Última llamada
Promesas, promesas y más promesas, se dan por todos lados en las campañas, que “yo te solucionaré el problema de los baches, yo arreglaré la inseguridad en la que vives, llámame y dime tus problemas de tu colonia”, etc. Lo que la gente normalmente no sabe, es que la gran mayoría de los problemas cotidianos son problemas locales cuya solución, en todo caso, queda en las manos de las autoridades municipales, y en la mayoría de los casos, no hay recursos suficientes para arreglarlos.
Pero también hay que tomar en cuenta que principalmente los inmensos problemas que aquejan a nuestro país tienen que ver en su estructura de poder. El poder, como la riqueza, está concentrado en muy pocas manos. Ahora, la moda es echarle la culpa de todo a los partidos políticos, que, en efecto, se han convertido generalmente en un instrumento del poder que se encuentra en pocas manos. Por eso, el discurso disruptivo de López Obrador ha tenido tanto éxito, ya que la gente lo percibe como la persona que está en contra de esa “mafia del poder”, que son esas pocas personas que han monopolizado el poder político en el país.
Pero lo que la gente no sabe es que AMLO al llegar al poder, solito monopolizará el poder que ahora se encuentra en pocas manos, por lo que la “solución” que propone únicamente empeorará las cosas, porque mal que bien, el poder actual, controlado por esa “mafia” que AMLO denuncia, se encuentra acotado por varios contrapesos. El más importante es la comunidad internacional que ya se encuentra inmersa en nuestro sistema jurídico, a través de la preminencia a nivel constitucional de los tratados internacionales de los que México es parte, y del mismo balance que se genera entre los propios detentadores del poder que no lo tienen todo individualmente considerados, y ese balance se genera con las instituciones del Estado Mexicano, que funcionan de una manera u otra.
Sin embargo, lo anterior no ha sido suficiente para mantener el poder en México acotado a los intereses del pueblo, sino generalmente a esa oligarquía que ha venido inmemorialmente detentado del poder. En el Siglo XX ellos lo hicieron a través del PRI, en el Siglo XXI hubo una división en tres facciones, la del PAN, la del PRI y la del PRD, con una prominencia del PRI en muchos aspectos, como el de nunca soltar el control financiero del país, principalmente; no poca cosa. Con la incapacidad de Fox, esto hizo que regresara el PRI de Peña Nieto, a través de haberles soltado a los gobernadores priistas grandes cantidades de dinero que les permitieron resguardarse y fortalecerse hasta recuperar el poder.
Pero ahora, ante la disyuntiva de que el poder en México recaiga en un solo hombre o continúe el sistema que siempre ha prevalecido en el país, la gente se quiere correr el riesgo de una dictadura unipersonal. En esto estriba hacia donde se tiene que mover la oposición a López Obrador, cuestión que aun no se plantea claramente.
A donde voy, es que el gobierno de coalición que propone Anaya debe dirigirse hacia la verdadera institucionalización del poder. Es decir, a que haya un auténtico balance de poder, y para ello, es necesario que claramente se plantee el que el ciudadano sea el que adquiera ese poder. ¿Cuál es la forma de lograrlo? Primeramente, hay que darle poder de decidir sobre las candidaturas en los partidos políticos, quitándole a las élites de estos esa facultad. De esa forma, el ciudadano vota en elecciones primarias por los candidatos de su preferencia. Así, los candidatos con mejores perfiles, propuestas e ideas más cercanos a los ciudadanos llegarán al poder.
Este es el primer paso para que el poder quede en las instituciones y en manos de los ciudadanos, bajo las reglas que dicta el Estado de Derecho. De esta manera, el Estado regresa a su fin: generar bien común. Al suceder esto, los políticos deberán de responder a lo que los ciudadanos quieren y no a los mezquinos intereses de las élites, que no respetan las reglas del juego, que son corruptas y que desean que el pueblo permanezca pobre e ignorante, porque así lo pueden seguir manipulando, cooptando y amenazando. Al contrario, cuando el ciudadano decide, los políticos se tienen que ceñir a sus deseos y estar siempre sujetos a rendir cuentas y quedar bien con los ciudadanos brindándoles bienestar.
De esta manera, se previene la corrupción, bajan los impuestos y se hace el gobierno eficiente. Pero ese contacto con el ciudadano debe ser permanente y no únicamente en las épocas electorales. Para ello, es necesaria la transparencia y el Gobierno Abierto, que permite al ciudadano opinar y estar cercano al gobierno.