Ante los temas de tratado de comercio libre, relaciones directas con el presidente Trump, crimen transnacional y migrantes sudamericanos en México y mexicanos en los Estados Unidos, los cuatro candidatos presidenciales carecieron de una propuesta de gobierno para el próximo sexenio.
Esos sí, los cuatro fueron pródigos en ofrecer mundos ideales sin explicar los cómo, los cuatro respondieron con demagogias, ninguno pudo ofrecer un programa concreto para algunos de los problemas planteados.
Como en el debate anterior y en los discursos de campaña, los cuatro se desviaron en generalidades, repitiendo las argumentaciones de siempre. Sus discursos fueron complacientes. A pesar de debatir el trato con Trump, ninguno aclaró cómo será la relación con el Trump que ha ofendido y humillado a México.
Los dos conductores desaprovecharon la oportunidad para explorar respuestas en los candidatos y fueron demasiado insistentes en buscar respuestas a sus propias convicciones o ideas, y a veces lo hicieron con impertinencia hasta grosera y gestos de fastidio.
Pero el problema de fondo es más grave: ninguno de los cuatro candidatos tiene un diagnóstico real de los problemas del país. Un ejemplo: todos se comprometieron sentimentalmente con los migrantes mexicanos, pero en el fondo se trata de un problema con tres puntos concretos: los migrantes desean ser americanos, los ilegales sí violaron las leyes y el gobierno mexicano es incapaz de darle bienestar y empleo al 60% de los mexicanos que siguen aquí y menos podrá equiparar el bienestar que los deportados tenían en los Estados Unidos.
Ninguno de los cuatro supo dar una explicación de la realidad del tratado comercial, nadie dijo que el tema central radica en que se olvidó del desarrollo industrial y agropecuario y la relación comercial redujo al país a una mera maquiladora porque bajó el componente nacional en las exportaciones.
Las expectativas respecto a los candidatos no lograron impactar al electorado porque no ofrecieron una variante. No hubo elementos para que Jaime Rodríguez Calderón pudiera capitalizar la votación que dejó abandonada Margarita Zavala de Calderón; los esfuerzos de Meade se perdieron en su formato de economista y funcionario justificando lo actual.
Anaya logró superar la campaña de desprestigio, pero no mostró un discurso que pudiera de alguna manera asimilar los votos del priístas que no vieron una potencialización de Meade; Anaya perdió la oportunidad para fijar el escenario de una competencia entre dos. Meade sobrevivió, pero no para ganar sino para seguir igual.
López Obrador debió haber perdido algunos puntos porque otra vez llego sin preparación y tuvo una ironía vulgar cuando se acercó Anaya y dijo que iba a cuidar su cartera, rebajando el nivel del debate; sin embargo, las primeras evaluaciones van a decir que no perdió puntos porque la gente que está en el 35% de su votación bruta no lo ha escogido por sus propuestas ni por su vulgaridad, sino porque su tendencia electoral es el voto de repudio social al PRI, a la corrupción y al presidente Peña Nieto y el ambiente social seguirá igual después del segundo debate.
Por tanto, la sorpresa que se esperaba para bajar a López Obrador, subir a Anaya y hundir a Meade no llegó y las tendencias de votos de las encuestas parece que llegarán al primero de julio sin variaciones.
Política para dummies: La política no es el cargo, sino la sobrevivencia.
Si yo fuera Maquiavelo: “Insistiré tan sólo en que un príncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario no tiene remedio la adversidad”.
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