Divagaciones de la Manzana
Independientemente del domingo 1 de julio, cuando se celebraran las elecciones, el juego del fútbol acaparó durante junio y julio la atención nacional y la del mundo entero.
Así, cada cuatro años se registra este gran evento que convoca a millones de personas a seguir la competencia entre los equipos de las elecciones nacionales de 32 países que logran imponerse como ganadores en la región a la región a la que pertenecen, de acuerdo a las reglas actuales.
A lo largo de 30 días aproximadamente tuvimos oportunidad de ver grandes juegos y a extraordinarios jugadores.
Al final, quedaron cuatro equipos: Bélgica, Inglaterra, Croacia y Francia, y como ya sabemos estos dos últimos países contendieron por la copa mundial, que a fin de cuentas terminaron alzando los galos, sin dejar de reconocer le enjundia y la calidad de sus rivales, los croatas, que también concitaron grandes simpatías y reconocimientos, sobre todo pensando de que se trata de una nación que se recuperó de una brutal guerra, hace unos cuantos años con cientos de miles de víctimas, muertes y daños en lo social y económico.
Pero más allá de la justa competitiva y del ámbito deportivo, quiero referirme especialmente a lo que representa la Copa Mundial en términos de un encuentro fraternal entre los pueblos. Lo hemos visto ahora con la camaradería que prevalece antes, durante y después de cada partido, por encima de la lucha a fondeo en el campo de fútbol, donde la rivalidad nunca termina en violencia.
Por igual, en la ceremonia de la final futbolística vimos la armonía y convivencia pacífica y respetuosa, lo mismo entre los presidentes de Rusia y Francia como la Presidenta de Croacia, quien además dio un testimonio ejemplar al cubrir con sus propios recursos su viaje y sin derecho a cobrar sueldo durante los días que estuvo en Moscú. De igual forma, ocurrió en otros partidos, donde por igual asistieron representantes oficiales de diversos países y sin excepción mostraron siempre una cercanía amistosa.
Ojalá que esa inercia de paz, fraternidad y buena voluntad se extienda por semanas, meses y años subsecuentes y que juntos desterremos los conflictos bélicos, la destrucción y los odios, en beneficio de todos quienes habitamos este maravilloso planeta.
En todo caso, cualquier diferencia o desavenencia, que sea la diplomacia y la negociación equitativa las que, dirima y solucionen pacíficamente cualquier tensión o problema que surgiera.
Incidir si en un Mundo lleno de libertades, de justicia, de democracia y de prosperidad común, que neutralice o se oponga frente a cualquier manifestación de intolerancia, discriminación y autoritarismo.
En verdad, ver las escenas de la final del fútbol nos emocionó prácticamente a todos y algunos hasta derramaron lágrimas de felicidad y alegría, sobre todo por la convivencia y la fraternidad que reinó dentro y fuera de la cancha de fútbol.
Actuemos entonces y exijamos más aún a los gobiernos y a los organismos internacionales para que sigan ese ejemplo y aprovechen la dinámica de la Copa Mundial, especialmente por lo que toca a su dimensión humana y fraternal.
Difícil y casi imposible si, pero tampoco imposible, y postergable, especialmente ante la espantosa proliferación de las armas nucleares.
Que ruede para bien el balón y permee en la política para achicar nuestras diferencias.