Diario de un reportero
El año pasado transcurrió en una algarabía política que pocos pudieron o quisieron entender: hubo promesas (porque en México las elecciones son un triunfo de la esperanza sobre la experiencia), hubo amenazas (porque los veracruzanos votaron por la venganza sin pensar en ninguna otra cosa), y hubo indiferencia (sólo votó poco más de la mitad de los inscritos en el padrón).
Pero estamos en otro año, y la realidad (percepción es realidad) muestra que las promesas no se han cumplido, que las amenazas bajaron de volumen, y que la indiferencia electoral y el malestar social son mayores que antes. Para muchos, la clase política inspira desconfianza y lo que hacen muchas veces causa molestia.
La tradición política dicta que el titular del poder Ejecutivo tiene plenos poderes, y que el Judicial y el Legislativo siguen sus instrucciones. La tradición también establece que el Congreso sea un mecanismo para aprobar leyes que propone la oficina del gobernador. Pero estamos en otros tiempos.
Lo que se ha visto de la cámara de diputados de Veracruz no es poco ni es bueno, porque el escándalo mancha lo que toca: la diputada Eva Cadena perdió el fuero a causa de unos videos que la exhibieron recibiendo dinero – mucho dinero – de personas no identificadas, al parecer para procurar acceso o apoyo a la campaña del Movimiento de Renovación Nacional, Morena. Percepción es realidad.
Después trascendió que, como en el Congreso nacional, los coordinadores de las fracciones políticas reciben millones que en teoría se invierten en cosas que tienen que ver con el arte de legislar. Pero parece que no es así, y muchos piensan que el dinero se va a las bolsas de los diputados favoritos, o de plano se queda en algún escritorio grande, o se invierte en fiestas, aniversarios y otras celebraciones.
Luego salió a la luz una lista de medios a los que el Congreso paga por divulgar algo que tendría que ser de interés público. Varios de esos medios – electrónicos e impresos – no tienen información, están desactualizados o de plano no existen.
Según Sergio Melo, coordinador de Comunicación Social del Congreso, los contratos con las empresas inexistentes o inoperantes se basaron en un estudio de la Universidad Veracruzana. Bien haría la universidad en publicar el estudio o aclarar esta vaina.
Pero es revelador el hecho de que nadie revise qué publican los medios que tienen convenio con el Congreso de Veracruz. Tan revelador como lo que declaró Ángel Ramírez Bretón, director de Servicios Jurídicos, quien asegura que "hay un proceso habilitado en el que participan diversas áreas que impiden el registro de una empresa irregular".
Además, hay originales y copias de los convenios con los prestadores de servicios, fichas curriculares de la empresa, fotos de la firma de los acuerdos (juro que no estoy inventando nada), y "todos los expedientes que para el caso valida previamente la Dirección de Servicios Jurídicos", según el licenciado Ramírez Bretón.
Por otro lado, no todo es dinero. El presidente de la comisión de Hacienda del Congreso, Sergio Rodríguez, perdió su puesto porque al parecer pidió cuentas al Ejecutivo, que sigue sin presentar el ajuste al Presupuesto de Egresos de 2017, ni ha informado cómo va la renegociación de la deuda.
El martes, en su último discurso como presidente de la comisión de Hacienda, el diputado perredista aseguró que todavía no se sabe cómo se distribuyen los fondos propios ni los que el estado recibe del gobierno federal, y declaró que iba a pedir que compareciera el gobernador y explicara cómo se estaban usando los recursos del estado.
Lo que pedía – o pide – el diputado Rodríguez tiene sentido. Alguien tiene que pedir información y alguien tiene que darla. Después de todo, es una de las funciones de control que tiene el Congreso. Por eso los diputados están en su derecho de pedir explicaciones al secretario de Seguridad y cuentas a la secretaria de Finanzas. Y otras cosas.
Pensar que todos los diputados son corruptos e incompetentes equivaldría a pensar que todos los periodistas son corruptos e incompetentes, y regañarlos porque hacen lo que tienen que hacer sería tan triste como regañarlos porque no hacen lo que tienen que hacer. Alguien tiene que recuperar la dignidad del poder Legislativo, y buscar respuestas a las preguntas que muchos tenemos.