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Primeros nombramientos

En diferentes momentos de sus intervenciones públicas, hemos escuchado decir a López Obrador que se inspirará en personajes insignes de nuestra historia.

Así, lo mismo Hidalgo que Morelos, Benito Juárez o Lázaro Cárdenas, son los ejemplos a seguir, mención que deriva a su vez de su convocatoria a emprender la llamada cuarta transformación, como consecuencia de tres etapas fundamentales de nuestra historia que le antecederían, llámense Independencia, Reforma y Revolución Mexicana extensivamente a la era cardenista. Pero en el caso del gobierno de Juárez, como modelo fundamental. Sin embargo, ya se dice que algunas de sus primeras decisiones no sólo dejan de ser meras intenciones, sino que llegan a contradecirlo. Y es basta mencionar que los nombramientos que ha hecho para comprobarlo: si bien Benito Juárez se rodeó de mexicanos ilustres: capaces, talentosos, honestos y cultos, ahora en cambio vemos por la pasarela política a personajes con un pasado detestable y con yerros en sus gestiones correspondientes. Por eso, afirman, no sólo se equivoca e incumple lo dicho, sino que pierde la oportunidad histórica de hacerlo para bien de México, al igual que los presidentes que le ha antecedido. Sabemos que hay en México mujeres y hombres llenos de conocimientos, capacidad, lucidez y honestidad que a la vista se comprueba no serán tomados en cuenta, pues quienes llegan hoy a las dependencias y a las direcciones generales de las grandes empresas paraestatales, responden a compromisos políticos y hasta algunos niegan incluso los perfiles idóneos, muy lejanos a un genuino interés nacional. Imaginemos a grandes hombres de La Reforma como Ocampo, Lerdo de Tejada, Iglesias y Arriaga, y comparémoslo con los que han sido ya prácticamente nombrados en el gabinete ampliado del presidente electo. Representarían en su conjunto una caricatura grotesca, eso sin considerar que en buena medida no tienen buenos antecedentes ni probada experiencia y eficacia en los asuntos que se les han encomendado, por lo que de paso incurren en ese generalismo tan propio del PRI y tan criticado por la izquierda histórica. No me detengo en nombres y apellidos porque ya fluyen con sorna y desencanto entre los ciudadanos, tanto en la redes como en los más diversos espacios públicos de los medios de comunicación, salvo contadas excepciones. Se habla entonces ya de una baraja lopezobradorista que de hecho responde como lo dijimos en el salinismo: a más de lo mismo. Por eso, estoy convencida de que la verdadera transformación de fondo y a fondo podría venir necesariamente de nosotros quienes conformamos la ciudadanía, empezando por no ser ingenuos ni incautos, y sí en cambio exigentes y críticos.

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