Última Instancia
Después de la debacle electoral sufrida por los partidos tradicionales, dentro de los que se encuentra el Partido Acción Nacional, ante la avalancha de MORENA, todos se preguntan si va a regresar una especie de PRI del Siglo XXI. Yo me he manifestado en contra de esa teoría en una columna anterior, al mencionar que el sistema del PRI ya no regresa, ya que se creó en circunstancias históricas, económicas, políticas, sociales y de desarrollo del país, radicalmente diferentes a las que ahora existen.
Podremos tener un sistema autoritario pero este se enfrentaría a un mundo comunicado, a un México muy extenso, con una sociedad sumamente crítica, con una clase media poderosa, en un mundo en donde la globalización no solo comprende lo económico, sino también incluye lo social y político. Tenemos también que considerar que ahora México cuenta con un sistema electoral tan bien aceitado y eficiente, que permitió un cambio total de régimen sin discusión alguna, en donde MORENA domina todo el ámbito político nacional.
Ante esta situación es indispensable para que la República continúe, el que haya a lo menos un partido de oposición que tenga viabilidad. El que, por lo pronto, la puede tener es el PAN. Pero este partido tiene un grave problema ante el desfiguramiento institucional que ha sufrido frente al hecho de que sus dirigencias se involucraron en la persecución del poder para ellas mismas, a través de la manipulación de afiliaciones “corporativizadas” para sus intereses de poder, y no para promover a las mejores personas dentro de su militancia, y en la ciudadanía no afiliada, con los mejores perfiles para crear el bien común, desarrollo humano e impulsar el progreso del país.
En los próximos meses en el PAN se debe de tomar una resolución que puede representar su viabilidad y continuidad, de partido de oposición seria, constructiva y fuerte o convertirse en una parte más del nuevo régimen que sea partido de membrete y le dé una legitimidad artificial, que sea solo para el beneficio de sus dirigencias y cúpulas para que continúen en un cómodo ejercicio de pequeñas ínsulas de poder que lo único que hagan sea perpetuar a este nuevo régimen.
Pero actualmente el PAN se encuentra en una crucial disyuntiva. Pero antes analicemos cuál es la conformación de las estructuras de poder que existen en ese partido. Por un lado, tenemos a la actual dirigencia que logró con Ricardo Anaya ganarle a Javier Corral la presidencia del partido, con un 82%, a través de la utilización de los hilos corporativos del partido que creó Gustavo Madero cuando se abrió a toda la militancia la elección del presidente del PAN (Corral cayó en su propia trampa, después de que él fue el que enjundiosamente promovió la apertura de estas elecciones a toda la militancia).
Por el otro lado, tenemos la fuerza política que ejercen sobre el PAN los gobernadores emanados de dicho partido en sus respectivos estados. Esta fuerza es muy dura y eficiente, pero solamente en sus propios estados. Al contar con el control de la nómina estatal, en donde se emplea a innumerables militantes de la dirigencia estatal o de municipios emanados del PAN, los gobernadores controlan al PAN férreamente en todo lo que sucede en sus entidades.
Finalmente, se encuentran dispersas múltiples fuerzas opositoras al corporativismo que ejerce, tanto la dirigencia nacional como los gobernadores panistas. Pero esta oposición, o está muy dispersa o es poco organizada y no ha logrado penetrar las estructuras de poder dentro del PAN.
Ante este escenario, tenemos en el PAN las siguientes opciones ante la renovación de su dirigencia nacional. Por infortunio, la primera opción queda en manos de un solo grupo: el de Anaya. Pongo este epíteto, porque considero que al haber sido el PAN el único partido que contó con una gran democracia interna, ahora depende de la voluntad de un solo hombre, o en el mejor de los casos, como Corral lo dijo claramente ante un Consejo Nacional, en cinco personas que mandan en el partido. Si el grupo de Anaya decide continuar usando los hilos corporativos para la permanencia de ellos en el poder dentro del PAN, quedaría el partido a merced de la buena fe de ellos para que dicho partido continuare como una oposición responsable.
Sin embargo, considero que la mejor opción sería que el grupo de Anaya fuera generoso y promoviera un gran consenso de las tres fuerzas antes descritas para generar una planilla incluyente, con una presidencia imparcial que transitoriamente (pueden ser los estatutarios tres años) impulse una recomposición democrática del PAN y continúe siendo una oposición seria, responsable, crítica, constructiva y creativa, para que constantemente le exija al nuevo régimen la generación del bien común.