Hace unos años me llamó mucho la atención que la Volvo había abierto una planta totalmente robotizada, en ese entonces el análisis se centró en el golpe a los sindicatos, porque no habría obreros a quién organizar, así que la inexistencia de sindicato terminaría por golpear a los sindicatos en otras plantas. El análisis dejó pasar de largo la parte más brutal: no habría obreros. La fuerza de trabajo se reemplazaba con máquinas y nadie preguntaba a dónde se iría esa fuerza de trabajo. Hoy la capa de desempleados en el mundo empieza a dejar de ser una anomalía que se corrige con el crecimiento económico, para convertirse en fenómeno económico-social para el que no hay propuesta alguna, a menos o hasta que lleguen a la edad en que les corresponde una pensión, que seguramente será limitada. Y los gobiernos alargan la edad de retiro con lo que aumenta la penuria de la gente.
El futuro que vimos pasar en aquel entonces ya nos alcanzó y como entonces, hay diversas señales sobre el porvenir que no reciben la atención merecida, y con frecuencia, ni siquiera adecuada, porque los gobiernos (gobernantes) carecen de imaginación y se ocupan de medidas incrementales: hacer más de lo mismo, en ocasiones sin siquiera cambiar, lo que puede paliar expresiones momentáneas de los problemas sin resolver la raíz que los causa.
La visón de los gobernantes es de muy corto plazo. Cómo bien dice Yehezkel Dror, estamos en medio del dominio del tribalismo, que pierde de vista los grandes intereses de la humanidad, tal vez porque no quiere aprender de las fallas del pasado pensando que se puede revivir cierta grandiosidad ficticia.
Los tribalismos arrastraron al mundo a dos conflagraciones mundiales y a muchos desastres humanitarios. Y sin embargo, los políticos sufren de una miopía aguda que los deja ver solamente aquellas imágenes que creen les enseñan las claves de grandezas perdidas o no alcanzadas, y los inclinan a las iniquidades y perversiones que en su tiempo causaron estragos.
Mientras los gobiernos se quedan pasmados, el capitalismo salvaje avanza lo más rápido que puede, su meta es la mayor acumulación posible sin fijarse en los costos sociales y el sufrimiento que produce para muchos. Hay que acumular más que el otro, aunque las dimensiones lleguen a lo insensato, la competencia pesa más que la razón y para eso no importa si se destroza la existencia de millones.
Una primera consecuencia es la desigualdad extrema que genera tensiones y turbulencias cuya contención posiblemente será difícil y seguramente será anti democrática; finalmente una de las condiciones de la democracia es la igualdad y no solamente la formal que establece que una persona un voto, sino la económica-social que determina que todos deben tener las mismas oportunidades en la vida. Este capitalismo, especialmente el salvaje, demuele esta premisa fundamental.
El desarrollo tecnológico acelerado promovido por el capitalismo salvaje nos acerca a un mundo dicotómico que genera grandes beneficios y perjuicios que van de la mano, algunos los vislumbramos pero no terminamos de entender su implicación y efecto. Un ejemplo es el avance significativo de la tecnología para el mejoramiento corporal y de la salud. Hay grandes curas para grandes enfermedades pero su costo es prohibitivo para la mayoría de la población. La longevidad está a la mano pero no al alcance de la mayoría de la población.
Así como Volvo desplazó al trabajo humano, ahora la robotización ha avanzado amenazando a mayores segmentos sociales y no falta quién le pida al gobierno que lo facilite. Es como los grupos que se oponen al aborto, pero se niegan a atender a los nacidos no deseados o resultado de violaciones.
Hay un avance significativo de armas de destrucción masiva, ya se encuentra en el internet info para hacer bombas potentes, lo que puede ser utilizado por terroristas interesados en infringir el mayor daño posible. Lo mismo sucede con la elaboración de viruses en laboratorios domésticos que pueden reforzar los atentados bacteriológicos.
Hay un avance significativo en la elaboración de drogas sintéticas en laboratorios domésticos, lo que ha creado problemas profundos de adicción y gran costo social.
Ante estas disfuncionalidades, los gobiernos piensan en alternativas incrementales y no en la construcción del futuro. Tratan a sus gobernados como clientes y confunden la acción de administrar con la de gobernar. Mientras tanto el futuro nos alcanzó sorprendiéndonos con consecuencias nefastas que no será fácil corregir bajo los paradigmas actuales.
Este artículo se basa en buena medida en varias ideas expresadas por Yehezkel Dror.