Todas la revoluciones causan penas a los derrotados e injusticias a favor de los vencedores. La “revolución” iraní que derrocó al Sha no fue la excepción, aunque la lista de “derrotados” incluía comunistas, judíos, católicos y todos aquellos que se opusieran al régimen. Interesante que después de la conjunción revolucionaria los comunistas fueron desplazados y perseguidos con saña y crueldad.
La revolución creó las Guardias Revolucionarias que se encargaban de investigar personas, pero también se apoderaban de la propiedad de los otros con la justificación de que nadie necesitaba una segunda casa. Decomisaban bebidas alcohólicas mientras implantaban una nueva ética dictada por los ayatolas en el poder, que ellos podían violar en privado.
En la novela The Septembers of Shiraz (2007) Dalia Sofer relata cómo las guardias revolucionarias se apropian de propiedades, libertades y vidas. En un caso que parece ser biográfico, un judío es encarcelado y torturado acusado de ser espía sionista y aunque no se le encuentran pruebas sigue preso y en aislamiento hasta que compra su libertad, el precio era todo lo que tenía. Junto a él en prisión languidecen hasta ser ejecutados el hijo de una comunista y un hombre que protestó.
Marina Nemat (Prisoner in Teheran, 2007) relata cuándo ella fue detenida por caminar junto a una manifestación, encarcelada, torturada y condenada a muerte en un juicio de 10 minutos del que estuvo ausente y perdonada a cambio de casarse con el verdugo.
En la imposición de la teocracia iraní la justicia es la aplicada por los que tenían alguna cuota de poder, que en la pirámide le daba una gran capacidad a los de hasta abajo para robar y asesinar con total impunidad, estaban limpiando al país de enemigos del régimen, ya sea políticos, religiosos o simples delincuentes.
La nueva generación parece estar interesada en el pasado modernizador del Sha. En el Irán dónde musulmanes, católicos y judíos podían convivir y progresar, dónde había libertad y bonanza económica. Si algo logra la teocracia es eliminar la tolerancia y convivencia para imponer reglas estrictas que introducen pesar generalizado: no música por ejemplo.
Los manifestantes reclaman que cesen los apoyos multimillonarios a Gaza y Hezbollah e intervención en Siria y otros país que no les genera ninguna ventaja personal, especialmente cuándo la economía no avanza, el desempleo juvenil llega al 40%; la vieja corrupción de las guardias revolucionarias, sigue mellando a la sociedad en general. El gasto inmenso en la búsqueda de una nueva geopolítica que los ayatolas han realizado a cambio de consolidarse no ha generado bienestar interno, y el sufrimiento de los muchos tiene un límite.
Los intereses de la elite religiosa no parecen ser los de la sociedad que harta se lanza a las calles a reclamar libertad y corrección de rumbo. Poca recompensa democrática genera la simulación electoral dónde siempre es electo alguien del mismo partido que cuenta con la bendición del Ayatola. El nuevo electo y su camarilla difícilmente corregirán los rumbos, especialmente si tienen que descansar sobre un Ministerio de Inteligencia, destinado a espiar a la sociedad para reprimir al que respira del lado equivocado.
La respuesta del gobierno era esperada: Represión pura y dura y un discurso de tolerancia que no lo creen ni ellos mismos. Entre los culpables están Israel, Estados Unidos, las redes sociales. Un ayatola habla del derecho a la protesta mientras la rabia represora se lanza contra “los provocadores”, asesinan y llenan las cárceles de gente que busca mejorar su calidad de vida. Igual que cualquier autoritarismo, agravado por su supuesta religiosidad.
Cómo siempre también encontramos un silencio generalizado en el mundo, no vaya a ser que el gran dinero árabe se enoje ante la crítica por la opresión religiosa y la muerte como política para los disidentes.
¿Dónde están las voces airadas por los genocidios, frente a la limpieza étnica en Irán de dónde eliminaron a los judíos y expulsaron a los católicos? La mayoría de los países trató de frenar la condena en la ONU.
¿Dónde están las voces airadas defensoras de la democracia frente al aplastamiento de los manifestantes iraníes? Mil a la cárcel y aumenta el número de muertos. Están igual de callados que cuándo Erdogan realizó su auto golpe de Estado y le permiten ir por el mundo como gran demócrata.
No faltarán los defensores de una revolución que logró lanzar a Irán hacia atrás en el tiempo, dónde el dogma religioso se impone a piedra y fuego. Dónde los disidentes languidecen en mazmorras siendo torturados por crímenes inventados en la mente enfermiza de los que creen hacer avanzar la verdad teocrática que asegura la corrupción y pretende lograr la obediencia absoluta.