven su vida peligrar, si no es que tarde o temprano fallecerán por la falta de habilidad, conocimiento y voluntad para tratar la enfermedad. Muchas enfermedades se agravan con el tiempo al no ser tratadas. Mientras que para los abogados el tiempo juega a favor, para la medicina es todo lo contrario. La doctora sabe muy bien que un paciente agravado sale de su tutela y pasa a especialistas o a un hospital, o a mejor vida. Se liberó de la responsabilidad.
No todo está perdido en el IMSS. Si tiene usted un amigo, médico o funcionario, recibirá trato de primera, lo que no siempre garantiza instalaciones limpias y bien cuidadas, pero eso es harina de otro costal, o no. Si las doctoras aceptan trabajar en condiciones adversas a la salud y calidad del servicio, poco hará la administración para mejorar.
Cuándo me hicieran una colonoscopía temblé de miedo al ver lo sucio que estaba el edificio y me encomendé a los dioses inexistentes para que el quirófano por lo menos estuviera dos grados más limpio.
De quejarse ni hablar, no responden ni a nivel local ni nacional.
Tal vez que esa actitud médica y administrativa es un mecanismo de corrección malthusiano, para evitar un crecimiento de la población que afecte los estudios actuariales. Vaya usted a saber. En la mentalidad burocrática mexicana cabe eso y más.