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La economía como espectáculo

La manera en que se presenta la información económica al común de los ciudadanos expresa una brecha enorme con respecto a la que disponen los inversionistas calificados, sea que administren sus propios recursos, los del público o de las empresas.

Replantear el acceso a ese tipo de información es relevante, sobre todo ahora que empieza de nueva cuenta la lucha electoral y en la que el tema económico tendrá un lugar central.

Esa dicotomía está planteada en la norma que prevé, por ejemplo, que una persona que contrata los servicios de inversión con una casa de bolsa debe firmar una carta en la que declara tener suficientes conocimientos para hacerse cargo de las decisiones con respecto al uso de sus recursos. De otra manera la entidad financiera es la que ha de tomar las decisiones respectivas, lo que significa que se tiene mucha confianza en el ejecutivo de cuenta o de plano fe.

Los inversionistas profesionales son apenas un puñado en relación con la población total, esa no es noticia. Pero el ingreso y el patrimonio de la inmensa mayoría está estrechamente ligado con las transacciones que hace tal minoría. También lo está con respecto a las decisiones de política pública que sí se toman teniendo a aquellos en consideración, tan sólo sea por la interacción estrecha de tales políticas con sus decisiones de inversión.

No se satisface la necesidad de que los ciudadanos dispongan de una información que mejore la capacidad de administrar sus recursos, los que sean, y tomar mejores decisiones, en la medida en que se pueda.

Esa sería una opción bastante interesante para lo que se conoce como educación financiera, cuestión que de modo explícito preocupa a las autoridades financieras y, también, a los grandes bancos y otras instituciones del sector. En buena medida en el segundo caso se asocia con la promoción de los servicios que ofrecen.

No hay una necesidad manifiesta de que la información económica se transmita de una forma comprensible y de manera sistemática. Eso no puede atribuirse a la complejidad de los fenómenos y los procesos involucrados. La gente que padece de diabetes no tiene por qué saber cómo afecta la enfermedad a la capacidad del organismo para procesar la glucosa y la función que tienen las células beta en la producción de insulina que, por cierto, es una hormona. Lo que hay que hacer es informarle para que decida atenderse y siga su tratamiento.

No se puede pretender que un mortal común entienda el contenido y el significado de un Anuncio de Política Monetaria del banco central. No obstante, el mensaje que ahí se transmite es bastante serio: Ante el complejo entorno que la economía mexicana está enfrentando, continúa siendo especialmente relevante que las autoridades perseveren en mantener la solidez de los fundamentos macroeconómicos del país. (Banxico, comunicado de prensa, noviembre 9, 2017).

Lo que se desprende de las consideraciones que ahí se hacen es que variables como la inflación, las tasas de interés y el tipo de cambio están en un punto en que dicho entorno complejo repercutirá negativamente en las condiciones económicas de las familias, es decir, en su capacidad de compra, en el costo de su deuda, en su empleo y sus remuneraciones. De modo más preciso ahí se dice que el nivel de consumo recientemente ha ido a la baja y que hay una atonía en el gasto de inversión.

Quien escuche las noticias económicas y financieras en los medios de comunicación o las lea en el periódico lo hace de modo diferido, a destiempo y con poca capacidad de integrarlas en el proceso mediante el que toma sus decisiones. La estrechez de opciones concretas lleva a la impotencia y la frustración.

Los inversionistas, en cambio, obtienen la información en tiempo real y, además, son capaces de incidir en el comportamiento de los mercados de dinero y de capitales o, cuando menos, de actuar de manera más oportuna ante los cambios esperados.

Para la mayoría, pues, la información y el análisis económico que puede leer u oír es una forma del espectáculo, uno cuyo contenido es muy complicado de captar y, mucho más, de elaborar de una manera productiva.

Proveer de contenidos informáticos de muy corto plazo provoca miopía para el que los elabora y pretende ofrecer un análisis, y también para el que los recibe resultan prácticamente inútiles. Llenan una necesidad de la información tal y como se define, lo que no significa que tengan un valor práctico y menos político. Otra faceta de la complejidad de un entorno poco democrático.

Así que mientras en materia monetaria el entorno es complejo y en el campo fiscal existen muchas rigidices, las opciones se distribuyen de manera muy desigual y están sumamente concentradas. Es otro efecto del funcionamiento del mercado, en este caso el del acceso a la información y la capacidad de hacer algo provechoso y hasta rentable con ella.

Tomado de La Jornada

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