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Pobreza a contraluz

Divagaciones de la Manzana

Cada vez que se dan a conocer estadísticas sobre la situación social en nuestro país, bien sea que procedan del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) o del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), se refrendan el desencanto y la preocupación, incluso cuando los datos muestren mejoría en los indicadores.

Es el caso, de nueva cuenta, de la situación que prevalece respecto a la pobreza en México. Aun cuando nos informan que últimamente se han registrado cifras positivas, el saldo de la situación que arrastramos desde hace décadas no varía significativamente.

Por un lado, si bien nos alienta saber que se ha reducido el número de pobres y pobres extremos en el país, nos preocupa que se registren al mismo tiempo retrocesos y rezagos en algunas entidades federativas.

Los datos que se han dado a conocer en fecha reciente entremezclan luces y sombras sin que hasta el momento se haya definido una tendencia clara y bien marcada en la lucha contra la pobreza en México.

Veamos solamente algunos ejemplos: otra vez el mayor grado de pobreza parece concentrarse en el sur, mientras en la región norte se abaten poco a poco los rezagos. Así, en entidades como Oaxaca, Veracruz, Tabasco o Chiapas, se incrementó el número de pobres, mientras que en el centro y el norte del país estos indicadores se redujeron; es el caso de Baja California Sur, Aguascalientes, Baja California, Durango y Quintana Roo.

En cuanto a los porcentajes, valga destacar que los mexicanos en condición de pobreza pasaron 46.1% en 2010 a 43.6% en 2016, mientras que los que se ubican en pobreza extrema descendieron de 11.3% a 7.6% en el mismo lapso. Sin embargo, el número total de pobres aumentó de 52.8 millones en 2010 a 53.4 millones en 2016.

Avanzamos, sí, pero no como quisiéramos. Por eso, aun cuando hay motivos de satisfacción, prevalecen situaciones que nos preocupan e implican retos.

Es cierto que el crecimiento económico sostenido de los años recientes, aunque modesto, aunado al control de la inflación, son factores que han incidido en la reducción de la pobreza, en especial por los numerosos y bien dotados programas sociales instrumentados en el sexenio actual, e igualmente por la favorable inercia de otros que vienen de tiempo atrás.

Y ha quedado claro que en el combate a la pobreza la prioridad siempre será crecer en mayor grado y repartir los beneficios con mayor equidad. También, incrementar las inversiones y sobre todo la generación de empleos remunerativos.

Sigamos, pues, en la lucha contra la pobreza manteniendo la existencia y buena operación de los programas sociales. Pero, en especial, trabajando con mayor ahínco, eficacia y visión de futuro en nuestro propio desarrollo económico para que vayamos a más y de mejor manera.

De ser así, ojalá se cumpla el pronóstico del presidente Enrique Peña Nieto, quien en su V Informe de Gobierno estimó que la pobreza extrema quedaría erradicada en el plazo de una década.

Vamos juntos, entonces, a conseguirlo.

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