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Los Malos Gobiernos, un Mal Endémico

Última Instancia

Siempre que hay elecciones la mayoría de nosotros nos entusiasmamos por la posibilidad de tener un buen gobierno como resultado de las personas que con nuestro voto ingresan al poder, pero cada día es más la decepción, por lo tanto, la desesperanza en los gobiernos, vengan del partido que sean o no provengan de ninguno, con los mal llamados “independientes”.

Pero, cabe hacernos la pregunta, ¿cuál es la falla estructural que tienen nuestros gobiernos?, ¿Qué tenemos en México un problema endémico para tener gobiernos que generen bien común? Yo considero que esto no es producto de la cultura, ni del estado de derecho que existe en nuestro país, sino que tengo la hipótesis de que es producto de la estructura socio económica que los gobiernos revolucionarios nos han heredado.

Me explico, México, como todos los países del mundo, tiene corrupción, el problema es que, en México, tradicionalmente no se ha perseguido. Esto es debido a que, terminada la revolución mexicana, en nuestro país, se creó un sistema de complicidades para la corrupción, que estuvo perfectamente estructurado para repartirse el poder y turnarse el mismo entre la llamada “familia revolucionaria”.

Al nacimiento del llamado “partido” que representó a esa familia, se elaboraron una serie de reglas, no escritas, aunque conocidas. Esas reglas generaron un sistema de poder y rotación de los puestos públicos, determinando prerrogativas legales y extra-legales (con corrupción tolerada y permitida), que otorgaba grandes privilegios a ciertos niveles de la burocracia y a determinadas categorías de políticos.

Cuando un burócrata o político se salía de control, simplemente, se le aplicaba la ley y se le imponían penas de cárcel o bien, sin aplicar la ley, se llegaba hasta extremos de mandarlos asesinar.

Cuando se vino la etapa de desarrollo económico acelerado (a esta época se le llamó la del “Desarrollo Estabilizador”, que abarcó desde los años cuarenta y la post-guerra, culminando hasta finales de los años setenta), se agregaron al gobierno socios empresarios, que coludidos con los políticos hicieron grandes fortunas mediante el proteccionismo a sus empresas que se desarrollaron y crecieron rápidamente al amparo del poder, que les permitió vivir en un mundo monopólico sin competencia.

Es desde aquí, que se ha venido generando en México una tradición en donde los empresarios con gran poder económico han permanecido aliados y coludidos con el gobierno, pero ahora, utilizando a las operaciones que el gobierno hace para supuestamente llevar a cabo su cometido de hacer obra pública, prestar servicios públicos y realizar grandes volúmenes de compras.

La evolución que este malsano sistema ha tenido en México con la venida de la alternancia del poder con Vicente Fox, ha sido atroz. Se perdieron muchas de la reglas del juego que tenía el partido hegemónico, para desarrollarse una especie de “democracia de la corrupción”, en donde aprovechando los grandes recursos federales, provenientes del petróleo, que el Presidente Fox entregó, sin control alguno, a los Estados y al Distrito Federal, en un afán de dispersión del poder, se llevó a cabo un gran dispendio de recursos en las formas más burdas de corrupción, a través de sobreprecios, moches, obras y servicios no prestados, hasta meterle la mano a la caja, que luego vino a incrementarse exponencialmente con la obtención de préstamos y bursatilizaciones, ofreciendo en garantía y fuente de pago, recursos aún no recibidos de participaciones federales, metiéndose dinero en la bolsa con recursos pendientes de generar.

Ahora parece que tenemos un claro paradigma de lo que es el gobierno, visualizado así claramente por gobernantes y muchos empresarios: el gobierno es una estructura de poder político cuyo fin es enriquecer en poco tiempo a sus integrantes con la cooperación y participación de muchos empresarios, que forman parte de un entramado de complicidades y colusiones, con un pequeño componente, de generar porciones de bien común, para aparentar que se hace algo y permanecer en el poder.

Una clara muestra de esto sucedió en mi Ciudad Juárez, cuando en una gran asamblea empresarial, Claudio X González Guajardo, refiriéndose a las grandes cantidades de dinero que el ex-gobernador César Duarte desfalcó del gobierno de Chihuahua, manifestó a los empresarios presentes el porqué no habían hecho algo para evitar los desfalcos, sucediéndose un frío silencio después de esta reprimenda.

¿Qué podemos hacer para que el gobierno vuelva a ser un instrumento para el bien común? Debemos los ciudadanos actuar de inmediato, aprovechando las múltiples oportunidades que se dan con los instrumentos de control que ya están en nuestra legislación. Primeramente, participando en denunciar la corrupción, en exigir la transparencia y en promover Gobiernos Abiertos, con un gran componente de intervención ciudadana.

Si los ciudadanos nos quedamos plácidamente observando “que pasa”, no saldremos de tener malos gobiernos que nos harán fracasar como país.

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