El pez por la boca muere
Los políticos mexicanos actuales no entienden que no se puede abusar de la retórica por muy bien que les salga, porque la gente tiene mejor memoria de lo que les gusta aceptar y hay una fuerte reticencia a la demagogia. Además se ha generado una fuerte capacidad social para detectar las promesas falsas y las ambiciones desmedidas.
Nos prometen el cielo y las estrellas para tratar de convencernos de que votemos por ellos, lo que es irrelevante, porque aunque votemos en contra, al final de cuentas se roban la elección o la negocian por debajo de la mesa. Pisotean los derechos y deseos de la mayoría para lograr una complicidad que les permita enriquecerse.
Llegan al poder y muchos desgobiernan de forma escandalosa, tal vez porque creen que no nos damos cuenta, aunque prestamos más atención de la que desean. Sus conocimientos son pobres y su capacidad de aprendizaje limitada de ahí que sus decisiones se basen en criterios falsos.
La política se ha vuelto una desgracia, especialmente porque la mediocracia se ha mezclado con la cleptocracia y con muchísima frecuencia son exactamente los mismos: rateros mediocres. Parece de risa que crean que caemos en el engaño y pensamos que son lo mejor que le pudo haber pasado a la humanidad. Seguro lo mismo piensa su mamá.
No debe sorprender que sea muy mala la calidad de la gobernación y que con frecuencia encontremos decisiones desatinadas, y es que los políticos desconocen a su sociedad, desconocen los avances de la ciencia y lo poco que saben no pueden convertirlo en prácticas de gobierno, lo que se agrava por su retórica retorcida e intereses cleptocraticos.
Pero como los peces, tarde o temprano morirán por la boca.