City Banamex, la exasperación
- Sergio Gonzalez Levet
- Aug 24, 2017
- 5 min read
La primera llamada suena en el celular a las 8 de la mañana. Quien contesta debe esperar algunos segundos porque el que marcó se tarda en iniciar la conversación (tal vez esto lo hagan las y los telefonistas por orden de alguna ocurrencia de los genios de la mercadotecnia de la empresa para la que trabajan, con un fin desconocido). Por fin se escucha una voz que dice:
—¿Hablo con el señor Arturo Miguel?
Y el señor Arturo Miguel obviamente contesta que sí, extrañado porque mencionan su segundo nombre, que casi nadie conoce.
Ahí empieza un largo saludo desde el otro lado de la línea, que se alarga precisamente porque el motivo de la llamada no es expresado de inmediato, como debería hacerse siempre, en economía del tiempo:
—Buenos días —dice una voz impersonal, con un acento extranjero—, permítame presentarme. Mi nombre es Luis Rodríguez (o Carla Pérez o Jorge Osuna o Susana Córdoba) y antes que nada quiero preguntarle qué tal está pasando el día…
En ese momento, a Arturo Miguel- a quien en adelante llamaremos “la víctima- se le antoja contestar que muy mal, porque más que pasarla, está empezando apenas la jornada y ya se vio interrumpido por un impertinente que no contento con haberlo despertado lo hace perder el tiempo con sus dilaciones. Pero el que está del otro lado es un experto en no soltar la palabra. Así que sigue con su dilatado discurso:
—…le estamos llamando porque tenemos para usted una extraordinaria promoción de City Banamex, la mejor experiencia bancaria. De acuerdo con nuestros registros, usted es elegible para obtener una de nuestras tarjetas de crédito y su solicitud ha sido aprobada.
En este punto, la victima piensa que él nunca hizo una solicitud a ese banco y qué entonces cómo es posible que le hayan aprobado lo que nunca pidió. Pero al que está al otro lado de la línea le pagan y lo capacitan para ser despiadado, así que no permite que la víctima articule siquiera una sílaba.
—Solamente le llevará unos minutos completar su solicitud (¡dale con la solicitud!) y entonces podrá “accesar” a los beneficios de la tarjeta de crédito City Banamex, que es la mejor experiencia bancaria.
Aprovechando la pausa del eslogan, la víctima logra hacer oír su voz y le dice a la voz desconocida que no gracias, que no quiere una tarjeta más, que con las que tiene ya está metido hasta el cuello de deudas. Con esto cree haber ganado la partida, pero su oponente es implacable y empieza una retahíla de los inmejorables beneficios que se perdería si no obtuviera la tarjeta de crédito de City Banamex, la mejor experiencia bancaria.
Lo cierto es que a la víctima le cuesta un gran esfuerzo convencer al otro de que no quiere una nueva tarjeta de crédito y pierde muchos minutos valiosos de su tiempo matinal hasta que logra terminar la llamada, con lo que se siente aliviado y piensa, dentro de toda lógica, que dejarán de importunarlo ante su negativa tan tajante.
Pero no, porque a las 11 de la mañana vuelve a sonar su teléfono. Contesta porque temprano le habían marcado de un teléfono de la CdMx y esta vez le llaman desde León, Guanajuato, lo que descubre por las claves Lada.
La llamada repite lo mismo de la mañana, con las mismas dilaciones e impertinencias del “ofertador”, que esta vez le ofrece además que “aperture” una cuenta en City Banamex, la mejor experiencia bancaria.
¿Y qué cree usted? Pues que Arturo Miguel, la víctima igual que miles de otros mexicanos, seguirá recibiendo este tipo de llamadas durante todo el día y durante muchos días, hasta que, bendito sea dios, termine la campaña que se pasa por el arco del triunfo la confidencialidad de los ciudadanos de este país, y todas las reglas y leyes mexicanas al respecto.
¿A usted no le han llamado?
He preguntado a familiares, amigos y vecinos, me comentaron también muchos lectores -que todos para mí son familia, amistad y cercanía-, y me doy cuenta de que hay una campaña realmente agresiva de City Banamex (o citybanamex, como le han puesto contra toda gramática sus diseñadores) a fin de convencer por la vía telefónica a la mayor cantidad de ciudadanos mexicanos de que contraten una tarjeta de crédito de ese banco, propiedad de capitales gringos.
Y como los bancos parecen ser muy poderosos, no respetan lo que señalan las leyes, las reglas, las normas y reglamentos respecto del derecho a la privacidad que tenemos todos los habitantes de este hermoso país.
Y menos respetan las indicaciones o recomendaciones de dependencias y organismos federales que tienen que ver con la vigilancia del manejo de datos personales, como el INAI, la Profeco y la Condusef.
Mi amigo Arturo Miguel, que ha sido víctima del acoso telefónico de City Banamex, me contó que a alguna de las telefonistas que le estuvo llamando reiteradamente le preguntó cómo era que esa empresa había tenido acceso a su número de celular y su nombre completo. Ella le dijo que tenía esos datos porque él había manejado antes una tarjeta de crédito o una cuenta de Banamex, pero mi amigo le replicó que eso no era cierto, que él nunca había sido cliente de ese banco. Entonces, la señorita -que se ve que había sido capacitada para aportar varias respuestas- le dijo que en el contrato de cualquier tarjeta de crédito viene una cláusula en la que el cliente acepta que sus datos sean proporcionados a otros bancos, lo que es una absoluta mentira.
Mi estimado Andrés Landa -que es un buen periodista, aunque lo haya olvidado- me envía unos inteligentes y atinados comentarios sobre el tema, y aquí me despido yo, porque en adelante y hasta el final le dejo la palabra, sobre lo que pueden hacer con nuestra información personal:
“Venden las bases de datos, y la protección de datos personales se la pasan por el arco del triunfo. Una buena lana han de obtener por la venta de esa información, que además nos expone al robo de identidad.
“Más miedo me da la base de datos que ahora está integrando el Gobierno del Estado con el empadronamiento vehicular para el Transporte Público. Cuando ya tienen toda la información de los concesionarios, nuevamente piden documentos. Sin embargo, y lo más tenebroso es que esa base de datos ahora se moderniza con tomarte fotografía del iris de los ojos, de las huellas de las dos manos y de tu rostro.
“Con la venta de esa base de datos te pueden robar tu identidad y empezaría tu tortura, porque hasta la cárcel puedes ir a dar por algo que tú no hiciste.
“El mismo mecanismo hacen el SAT y las agencias automotrices a las que se les solicita un crédito para la compra de un auto. El que te tomen foto hasta de la lengua no habría problema. El inconveniente está en los empleados o funcionarios que venden esa base de datos. Muchos de los avances de las tecnologías de la informática no se usan con responsabilidad y mucho menos en un país que ocupa los primeros lugares en corrupción.
“En fin, vivimos en México…”