Divagaciones de la Manzana
Toda desgracia y adversidad conllevan la posibilidad de aprendizaje y cambio.
El sismo del 19 septiembre de 1985 en la Ciudad de México nos aportó, entre otras muchas cuestiones, la certeza sobre la urgencia de construir una cultura de la protección civil. También nos reveló la imperfección de nuestros reglamentos de construcción y nos enfrentó sin ambages a la negligencia y falta de preparación de las instituciones, cuando no, de plano, nos hizo evidentes las consecuencias criminales de la corrupción.
Estas realidades incontrovertibles provocaron en conjunto reacciones airadas que derivaron en posiciones contestatarias de diversos grupos sociales, lo que incluso llevó a la constitución de nuevas agrupaciones políticas y en gran medida fue la simiente que fructificaría años después en la reforma política nacional.
Ahora, poco más de tres décadas después, se registra de nueva cuenta un terremoto de gran magnitud en la capital del país. Para colmo, justo el día en el que se conmemoraba aquel sismo de más de 8 grados que en el 85 movió conciencias y motivó transformaciones.
Y, como entonces, este nuevo y devastador temblor dejará huellas profundas en nuestra vida social.
De entrada, no hay duda de que desde minutos después de las 13:14 horas del 19 de septiembre de 2017 se desató una gran energía social de signo positivo, en la que predominaron la generosidad y el compromiso, sobre todo de los jóvenes.
Creo que aunque en esta ocasión el sismo no derivará en uno o varios movimientos u organizaciones políticas, sí influirá de modo determinante en la vida no sólo de nuestra ciudad sino del país, en especial al corto plazo, en las ya muy cercanas elecciones del 2018.
En todo caso, quisiera creer que la ciudadanía, y subrayadamente la juventud, saldrá a votar en mayor medida y, sobre todo, más informada y consciente de lo que la nación requiere en realidad, tanto en el presente como en el futuro inmediato.
Ojalá que este sismo, que tantos desastres, tragedias y duelos provocó, también nos aporte un renovado compromiso y una sustentada visión crítica. Deseamos que se esté gestando una ciudadanía que evalúe con justeza las acciones de gobierno en esta crisis, incluidas de manera destacada las de los miembros del Ejército y la Marina. Pero también el proceder de las demás instituciones y de la propia sociedad.
En cualquier caso, estoy convencida de que la perspectiva que se tenga a partir de esta crisis, en particular con base en el actuar de las diversas autoridades, organizaciones políticas y grupos sociales, inclinará la balanza electoral hacia la continuidad o el cambio.
Por eso, si el presidente Peña Nieto y sus correligionarios pretenden que el PRI continúe en el poder, tendrán que prodigarse en la etapa siguiente, la más ardua, difícil y complicada, que es la de la reconstrucción.
Por lo que toca a los partidos de oposición, deberán estar al tanto de que su comportamiento, grado de compromiso y capacidad propositiva influirán de manera decisiva en el ánimo del electorado.
En un caso extremo, la sociedad mexicana bien puede refundar el país hacia un nuevo proyecto de nación, sin la partidocracia. Un sistema político donde ya no tengan cabida la corrupción ni la impunidad o la ineficiencia.
Lo más importante será, entonces, la decisión y acción para encauzar esa energía vital, gigantesca, alentadora y constructiva a fin de comenzar a resolver, ya en serio y de fondo, los grandes retos que enfrenta la nación.